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Desde la crisis financiera, los mercados emergentes han gozado de algunos beneficios indirectos debido a la lentitud con que el mundo desarrollado se ha ido recuperando.

Los estímulos sin precedentes desatados por los bancos centrales más grandes deprimieron los rendimientos de los activos seguros, haciendo que los inversores busquen tasas más altas en lugares cada vez más exóticos. Entre 2010 y 2013, los flujos de capital privado hacia los países en desarrollo aumentaron a cerca del 6% de su PBI combinado., destaca en Financial Times.

Esta bonanza de fondos probablemente disminuya este año. La decisión de la Reserva Federal de EE.UU. (Fed) de reducir sus compras de activos de u$s 85.000 millones mensuales hará subir las tasas de interés en el mundo rico, permitiendo que los administradores de activos de la City de Londres o de Wall Street reformulen sus carteras con títulos financieros más cercanos a casa. Si bien la prolongada generosidad monetaria del Banco Central Europeo y del Banco de Japón disminuirán este éxodo, las compañías y los gobiernos de los mercados emergentes probablemente se enfrenten a mayores costos de endeudamiento. Cuando la Fed amenazó con comenzar a desactivar la flexibilización cuantitativa el pasado mes de mayo, los spreads sobre los bonos soberanos de países como India y Brasil subieron cerca de 80 puntos básicos en cuatro meses.

La pregunta clave para quienes fijan políticas en los países de ingresos bajos y medios es justamente con qué rapidez se producirá este “gran giro”. Un reciente informe del Banco Mundial ofrece motivos para ser optimistas. La entidad predice que la transición a tasas de interés más altas en los países ricos probablemente sea suave. Se espera que entre 2013 y 2016, la desaceleración de los flujos de capital hacia los mercados emergentes sea de apenas 0.6% de su ingreso nacional combinado.

Sin embargo, aún existe el riesgo de una transición más abrupta. También preocupa que el número de países expuestos a posibles problemas financieros sea mayor al que tradicionalmente se cree. Investigaciones publicadas por el Financial Times la semana pasada muestran que al menos ocho países de ingreso medio tendrían dificultades para pagar sus préstamos si el sistema financiero llegara a “detenerse repentinamente”. La lista incluye a países que están en la mira desde hace mucho debido a sus grandes déficits comerciales, tales como Turquía, pero también algunos favoritos del mercado, como Chile, por ejemplo.

El desafío para estas economías es doble. Primero, es esencial que recorten su exposición a la parpadeante deuda a corto plazo. En particular, la estabilidad de muchas corporaciones no financieras es una verdadera causa de preocupación. Así como hubo muchos bancos que se vinieron abajo por la crisis financiera asiática del 1997-98, estas compañías se endeudaron mucho en moneda extranjera y son vulnerables a cambios repentinos en las cotizaciones cambiarias.
Segundo, los mercados emergentes deberían buscar seguir siendo atractivos para los inversores extranjeros, aunque el dinero global se vea más restringido.

La primera línea de defensa para los bancos centrales es aumentar las tasas de interés, tal como hizo Brasil la semana pasada. Un incremento a tiempo puede cambiar la psicología de los inversores, pero los riesgos detienen el crecimiento. Una solución más durable es promover cambios estructurales que eleven el potencial de expansión. Éste es el camino que ha seguido México desde que Enrique Peña Nieto fue electo presidente. Su reforma no sólo permitió a México mantener una política monetaria más blanda que otros países; también hizo que los participantes del mercado se interesen en invertir directamente en la economía, que es una manera más segura de recibir financiamiento del exterior que el “dinero caliente”.

Una recuperación fuerte de los países ricos puede ser una gran noticia para los países en desarrollo. El comercio repuntaría provocando un alza de sus exportaciones. Pero para que eso suceda, los mercados emergentes deben fortalecer sus sistemas financieros, depender menos de los fondos a corto plazo y a la vez mejorar su competitividad. Sólo esto garantizará que su extraordinario viaje económico pueda continuar sin problemas.

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