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En un momento parecía que el auge de los libros digitales a precios muy baratos y de lectores electrónicos como el Kindle de Amazon y el Nook de Barnes & Noble suponían una gran amenaza para los editores y vendedores de libros, dice Padraig Belton y Matthew Wall de la BBC.

LARGA-VIDA-LIBRO

Pero al contrario de lo esperado, el libro impreso sobrevive junto a su primo digital y la tecnología está ayudando a los editores y vendedores a llegar a nuevas audiencias y encontrar nuevas maneras de contar historias.

¿El regreso de lo impreso?
Si bien no se puede negar que los libros en papel se han llevado un duro golpe con el florecimiento de lo digital, hay cierta evidencia de que el ritmo de declive es más lento y que la emoción en torno a los lectores electrónicos está disminuyendo.

Las ventas de lectores Kindle, con un máximo de 13,44 millones en 2011, cayó a 9,7 millones en 2012 y se han estancado desde entonces.
El Nook de Barnes & Noble pierde unos US$70 millones al año y el vendedor de libros estadounidense está intentando, sin éxito, encontrar un comprador para esta sección.

En Reino Unido, hubo un gasto aproximado de US$2.650 millones en libros impresos el año pasado, en comparación con US$613 millones en libros electrónicos, señala Scott Morton, de Nielsen Book Research.

La porción de mercado de los recién llegados digitales parece que se ha establecido en torno al 30%.

En cuanto a los comercios tradicionales, la cadena de librerías Waterstones vio un aumento de ventas del libro físico del 5% durante la última Navidad en comparación con el año anterior, mientras que las ventas de la librería Foyles subieron un 8,1%.

La era del libro impreso, parece, está lejos de haber terminado. Pero todo depende del sector que se analice.

La ficción para adultos -en especial obras románticas y eróticas- ha migrado fuertemente hacia el libro electrónico, mientras que los libros de cocina y los de religión todavía tienen éxito en papel, así como los libros ilustrados.

¿Importa el formato?
Hay gran cantidad de servicios que intentan salvar la distancia entre lo físico y lo digital, extendiendo la definición de lo que es un libro.
En 2014, un experimento de publicación personalizada tuvo un gran éxito.

The Little Girl Who Lost Her Name (“La pequeña que perdió su nombre”) –un libro impreso que se podía individualizar digitalmente para incluir el nombre del niño que lo estuviera leyendo- se convirtió en el libro ilustrado para niños más vendido en Reino Unido y Australia.

La empresa española SeeBook ofrece libros electrónicos en forma de tarjetas físicas que se pueden comprar online o en librerías, como cualquier otra tarjeta regalo. Sólo tienes que escanear el código QR de la tarjeta con tu teléfono inteligente o tableta para descargar el libro.

“Algunas librerías todavía ven lo digital como el gran monstruo que los va a devorar y prefieren esconder la cabeza bajo tierra”, sostiene la directora de SeeBook, Rosa Sala Rose.

Bookindy, una nueva empresa con sede en Londres, Reino Unido, utiliza la tecnología para animar a la gente a regresar a las librerías locales.
Lo hace mediante un programa adicional del navegador Chrome: cada vez que buscas un libro en Amazon, se abre una ventana que te muestra cuánto te costaría el libro en tu librería más cercana.

El fundador de la empresa, William Cookson, que se describe a sí mismo como “un lector de libros medio”, dice que sólo necesitó tres días para codificar su creación.

Le ayudó el hecho de que pudo penetrar en una red ya existente de 350 librerías independientes británicas que se llama Hive, que permite a los vendedores comprobar las existencias y hacer pedidos.

Recuperar los libros por entregas
Lo digital también está reviviendo algunas ideas de publicación de hace siglos, dice Anna Rafferty, hasta hace poco la directora de Penguin Books Digital.

Así como The Pickwick Papers (“Los papeles del Club Pickwick”) de Charles Dickens se publicó por entregas en 1836, la estadounidense Serial, una historia de crímenes ganadora de premios, se difundió en formato podcast en 12 episodios y fue un gran éxito.

“La tecnología digital y el auge de la cultura de la lectura digital ha permitido a autores y editores contar con muchas más oportunidades creativas para desarrollar ‘el libro’ y deleitar a los lectores”, señala Rafferty.

“También les permite a los autores publicar directamente, conectar de forma íntima con sus lectores y, lo más importante, crear nuevas maneras de contar sus historias”.

La editorial The Pigeonhole –lanzada en octubre por la extrabajadora de Random House Anna Jean Hughes y su socio Jacob Cockcroft – publica libros por entregas y permite a los lectores compartir comentarios e interactuar con los autores, todo a través de una aplicación del teléfono móvil. Es como un club de libros digital.

En un estilo similar, la empresa MacGuffin de Comma Press, con sede en Manchester, Reino Unido, funciona como un Spotify para libros: puedes oír a los autores leyendo sus historias. Sus estadísticas indican qué se lee dónde, y en qué punto pierden interés los oyentes.

Moran compara su empresa con una librería tradicional, donde puedes sentarte y leer tanto tiempo como quieras pero tienes que pagar si te quieres llevar el libro a casa.

Así que el libro no está muerto, la tecnología simplemente lo está ayudando a evolucionar más allá de sus límites físicos.
Larga vida al libro.