Hubo un tiempo no muy lejano, aunque se sitúe en la prehistoria de las telecomunicaciones, en que cada país tenía solo una compañía de telefonía. En las últimas dos décadas del siglo pasado, con el móvil e Internet aún balbuceantes tras su nacimiento, se produjo una ola de liberalización y privatización que acabó con los odiados monopolios.
La teoría, ahora, es que la competencia es beneficiosa, sí, pero hasta cierto punto. Y el principal argumento para defender esas concentraciones (llamadas eufemísticamente procesos de consolidación) es que el desarrollo de Internet y del móvil, con un consumo de tráfico y datos de crecimiento exponencial año a año, precisa de unas inversiones tan descomunales que es preciso volver atrás: pocos operadores y muy grandes.
Por Ramón Muñoz para El País de España.
Parafraseando el axioma bíblico, no era bueno que el hombre estuviera solo frente a la todopoderosa telefónica de bandera. Se dijo entonces que la competencia era la mejor arma para mejorar la calidad del servicio y bajar los precios, subraya Ramón Muñoz en un artículo de El País de España.
Como suele ocurrir, Estados Unidos estaba en la avanzadilla. En 1974 dividió por decreto la todopoderosa AT&T en siete compañías regionales (las llamadas baby bells).Europa no tardaría en seguirle los pasos.
El fin de los monopolios nacionales (como el de Telefónica en España) supuso el nacimiento de cientos de compañías. Por fin, los consumidores habían llegado al edén prometido de la competencia, el vergel del mercado libre, con decenas de ofertas donde elegir. Pero también, como en el relato bíblico, el demonio no se resigna a estarse quieto cuando se trata de acabar con los paraísos. Así que desde hace unos años, y con más intensidad desde que estallara la crisis, una ola de fusiones y concentraciones está sacudiendo el sector de las telecomunicaciones.
La teoría, ahora, es que la competencia es beneficiosa, sí, pero hasta cierto punto. Y el principal argumento para defender esas concentraciones (llamadas eufemísticamente procesos de consolidación) es que el desarrollo de Internet y del móvil, con un consumo de tráfico y datos de crecimiento exponencial año a año, precisa de unas inversiones tan descomunales que es preciso volver atrás: pocos operadores y muy grandes. Pero con el añadido, y eso le diferencia de la época de los monopolios, de que al mismo tiempo se exige un proceso de desregulación: que autoridades y reguladores intervengan lo menos posible.
En ese proceso, EE UU también lleva la delantera. Cuatro gigantes (AT&T, Verizon, Sprint y T-Mobile) se reparten el enorme mercado estadounidense. Aún podían ser menos si el Gobierno de Barack Obama no hubiera frenado en 2011 el intento de AT&T de absorber a T-Mobile USA, filial de Deutsche Telekom.
Verizon, que lidera la telefonía móvil en EE UU, ha cerrado esta semana con Vodafone la compra de su participación del 45% en el capital de Verizon Wireless, su filial celular, por 100.000 millones de euros, reverberando la era de la burbuja tecnológica. Se trata de la tercera mayor adquisición de la historia empresarial tras la compra de la alemana Mannesmann por Vodafone (año 2000) y la de Time Warner por AOL (2001), que se realizaron en plena burbuja. En julio pasado, la japonesa SoftBank culminó la adquisición del 78% de Sprint por 21.600 millones de dólares.
El mercado norteamericano se mueve. Pero el patio local se le ha quedado pequeño y quieren salir de compras al Viejo Continente. Las casas de análisis, los fondos de inversión y los directivos de las operadoras dicen que Europa se está quedando atrás en el sector de las tecnologías de la información, víctima de un mercado fragmentado en pequeños minifundios nacionales, con regulaciones múltiples y estrictas que no permiten rentabilizar las inversiones y que impiden seguir el paso hacia la nueva sociedad digital que marcan norteamericanos y asiáticos.
José María Álvarez-Pallete, consejero delegado de Telefónica, está convencido de que la industria europea está perdiendo el tren y debe ganar en competitividad. “A pesar del gran crecimiento del tráfico experimentado en los últimos años, Europa es la única región del mundo cuyas operadoras no crecen en ingresos”, indica el segundo ejecutivo de la multinacional española, quien llama la atención sobre el hecho de que en Europa existan 339 operadores móviles frente a los nueve de Estados Unidos o los tres de China. También se queja de coexistan 27 marcos regulatorios en la eurozona por tan solo uno que rige la industria tanto en EE UU o en el gigante asiático.
La solución que se apunta es la de un “mercado único digital” europeo con el que poder hacer frente al desafío estadounidense, pero la maquinaria burocrática de Bruselas y la de los propios Estados de la UE no aventuran que llegue a buen puerto el proyecto. “O hay mercado único o no seremos nada en el mundo digital”, ha asegurado el ministro de Industria, José Manuel Soria, en el XXVII Encuentro de las Telecomunicaciones, que se ha celebrado esta semana en Santander.
Jean Marc-Vignolles, consejero delegado de Orange España, suscribe la teoría de que la industria de las telecomunicaciones en Europa está “acorralada” entre dos frentes: “Una regulación europea excesivamente protectora del consumidor”, que se traduce en una presión constante sobre los márgenes de las compañías, y unas necesidades de inversión gigantescas para hacer frente a la creciente demanda.
Vignolles defiende que la “consolidación sigue siendo una asignatura pendiente” porque los operadores europeos se están debilitando. Los dos grandes operadores norteamericanos juntos (AT&T y Verizon) han generado en 2012 más resultados (Ebitda) que la suma de los cinco grandes operadores europeos (Telefónica, Vodafone, Orange, Deutsche Telekom y Telecom Italia). “Las cotizaciones de los operadores europeos están bajo una fuerte presión y se están convirtiendo en objetivo de compra por parte de otros operadores extranjeros”, avisa Vignolles.
Se refiere a operaciones como la oferta pública de adquisición lanzada recientemente por América Móvil, propiedad del magnate mexicano Carlos Slim, sobre la holandesa KPN. Aunque los próximos desembarcos podrían ser mucho más espectaculares. La prensa financiera anglosajona no ha dejado de alimentar los rumores (o tal vez algo más) sobre la intención de AT&T de hacerse con unos de los grandes del Viejo Continente. El más sonado ha sido el interés por Telefónica. Una entrevista del presidente ejecutivo de AT&T con el ministro de Industria desató las especulaciones. En junio pasado, se habló de una opa inminente de la estadounidense por 70.000 millones de euros, que asumiría también la deuda de 50.000 millones de la española. Tanto Telefónica como el Gobierno se apresuraron a desmentir la opa. Aunque se mostraron más cautos cuando la agencia Bloomberg, citando fuentes familiarizadas con la operación, explicaba días después que los planes de AT&T eran más modestos: hacerse con el 29,9% de Telefónica para no tener que lanzar así una opa por la totalidad del capital.
Los operadores europeos se intentan defender de esas amenazas ganando tamaño. Vodafone, que ha tenido ofertas de AT&T por alguno de sus activos europeos, compró en junio el mayor operador de cable de Alemania, Kabel Deutschland, por 7.700 millones de euros. Telefónica ha lanzado una oferta de 8.550 millones por E-Plus, la filial celular de KPN. Son intentos tímidos, que chocan con el celo de los reguladores nacionales y comunitarios, incluso cuando se trata de compartición de infraestructuras. El movimiento que realizaron France Telecom y Deutsche Telekom unificando en una joint venture (Everything Everywhere) sus respectivos operadores británicos puede ser el camino.