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La gran verdad parece ser que, pese a la total ausencia de datos oficiales de ventas para el producto procedentes de la compañía, las grandes proyecciones que se esperaban no solo no aparecen, sino que tampoco parece que se las espere con demasiado entusiasmo.
Por Enrique Dans, Profesor de Sistemas de Información en el IE Business School.

 Twitter retira su aplicación de la tienda de Google Glass, dando lugar a algunas protestas aisladas de usuarios que no la encuentran al intentar reinstalarla, y dejando un hueco abierto para cualquier desarrollador independiente que quiera llenarlo… suponiendo que alguien tuviese algún interés en hacerlo.

La gran verdad parece ser que, pese a la total ausencia de datos oficiales de ventas para el producto procedentes de la compañía, las grandes proyecciones que se esperaban no solo no aparecen, sino que tampoco parece que se las espere con demasiado entusiasmo.

En su actual iteración, Google Glass es un producto que, pese a sonar originalmente bien, no resiste la prueba de un uso mínimamente serio: mi interés inicial ante la idea de superponer una capa de información a la realidad e interactuar con ella de manera sencilla resistió las primeras pruebas ocasionales de escasos minutos, pero se apagó completamente en cuanto tuve la oportunidad de tener las gafas unos días en casa para interactuar con ellas con total libertad.

Lo que inicialmente parecía una buena idea y deslumbraba en una prueba casual y rápida, se convertía en un aparato incómodo, con una interfaz de voz muy poco práctica y una táctil que te obligaba a llevarte continuamente el dedo a la sien, que fallaba en un buen número de ocasiones cuando intentabas llevar a cabo tareas sencillas, con una duración de batería completamente absurda, que terminabas usando relativamente poco, y que para algunas tareas, como conducir, se volvía una distracción que podía llegar a ser potencialmente bastante más peligrosa que accionar un GPS convencional o manejar el teléfono.

¿Por qué no se venden las Google Glass? Básicamente, porque como prototipo, llegan al punto de despertar un interés limitado en un grupo no muy grande de personas, pero que además lo pierden en cuanto tienen la oportunidad de probarlas seriamente o de hablar con alguien que las haya probado. Son “un prototipo demasiado prototipo”, con demasiadas limitaciones para ser considerado un producto serio. Los casos de uso son poco convincentes, y tienen más aspecto de ser un juguete (muy) caro que termina guardado en un cajón sin superar la prueba de un uso mínimamente serio. Demasiados temas que resolver. Al final, el resultado es el que es: pocos usuarios, poco nivel de uso incluso por los muy convencidos, y poca atención en torno al tema.

Tras el abandono de Twitter, una de las aplicaciones que podía plantear cierta comodidad para usuarios recalcitrantes pero que, igualmente, no ha llegado a pasar de un uso anecdótico del tipo “mira, tengo unas Google Glass”, pasaremos seguramente a una fase en la que los escasos usuarios que se hicieron con unas gafas vivirán el desesperante proceso de abandono en una Google ya tristemente acostumbrada a dejar caer sus productos cuando el mercado no responde. Para los proyectos de Google X, el primer fallo.

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