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En noviembre de 2014, los líderes de Arabia Saudita hicieron una de las mayores apuestas de la historia. Su estrategia era defectuosa y ya han perdido, señala Glenn Hegar en un artículo en The Wall Street Journal.
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En una reunión de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) ese mes, Arabia Saudita anunció que mantendría niveles de producción altos a pesar de la caída de los precios. Los sauditas apostaban a que el mantener los precios bajos protegería su cuota de mercado y acabaría con el renacimiento energético de Estados Unidos, una resurrección impulsada en gran parte por Texas, que produce 37% del petróleo de país norteamericano y 28% de su gas natural comercializado.
La estrategia saudita parecía tener sentido. La creencia general era que los productores de energía que operaban en formaciones de esquisto con márgenes ajustados se verían presionados por los bajos precios, puesto que sus métodos de extracción —la fracturación hidráulica y la perforación horizontal— son más costosos que la perforación convencional. Por lo tanto, cuando sucediera eso, Texas estaría en graves problemas.
Columnistas de The New York Times y otros medios dijeron que el “milagro de Texas” se desvanecía, o que incluso estaba muerto… y algunos de ellos parecían contentos por eso.
Sin embargo, sucedió algo interesante en el camino al colapso de la economía de Texas: no colapsó.
Primero, muchas personas aún parecen no darse cuenta de lo diversificada que se ha vuelto la economía del estado. En 1981, la producción de petróleo y gas y los servicios que la respaldan representaron cerca de 20% del Producto Interno Bruto de Texas. Hoy, después de años de un crecimiento increíble en la industria, esta contribuye menos de 14%.
Dallas y Austin están en auge, pero no debido al crudo y el gas. Incluso en los años 90, cuando el petróleo pasó gran parte de la década a menos de US$30 el barril, la economía del estado se expandió de forma constante.
Y pese al descenso de los precios de la energía, la producción de petróleo y gas en Texas y EE.UU. ha seguido creciendo. En el año fiscal 2015, los precios del crudo fueron más bajos de lo que había proyectado mi oficina, pero los ingresos de los impuestos a la producción petrolera de Texas resultaron mayores de lo previsto, de casi US$2.900 millones.
Lo que los sauditas y los detractores más cerca de casa parecen haber olvidado es que el libre mercado es la mayor incubadora de innovación tecnológica. Los productores de energía en este país han calculado los desafíos de los menores precios, están trabajando para abordarlos, y esto está dando resultados.
La tecnología detrás de la producción de esquisto está avanzando rápidamente y sus costos están cayendo. Hoy la industria puede explotar múltiples reservas de petróleo separadas desde un solo pozo vertical, al perforar de forma horizontal a través de kilómetros de roca con brocas que se pueden guiar con computadoras. Algunos de estos pozos “pulpo” pueden tener hasta 18 aberturas horizontales.
Los artículos sobre la reducción del número de plataformas no tienen en cuenta esto. Estamos viendo innovaciones adicionales como el uso de agua de “fracturación hidráulica”, dióxido de carbono y otras sustancias recicladas para quebrar formaciones, reduciendo el uso de preciada agua fresca en la perforación.
Un prolongado período de precios por debajo de US$40 —si eso es lo que nos espera— tendrá un efecto sobre la industria y muchas familias deberán soportar una consolidación y despidos. Los actores más débiles y sobreapalancados se irán a la quiebra. La industria petrolera tal vez nunca vuelva a ser la misma que conocimos antes de que cayeran los precios.
Pero si la historia sirve de guía, los precios del petróleo y el gas no permanecerán bajos por siempre. Y la tecnología, el personal capacitado y la infraestructura asociados con el renacimiento energético de EE.UU. no desaparecerán. Estos son nuevos hechos en el entorno global. Cuando los precios suban, el capital estadounidense volverá a fluir hacia la región petrolera y la producción crecerá de nuevo.
La jugada de la OPEP para matar la innovación estadounidense fue una estrategia a corto plazo sin un desenlace ni una apreciación de cómo la estrategia estimularía mayores eficiencias e innovación en EE.UU. Que sea un recordatorio amable: nunca es aconsejable apostar contra el capitalismo, especialmente en Texas.
—Glenn Hegar es el contralor de cuentas públicas de Texas.