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A pesar de la machacona insistencia con que se está fomentando el emprendimiento como vía de escape a una deprimente situación económica, lo cierto es que en los últimos años ha habido una eclosión de startups altamente profesionalizadas y con modelos de negocio muy madurados y con futuro, destacan en la última edición de la revista INCompany.

 Por Eduardo Pedreño, directivo de empresas de tecnología e Internet y profesor asociado del IE Business School

Precisamente este auge de proyectos de empresa -porque una startup no deja de ser eso, una idea en busca de un modelo de negocio- pequeños, ágiles y en muchos casos con productos extraordinarios ha servido para evidenciar que las estructuras rígidas de la mediana-gran empresa están en cierta medida obsoletas y que hace falta una mayor agilidad para adaptarse a un entorno que cambia con excesiva rapidez.

Uno de los vídeos que más me llamó la atención al respecto es uno de Steve Jobs de 2010, en el que habla de la organización de Apple, definiéndola claramente como una startup.

La reflexión de Jobs no es casualidad. La literatura que se ha generado en los últimos años respecto a la gestión de startups, desde el Business Model Generation de Osterwalder hasta la Lean Startup de Eric Ries, pasando por el Startup Owners Manual de Steve Blank, es perfectamente aplicable (no en todos sus puntos pero sí en muchos de ellos) a casi todas las empresas, y deberían ser referencia imprescindible para directivos que trabajen en sectores sometidos a ritmos de cambio acelerados o a posibles disrupciones (hoy en día lo difícil es estar en un sector que no sufra esa realidad).

Como durante muchos años he codirigido empresas, he visto hasta qué punto su disfuncionalidad, la falta de colaboración o la burocracia alejan la gestión de la estrategia, y hasta qué punto el día a día fagocita la capacidad de reacción de empresas que de otro modo podrían ser perfectamente innovadoras en su sector.

En “El dilema del Innovador” (del que el propio Steve Jobs fue ávido lector), el autor describe cómo las empresas innovadoras se ven condicionadas por sus clientes existentes a la hora de dejar de explotar nuevos mercados y cómo por ello caen en la irrelevancia y mueren. La ventaja competitiva, antaño pilar fundamental de la estrategia, hoy en día dura un suspiro, y adoptar aspectos del funcionamiento de una startup no es una opción, ha pasado a ser una obligación.

Y no se trata ni de poner mesas de billar en la oficina ni de andar en jeans a todas partes, sino de crear culturas, dinámicas, organizaciones o productos siguiendo metodologías de gestión que pongan en primer lugar la agilidad y permitan respuestas al mercado en tiempos récord. Es habitual lo contrario, estructuras anquilosadas con directivos que en ocasiones se preocupan más de justificar su sueldo que de dinamizar la compañía, lo que resulta en empleados anclados y difíciles de reciclar y por consiguiente, la muerte de la innovación y la irrelevancia de la empresa (o cualquier otra institución, dicho sea de paso). Otra derivada que he observado de manera directa es que sustituir culturas de colaboración por otras más basadas en criterios políticos resulta en fugas de talento.

La cuenta de resultados puede ser positiva durante algún tiempo (mucho en algunos casos) antes de resentirse, lo cual crea la ilusión de que las cosas van bien. Y entonces llega una crisis y los pollos sin cabeza corren en todas direcciones sin rumbo alguno. Microsoft, cuya pérdida de rumbo merece artículo aparte, es un buen ejemplo. Yahoo, hoy espoleada en la dirección correcta por una brillante directiva robada a Google, otro. Los hay por miles, menciono ejemplos que conozco más de cerca.

Así que mi predicción es simple: en el futuro, las empresas con éxito serán en cierta medida startups o no serán. El “business as usual” ha muerto, el entorno cambia con demasiada rapidez como para crear estructuras que no fluctúen, para tardar en llegar al mercado, no incorporar feedback de manera inmediata en nuestra oferta o permitir culturas no colaborativas. Y una vez que admitimos que la innovación es un motor imprescindible de las empresas todo lo demás es prácticamente irrenunciable. Nadie adoptará todas las recetas del manual (Apple no lo hace en muchos aspectos) y algunas empresas se focalizarán en aspectos concretos (algunas grandes empresas ya lo hacen o llevan muchos años haciéndolo), pero sospecho que veremos a muchos grandes caer por ignorar esta realidad del nuevo mundo post-recesión. Y si no, al tiempo.

(Fuente: El Huffington Post)

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