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Mientras los petroleros se rascan la cabeza, los ejecutivos de Apple, Google, Microsoft y Facebook descorchan champaña. Las grandes tecnológicas parecen inmunes a las tempestades que padece la economía mundial, señala un informe de la revista Semana.
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Las estrellas del reciente Foro Económico Mundial realizado en Davos un par de semanas atrás no fueron los banqueros y mucho menos los petroleros. Ocuparon ese lugar las empresas tecnológicas, las únicas que pueden sonreír en estos días de nerviosismo general. Mientras los analistas y los hombres fuertes del mundo financiero trataban de ponerse de acuerdo acerca de la magnitud de la próxima recesión y cuáles sectores económicos resultarán más damnificados, las empresas de tecnología mostraban resultados sorprendentes.

Durante la misma semana en que se hablaba de la fatiga de la economía china, la imparable caída del petróleo y su impacto en los mercados bursátiles, la inminente quiebra de numerosas economías que dependen del hidrocarburo y los flagelos derivados de las olas migratorias a Europa, Apple dio a conocer sus cifras: entre octubre y diciembre obtuvo utilidades netas por 18.400 millones de dólares, e ingresos por 74.600 millones. Lo logró vendiendo teléfonos, tabletas y relojes, para lo cual necesitó menos de una quinta parte de la fuerza laboral que requiere Volkswagen (con más de 500.000 empleados), y apenas el 6 por ciento de la compañía petrolera china (con 1,6 millones de empleados), que soportan serios dolores de cabeza por estos días.

El foro mismo tenía como tema central la “cuarta revolución industrial” –así denominan a la incorporación de las tecnologías digitales más recientes en los negocios– y el impacto que ella traerá en la economía mundial. La inteligencia artificial aplicada a sistemas de big data, robótica y el internet de las cosas hará ganar mucho dinero a los empresarios que la están adoptando, pero destruirán al menos 7 millones de empleos en los próximos cinco años, según un documento oficial de Davos. No obstante, la industrialización 4.0, como también se le denomina a esta perspectiva, parece ser el único camino esperanzador.

Tres empresarios de tecnología y telecomunicaciones aparecen entre los cinco hombres más ricos del mundo, según la reconocida lista Forbes: Bill Gates, Carlos Slim y Larry Ellison. Pero Mark Zuckerberg, fundador de Facebook, Jeff Bezos, de Amazon, y Larry Page y Sergei Brin, propietarios de Google, figuran entre los 20 primeros. Por contraste, dos décadas atrás encabezaban esta lista magnates petroleros, banqueros, constructores y vendedores de armas.

Apple no es el único que hace sonar las trompetas. De hecho, la semana pasada Google reveló los resultados del trimestre octubre-diciembre de 2015, ahora bajo el nombre corporativo Alphabet (la matriz que alberga a Google, YouTube y demás negocios). Alphabet, con una valoración de 554.000 millones de dólares, superó en diciembre a Apple como la empresa más valiosa del mundo. Según el informe, hizo ventas en ese periodo por 74.500 millones de dólares y obtuvo utilidades netas por 21.000 millones de dólares, lo que significa un crecimiento del 18 por ciento en relación con el mismo periodo de 2014. Lo logró vendiendo anuncios publicitarios en su famoso buscador, en YouTube y en las apps del sistema operativo Android, presente en el 52 por ciento de teléfonos móviles, para lo cual necesitó apenas 53.600 empleados, menos del 4 por ciento de la fuerza laboral de Walmart.

Incluso Facebook, la red social más grande de internet, cuyo modelo de negocio ha estado en cuestión por años, reportó por primera vez desde su creación ganancias superiores a los 1.000 millones de dólares. En el mismo periodo de las empresas mencionadas anteriormente, Facebook obtuvo utilidades netas de 1.562 millones de dólares e ingresos totales de 5.480 millones. No es mucho frente a las cifras de Apple y Google, pero es espectacular para una red social cuyo modelo de negocio parecía hasta hace poco muy incierto. Lo logró vendiendo anuncios publicitarios en las páginas de sus 1.590 millones de usuarios activos, y necesitó tan solo 9.200 empleados, apenas una fracción de los 462.000 del Banco Industrial y Comercial de China (ICBC), número uno en la lista Forbes.

Y el gigante Microsoft, con nueva estrategia y nuevo jefe, se sumó también a la lista de los que sonríen en el mundo de los negocios. El último trimestre de 2015 le dejó ganancias netas por 5.000 millones de dólares, e ingresos totales por 23.800 millones. La que por casi dos décadas fue la más grande de las tecnológicas, parece haber encontrado la solución a sus dificultades desde la llegada de Satya Nadella a la dirección de la compañía. Logró sus resultados vendiendo tabletas Surface, consolas y juegos Xbox, el famoso paquete Office y servicios en la nube mediante la plataforma Azure, para lo cual requirió de 120.000 empleados, menos de la tercera parte de los trabajadores de China Construction Bank, el número dos de la lista Forbes.

Por supuesto, el sol no brilla igual para todas las tecnológicas. Twitter afronta serios problemas y la semana pasada varios de sus altos ejecutivos saltaron del barco. El precio de la acción cayó de 40,4 dólares a 16,9 en el último año y a lo largo de 2015 las pérdidas trimestre a trimestre aumentaron 25 por ciento. Yahoo, otro de los históricos de la era internet, no ha logrado revertir una caída que parece terminal. Lo más preocupante de la ‘nueva economía’ es que genera muy pocos puestos de trabajo. Para nadie es una sorpresa que las tecnologías de punta traen como consecuencia una caída en el empleo. Lo vivieron los trabajadores del siglo XVIII, durante la primera Revolución Industrial y se advierte también en los tiempos actuales. Mientras, se perderán 7 millones de puestos de trabajo en los próximos cinco años (la mayoría en oficinas, servicios y sector salud), la tecnología solo compensará eso con 2 millones de nuevos empleos, la mayoría de los cuales están destinados a personas con altos niveles educativos especializados, según el estudio presentado en el Foro Económico Mundial.

Las tecnológicas tampoco aportan significativamente al acuciante problema de la desigualdad y la injusta repartición de la riqueza en el planeta. De hecho, la concentración de riqueza se ha agudizado dramáticamente en los últimos años, y el Foro de Davos puso este tema sobre la mesa. Un estudio de la organización humanitaria Oxfam indica que hace cinco años 388 individuos atesoraban la misma cantidad de dinero que 3.600 millones de personas, la mitad más pobre de la población mundial. Hoy esa elite se ha reducido a 62. El informe Una economía al servicio del 1 por ciento, presentado en Davos, calculó que el 1 por ciento de los habitantes de la Tierra posee la misma cantidad de dinero que el 99 por ciento restante. Por eso, Amira Yahyaoui, miembro de la mesa directiva del Foro Económico Mundial, expresó en medio del debate que “la cuarta revolución industrial debe ser ante todo una revolución de los valores”.