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En los ochenta, la corrupción en Brasil era un tema simple, aunque implicaba transpirar. El primer desafío para cualquier ejecutivo que debía pagar una coima era deambular por la calle en busca de suficientes arbolitos dispuestos a vender dólares, explicó un ex contratista del gobierno.

En una década en que Brasil cambió de moneda con más frecuencia que de presidente, los sobornos en dólares eran considerados los únicos que valían la pena.

El segundo desafío era llevar el efectivo al lugar de encuentro, que a menudo implicaba vestir un sobretodo de invierno repleto de billetes bajo un sol tropical. “El mayor riesgo en aquel entonces era morir de un golpe de calor”, contó el ex contratista.

El escándalo de corrupción por miles millones de dólares en el que está implicada la petrolera estatal Petrobras no podría ser más distinto. Con el dinero que supuestamente fue derivado a más de 300 cuentas bancarias suizas y su lavado a través de todo tipo de actividad, desde estaciones de servicio hasta obras de arte, el esquema de coimas más grande del país es tan complejo que tras un año de investigaciones, las autoridades recién empiezan a comprenderlo, explica Samantha Pearson en el Financial Times.

Si bien el escándalo sorprendió a los inversores brasileños y extranjeros, esta evolución de la corrupción en Brasil durante las últimas décadas es, de hecho, prueba de un progreso, afirman los analistas. A medida que la policía federal y la procuración general ganaban más autonomía e influencia desde el fin del gobierno militar en 1985, los círculos de corrupción se vieron forzados a aplicar métodos cada vez más sofisticados para sobrevivir.

Pero si bien la investigación de Petrobras puede ser considerada una victoria en la lucha de Brasil contra la impunidad, también sirve como una clara advertencia para las multinacionales que operan en el país y otros mercados emergentes.

En Brasil, las compañías extranjeras durante mucho tiempo recibieron presiones para pagar dádivas y así acelerar procesos regulatorios o simplemente para competir con firmas locales. Sin embargo, tal como demuestra el caso Petrobras, los riesgos de quedar atrapado nunca han sido superiores, aseguró Edward Jenkins, abogado británico que asesora firmas que se expanden en Brasil y en el Caribe.

En el escándalo Petrobras ya quedaron implicadas más empresas extranjeras que en cualquier caso de la historia brasileña. Algunas son Rolls-Royce y la holandesa SBM Offshore, que fueron acusadas de pagar incentivos económicos para ganar contratos con el gigante petrolero.
“Mi consejo para las compañías extranjeras es moverse de acuerdo a las normas de sus países, porque de lo contrario se quemarán los dedos”, aseguró Jenkins.

Pero seguir esa recomendación es más fácil decirlo que hacerlo en Brasil, Si bien el desempeño del país en los índices de corrupción global no es desastroso -Transparency International ubica el país adelante de China y de India en 2014 y a la par de Italia – el generalizado incumplimiento de todo tipo de normas es endémico en todos los niveles de la sociedad. “Este es un punto de inflexión para Brasil” aseguró Mark Weinberger, presidente y CEO del grupo de servicios profesionales EY. “Las compañías están descubriendo que no vale la pena tomar un atajo para poder competir en un proyecto particular o una oportunidad en el mercado si eso implica arriesgar la marca.”

ESCANDALO-PETROBRAS