El poder está cambiando de manos: de grandes ejércitos disciplinados a caóticas bandas de insurgentes; de gigantescas corporaciones a agiles emprendedores; de los palacios presidenciales a las plazas públicas.
Por Julio Ignacio Rodriguez Morano, director & publisher de MANAGEMENTSociety e INCompany
“Presidentes maniatados. Magnates hundidos. Ejércitos impotentes. Obispos sin fieles. Nuevos actores desafían a los dirigentes tradicionales. El poder ya no es lo que era. Se ha vuelto más fácil de obtener, más difícil de usar y mucho más fácil de perder””, escribía el año pasado el reconocido analista Moisés Naím, autor del libro “The end of power” en el prestigioso diario El País.
Este fenómeno se repite en la mayoría de los países. En Perú, las encuestas son por demás preocupantes. En los últimos años las cifras de aprobación de los tres poderes tutelares del Estado se han derrumbado. Las cifras de Ipsos muestran que a junio de 2014 el Poder Ejecutivo tenía una aprobación del 15%, el Congreso 9% y el Poder Judicial 9%.
En 2012, solo cuatro de las 34 democracias más ricas del mundo contaban con un presidente o primer ministro respaldado por una mayoría parlamentaria.
Los presidentes de Estados Unidos, China, Rusia y los CEO de los gigantes empresariales JPMorgan Chase o Shell siguen teniendo un poder inmenso, pero es mucho menor del que tenían sus antecesores. Antes, presidentes y directivos no solo se enfrentaban a menos rivales y competidores, sino que además tenían menos restricciones a la hora de utilizar ese poder. Los poderosos, hoy, suelen pagar un precio mayor y más inmediato por sus errores, escrutados constantemente por una población con más conciencia política y más exigente, y el escrutinio de los medios de comunicación.
“¿Por qué el poder es cada vez más fugaz?, se pregunta el autor. Porque las barreras que protegen a los poderosos ya no son tan inexpugnables como antes. Y porque han proliferado los actores capaces de retar con éxito a los poderes tradicionales”. Moisés Naím habla de la revolución “del más”. A su juicio, “el siglo XXI tiene más de todo: más gente, más urbana, más joven, más sana y más educada. Y también más productos en el mercado, más partidos políticos, más armas y más medicinas, más crimen y más religiones”. Su conclusión es que “una clase media impaciente, mejor informada y con más aspiraciones está haciendo más difícil el ejercicio del poder”. Del poder mal entendido, agrego humildemente.
En esa misma línea, el World Values Survey, una red global de sociólogos que estudia el cambio en los valores y su impacto en la política, desvela la insatisfacción con los sistemas políticos y el desempeño de los gobiernos, un consenso cada vez mayor en todo el mundo sobre la importancia de las libertades individuales, así como más intolerancia frente al autoritarismo y la maximización de la búsqueda del bienestar por encima de la autoridad. Y esta insatisfacción con los sistemas políticos y las instituciones se da en prácticamente todos los países.
José Manuel Velasco Guardado, Presidente de la Asociación de Directivos de Comunicación de España, señala que “La conciencia de ciudadanía ha crecido en paralelo al deterioro de la confianza en los partidos políticos, que desempeñan o deberían desempeñar un papel intermedio entre el Estado y la sociedad civil.” Han proliferado los actores capaces de retar con éxito a los poderes tradicionales. A los poderes mal entendidos, agregaría.
Se ha producido una revolución en la manera en que los ciudadanos se comunican, ya sea de una forma organizada a través de las entidades de carácter colectivo, o directamente mediante el ejercicio de su libertad de expresión vía internet. Un mero “me gusta” es una forma de compartir y repartir juicio más allá de la esfera individual, destaca José Manuel Velasco.
Ya lo decía el gurú Peter Drucker en el año 2006, recuerda Velasco Guardado: “Dentro de unos siglos, cuando la historia de esta época se escriba con una perspectiva más a largo plazo, es probable que el acontecimiento más importante identificado por los historiadores no sea la tecnología, ni internet, ni el comercio electrónico, sino un cambio sin precedentes en la condición humana. Por primera vez, literalmente, un número grande y creciente de personas tiene el poder de elegir. Por primera vez, tendrán que auto-gestionarse. Y la sociedad no está preparada para eso.”
Con este artículo no pretendemos ingresar al mundo de la política desde nuestras publicaciones que abordan los apasionantes temas del management o los negocios modernos. Pero es obvio que esta nueva realidad tiene una clarísima repercusión en el mundo de los negocios, de la economía y de toda la sociedad en su conjunto.