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Silicon Valley – Será la recopilación de noticias recientes en torno al futuro del vehículo autónomo – cuando veo que temas de este tipo, de los que llevo hablando bastante tiempo, se ponen súbitamente de actualidad, procuro escribir un artículo aunque solo sea para almacenar mis enlaces de manera ordenada – o el hecho de que llevo tres días en Florida moviéndome en un Tesla Model S, pero estoy más convencido que nunca de la inmensa disrupción que se nos viene encima derivada del desarrollo y adopción de la tecnología de conducción autónoma.

Por Enrique Dans, Profesor de Sistemas de Información en el IE Business School.

No, el Tesla Model S no es un vehículo de conducción autónoma, pero la experiencia sorprende porque ya no tiene nada que ver con la del automóvil habitual. Aparte de una cuestión de prestaciones – vehículo de alta gama, con acabados minimalistas en cuero y una aceleración que deja plantado en el semáforo a cualquier muscle car de esos que tanto abundan por aquí – hablamos de una sensación de autonomía que para el día a día desconecta completamente al usuario de la necesidad de echar gasolina y de la preocupación por la autonomía (quedarse “tirado” es prácticamente imposible… salvo que lo estés buscando a propósito o seas verdaderamente idiota), mientras lo incorpora a un entorno de total conectividad incluida en el precio del vehículo (todo, sea música, navegación en internet, mapas, etc. es completamente gratuito e incluido en el servicio que proporciona la marca) en el que el automóvil se convierte en un objeto tecnológico cuyas prestaciones se actualizan constantemente over the air.

La sensación real al usar un Tesla es que algo muy importante ha cambiado en la industria de la automoción. Cuando un vehículo adquirido hace dos años es capaz de transmitirte esa sensación de revolución, de visión de futuro, es cuando verdaderamente te das cuenta de que la industria está en su momento de la verdad, en lo que TechCrunch denomina “el momento IBM en 1985″. Un auténtico “golpe de Estado” de Silicon Valley sobre Detroit, que se dispone a destruir millones de puestos de trabajo y a dar un vuelco radical a todo el panorama industrial de los Estados Unidos y del mundo.

En torno al vehículo autónomo vamos a ver absolutamente de todo, y no hablamos de ciencia-ficción, sino de los próximos entre cinco y diez años. La aparentemente demencial valoración de Uber, que supera ya los cincuenta mil millones de dólares, no es casual: los planes de la compañía en torno al Transportation-as-a-Service o Mobility-as-a-Service convierten completamente el mundo del transporte y la logística en una industria de software, en una plataforma que puede ser ofrecida a todo aquel que tenga que llevar cualquier cosa – sean pasajeros, mercancías o lo que sea – de un sitio a otro. Ya no se trata del taxi robótico de las películas de ciencia-ficción, que por supuesto también veremos, sino de una visión muchísimo más ambiciosa. La movilidad es una industria de diez billones de dólares que se sustenta en activos de precio elevado (compras durables) que, en muchos casos, tienden a una infrautilización que, en el caso de los vehículos particulares, llega a ser del 4%. Si esto no es un panorama maduro para la disrupción, ninguno lo es.

Pero es que, además, ya hablamos de cuestiones que están aquí. El prototipo de vehículo autónomo de Google, tras demostrar que es infinitamente más seguros que los vehículos de conducción humana, ya empieza a circular con tráfico real por las calles y avenidas de Mountain View, por el momento con un conductor tras un volante y pedales que no forman parte del diseño (y que se eliminarán cuando terminen las pruebas) y con una velocidad limitada a 40 Km/h, pero ya formando parte de la imagen cotidiana de la ciudad y sus alrededores. Pero no solo eso: los primeros camiones de conducción autónoma ya han conseguido licencia para conducir en autopistas, de manera que una industria cuyas limitaciones y problemáticas están relacionadas con la eficiencia y con el factor humano (es el conductor quien se accidenta, quien se cansa o quien toma decisiones erróneas, no la máquina) pasa a tener el mayor de los motivos para desarrollar este tipo de tecnologías. Mientras, Apple no solo se lanza al ruedo, sino que empieza a sentar las bases de lo que serán sus factores y elementos diferenciales: acaba de adquirir Coherent Navigation, una startup dedicada a los mapas la geolocalización cuya característica principal radica en ser capaz de ofrecer un nivel de precisión muy superior al de los sistemas convencionales.

Si algo faltaba para terminar de mover este mercado era que las dinámicas competitivas pasasen de ser las tradicionales de Detroit a convertirse en las demenciales y rápidas de Silicon Valley.

Nos queda mucho por ver. Y lo vamos a ver en muy poco tiempo…