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El robo de activos sigue siendo la principal causa de fraude. La asociación para delinquir entre un proveedor y un empleado también tiene una alta incidencia en las pérdidas que padecen las compañías.

2-HOME-WEB-19-12-2016

 “La corrupción continúa carcomiendo la economía global, casi 20 años después de que los gobiernos que forman parte de la Organización para la Cooperación y el desarrollo Económicos (OCDE) firmaran una convención que establece legalmente estándares obligatorios para penalizar la corrupción de oficiales públicos”. Con este párrafo arranca la Encuesta de Fraude Corporativo 2016 de KPMG, en base a la respuesta de 250 compañías, a la que accedió el diario LA NACION y que publica Paula Urien en un informe.

“Desde entonces, una cantidad creciente de gobiernos han sancionado leyes antisoborno y anticorrupción. Estados Unidos ya no es más el policía solitario de guardia; el Reino Unido y otros gobiernos europeos también han implementado regulaciones anticorrupción, del mismo modo que economías emergentes tales como China y Brasil, y otros países de Sudamérica como Chile, Colombia y Perú”.

Algunos elementos para resaltar de la encuesta son:

Sí, hubo fraude: 4 de cada 10 encuestados (44%) admitieron que en sus compañías hubo un hecho de fraude en los últimos dos años. Y entre los que reconocieron esta situación, el 70% confirmó haber tenido más de un caso.

La malversación de activos: fue el tipo de fraude más frecuente (52% de los casos) con una pérdida promedio de US$ 50.000. La manipulación de los estados financieros fue la categoría menos frecuente (3% de los casos) pero con un impacto económico mayor a US$ 100.000.

Cuánto: quienes tuvieron una situación de fraude en su organización, pudieron cuantificarlo en el 83% de los casos, y en la mayoría (70%), el costo fue menor a US$ 50.000.

También daño moral: El 46% de los encuestados indicó “daños a la marca de la Compañía” como otro efecto negativo del hecho delictivo, seguido de “daños a la moral del personal” en el 28% de los casos.

Ventas y Operaciones: son los sectores más involucrados en hechos ilícitos (21% y 18% de los casos respectivamente); y el soborno fue la tipología de fraude más señalada en estas áreas.

El perfil del defraudador típico: es un empleado del sexo masculino que actúa en forma solitaria, y que tiene una antigüedad promedio en la compañía de entre 3 y 5 años.

Mayor rango: el 6% de los fraudes fue cometido por la alta gerencia y tuvo un impacto que rondó entre los US$ 100.000 y US$ 500.000; mientras que el 35% de los casos fue cometido por el nivel operativo con un impacto económico que estuvo en el orden de los US$ 10.000.

Cuantas más personas participan en el fraude, mayor es el impacto económico: el fraude ocasionado por un individuo tuvo un costo promedio de US$ 10.000, mientras que el mismo fue entre US$ 100.000 y US$ 500.000 en los casos de colusión (un acuerdo entre dos o más personas).

Edad: el defraudador más frecuente tiene entre 24 y 40 años y un nivel de educación secundario o inferior; el defraudador más costoso tiene entre 41 y 55 años, una antigüedad de más de 10 años en la compañía y un nivel de educación universitario.

Detección: la Auditoría Interna es el principal mecanismo de detección (33% de los casos), seguido por la herramienta de línea de ética (19% de los casos).

Demasido tarde: el 31% de los casos de fraude se detectó hasta un año o más después de haberse cometido. Cuanto más se tarda en detectarlo, mayor es el impacto económico.

Señales que emite el defraudador: un estilo de vida por encima de sus posibilidades, el acercamiento inusual a clientes o proveedores y presiones injustificadas hacia el personal a su cargo, entre otras.

Cuadro de situación

“El fraude en las empresas se mantuvo en los últimos años: no creció ni disminuyó”, dice en diálogo con LA NACION Diego Bleger, socio de KPMG y responsable de la encuesta.

A la hora de comparar los resultados de la Argentina con el de otros países de la región, “estamos igual que Brasil y Colombia, un poco mejor que México, y peor que Chile, que es el mejor país de la región a la hora de combatir el fraude corporativo”, agrega. Pero a la hora de hablar del fraude en las compañías, hay un sector que no es ajeno en muchos de los casos: el público. “En la Argentina se dio un fenómeno, que también pudimos ver en otros países de la región, en el cual la gente del sector público directamente se hizo de compañías privadas. Es una manera de quedarse con el negocio completo, sin intermediarios y un visible modus operandi de la corrupción actual”.

Dentro de las compañías, el robo de activos sigue siendo la principal causa de fraude. La corrupción (que necesita de un factor interno y de un factor externo a la empresa, como la asociación entre un proveedor y un empleado, por ejemplo), también tiene una alta incidencia en las pérdidas que padecen las compañías.

Y, por último, la manipulación de los estados contables, o mostrar mejores resultados a través de la tergiversación de los números, está a la orden del día. Una herramienta que se usa para, entre otras cosas, obtener mejores créditos para la empresa, o un mejor bono para un ejecutivo, o para mostrar a los accionistas mejores resultados y ascender. “En la Argentina se ve mucha malversación de fondos, mucha corrupción entre personas internas y externas de la compañía y no se ven altos niveles de manipulación de los estados contables, que sí se ven en los países centrales o avanzados”. dice Bleger.