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Media década después de la revolución del libro electrónico, sin embargo, el diagnóstico de los libros tradicionales de repente parece más alentador. Los libros de tapa dura están mostrando una resistencia sorprendente. El crecimiento de las ventas de libros electrónicos se está volviendo marcadamente más lento. Y las compras de libros electrónicos de hecho se están reduciendo, en momentos en que los consumidores eligen en cambio tabletas multipropósito. Quizás los libros electrónicos, en lugar de reemplazar los libros impresos, terminarán cumpliendo un rol más parecido al de los libros de audio: un complemento a la lectura tradicional, no un sustituto.

Por Nicholas Carr, autor del libro «The Shallows: What the Internet Is Doing to Our Brains», para el Wall Street Journal en español.

Amantes de la tinta y el papel, recuperen el aliento. Los informes sobre la muerte del libro impreso podrían ser exagerados, escribió recientemente Nicholas Carr, autor del libro «The Shallows: What the Internet Is Doing to Our Brains», en el Wall Street Journal en español.
Desde que Amazon presentó su popular lector electrónico Kindle hace cinco años, dice Carr, los expertos han asumido que el futuro de la edición de libros es digital. Las opiniones sobre la velocidad del cambio desde la página a la pantalla han cambiado. Pero el consenso ha sido que la digitalización, luego de dominar la música, la fotografía y los mapas, se impondría con el tiempo también sobre los libros. Para 2015, un experto en medios predijo hace unos años, los libros tradicionales habrían desaparecido.

Una encuesta realizada en 2012 reveló que sólo 16% de los estadounidenses compraron un libro electrónico.
Media década después de la revolución del libro electrónico, sin embargo, el diagnóstico de los libros tradicionales de repente parece más alentador. Los libros de tapa dura están mostrando una resistencia sorprendente. El crecimiento de las ventas de libros electrónicos se está volviendo marcadamente más lento. Y las compras de libros electrónicos de hecho se están reduciendo, en momentos en que los consumidores eligen en cambio tabletas multipropósito. Quizás los libros electrónicos, en lugar de reemplazar los libros impresos, terminarán cumpliendo un rol más parecido al de los libros de audio: un complemento a la lectura tradicional, no un sustituto.

¿Cuán atraídos se sienten los estadounidenses a los libros anticuados? Basta con observar los resultados de una encuesta del Centro de Investigación Pew divulgada el mes pasado. El informe mostró que el porcentaje de adultos que han leído un lector electrónico aumentó moderadamente durante el último año, de 16% a 23%. Pero también reveló que 89% de los lectores habituales de libros indicaron que habían leído al menos uno impreso durante los 12 meses anteriores. Sólo 30% reportó haber leído al menos un libro electrónico durante el último año.

Es más, la Asociación de Editores Estadounidenses informó que la tasa de crecimiento anual de ventas de libros electrónicos cayó de forma abrupta durante 2012, a alrededor de 34%. Eso sigue siendo una cifra saludable, pero es una marcada caída frente a las tasas de crecimiento de tres dígitos registradas en los cuatro años previos.

La explosión inicial de los libros electrónicos está comenzando a parecer una aberración. Los primeros en adoptar la tecnología, un grupo pequeño pero entusiasta, se pasó al libro electrónico enseguida y durante un período concentrado. Será difícil encontrar más conversos. Una encuesta de 2012 realizada por Bowker Market Research reveló que sólo 16% de los estadounidenses de hecho compraron un libro electrónico y que un abultado 59% afirma que no tiene «ningún interés» en comprar uno.

Más allá de las razones prácticas de la caída del crecimiento del libro electrónico, algo más profundo podría estar sucediendo. Quizás hayamos evaluado mal la naturaleza del libro electrónico, comenta Carr en sus artículo.

Desde el comienzo, las compras de libros electrónicos se inclinaron de forma desproporcionada hacia la ficción, y las novelas representan cerca de dos tercios de las ventas. Las listas de libros digitales más vendidos son dominadas por novelas de género, como de suspenso o románticas. La lectura en pantalla parece ser particularmente adecuada para la clase de entretenimiento liviano que se ha vendido tradicionalmente en supermercados y aeropuertos como libros de bolsillo masivos.

Estos son, por diseño, los libros más fáciles de desechar. Los leemos con rapidez y no nos interesa conservarlos luego de terminarlos. Incluso nos podría dar un poco de vergüenza que nos vean leyéndolos, lo que hace que las versiones digitales anónimas sean más atractivas. El fenómeno «Cincuenta sombras de Grey» probablemente no se hubiera producido si los libros electrónicos no existieran.

Los lectores de textos de más sustancia, incluida la ficción literaria y la no ficción narrativa, se han inclinado menos hacia lo digital. Parecen preferir el peso y la durabilidad, los placeres táctiles, de lo que aún llamamos «libros reales», del tipo que se puede colocar en un estante.

Los libros electrónicos, en otras palabras, podrían resultar ser simplemente otro formato, un libro de bolsillo aún más liviano y desechable. Eso encajaría con el descubrimiento de que una vez que las personas comienzan a comprar libros digitales, no necesariamente dejan de comprar los impresos. De hecho, según Pew, casi 90% de los lectores de libros electrónicos siguen leyendo volúmenes físicos. Los dos formatos parecen tener propósitos distintos.

Tras haber sobrevivido 500 años de revolución tecnológica, el invento de Gutenberg también podría salir airoso de la ofensiva digital. Hay algo especial en un libro recién impreso y bien encuadernado que no parecemos ansiosos por dejar ir.