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En Estados Unidos, el Reino Unido o Francia es donde la economía colaborativa es fuerte, pero también se está expandiendo en América Latina y las empresas pioneras crecen aceleradamente ofreciendo a los usuarios una forma diferente de acceder a lo que están buscando.
Por Bencho Sánchez-Cerro, analista de INCompany

 La denominada “Generación del Milenio” está adoptando hábitos de consumo diferentes a los tradicionales. No están muy interesados en poseer cosas que no van a necesitar de forma permanente y no les apetece estar atados a un lugar o a un compromiso financiero durante muchos años. Esta nueva mentalidad está impulsando la creación de empresas que respondan a sus necesidades presentes y futuras y que sean flexibles para adaptarse a un momento concreto.

Nace así la economía colaborativa cuyos más conocidos ejemplos son Airbnb, Uber, Taskrabbit o Lyft, entre otras. “Se pasa del capitalismo de propiedad al capitalismo de acceso”, remarca Daniel Abadi, co-founder y CEO de Educabilia de Argentina.

Una de los proponentes más famosas de este tema es la australiana Rachel Botsman que es co-autora del libro «What’s Mine Is Yours: The Rise of Collaborative Consumption» y experta en el tema con artículos y presentaciones en Havard Business Review, TED y la revistas Wired y Fast Company. Botsman explica que los términos como economía colaborativa, consumo colaborativo, economía de compartir, economía de pares («peer economy» en inglés) son distintos pero tienen algo en común: redistribución de poder de “consumo” a través de individuos y comunidades conectados por redes informáticas.

En Estados Unidos, el Reino Unido o Francia es donde la economía colaborativa es fuerte, pero también se está expandiendo en América Latina y las empresas pioneras crecen aceleradamente, ofreciendo a los usuarios una forma diferente de acceder a lo que están buscando. Los nuevos modelos de negocio están aprovechando la era digital para crear una economía de intercambio basada en la participación y la conexión.

Los consumidores pagan por ver una película, utilizar un coche, pedir prestado un taladro eléctrico, o tomar en préstamo un equipo caro sólo por el período de tiempo que lo necesitan. Las personas ya no quieren pagar grandes cantidades de dinero para poseer un objeto que sólo pueden utilizar una o dos veces en su vida. Es más fácil, más barato y más ecológico pagar para disponer de un elemento compartido.

Idea.me, Segundohogar.com o Educabilia son tres empresas que nacieron en la Argentina y desembarcaron con sus propuestas en varios países de Latinoamerica y varias de ellas están presentes también en el mercado de habla hispana de Estados Unidos. Con pocos años en el mercado y número de usuarios y de transacciones en alza en todos los casos, reafirman la aceptación que está teniendo este tipo de consumo.

En poco más de dos años, Educabilia se convirtió en el sitio de referencia en educación no formal y lifelong learning, que significa “aprender toda la vida”. Funciona en diez países de Latinoamérica y es visitada cada mes por 4 millones de personas en busca de las mejores alternativas, entre más de 20,000 cursos clasificados por ubicación, precio y reputación, llegando actualmente a publicarse 50 cursos por día.

Como la mayoría de empresas que ofrecen servicios dentro del consumismo colaborativo, toda transacción se hace a través de una plataforma de la empresa que anima a los usuarios a colaborar y a compartir sus experiencias, para mantenerlos informados y promover una comunidad activa y dinámica.

Uber, que conecta pasajeros con conductores de vehículos particulares registrados, a través de su software de aplicación móvil, es una de las mejores valoradas y más controversiales empresas de tecnología que opera en el consumo colaborativo hasta ahora. Está valuada en 18,200 millones de dólares y los dueños aceptaron una inversión de 1,200 millones de dólares en junio pasado para expandir su negocio a más ciudades alrededor del mundo.

Cambiando nuestras vidas
“He observado con interés como las redes sociales y el software de aplicación móvil (apps) están cambiando nuestras vidas y ofreciendo opciones de colaboración y “engagement” como en ningún otro momento en la historia de la humanidad. Don Tapscott, co-autor de “Macrowikinomics: New Solutions for a Connected Planet” (2010), explica que hay momentos claves de colaboración en la historia: desde la invención de la imprenta por Gutenberg en el siglo XV hacía el uso de la red informática en los años noventa y las redes sociales en los últimos diez años. Estos cambios hacía acceso a información y colaboración tienen efectos profundos en como consumimos bienes y servicios”, dice Esther Clark, consultora de Hipona Consulting, con experiencia en temas de estrategia y corporate governance.

Este nuevo modelo “ya es grande y lo bastante disruptivo como para atraer a empresas que encuentren cómo aprovecharlo”, dijo la revista The Economist.

Los países líderes
Un gran número de empresas han surgido en los últimos años, ofreciendo servicios que están bajo el paraguas del consumo colaborativo. Se puede contratar o utilizar los automóviles compartidos utilizando sitios como GoGet, ZipCar o Blablacar; encontrar un lugar para quedarse con Airbnb, o alquilar un vestido caro y corbatas a través de GirlMeetsDress y TieSociety respectivamente.

Esto es sólo una muestra de lo que está disponible de forma compartida. Cada vez se ofrecen más productos y servicios por parte de nuevos innovadores de colaboración que crean empresas cada semana.
“El carácter internacional de muchos de estos sitios, junto con la amplia gama de innumerables servicios disponibles en los sectores del mercado, hace que sea difícil calcular específicamente lo que los países están realmente liderando en términos de consumo colaborativo”, destacan desde cronnection.com . Sin embargo, hay algunos datos y cifras que muestran tendencias al alza en este nuevo tipo de consumismo, en todo el mundo.

“Actualmente, los mayores usuarios de los servicios de colaboración son el Reino Unido y los EE.UU, señala cronnection.com. Tiene sentido, ya que son los países donde existe el mayor porcentaje de población conectada a Internet, los que tienen más bienes materiales para ser intercambiados y compartidos, y también tienen los niveles más altos de la renta disponible.

En América Latina, en países como Brasil, Argentina, México y Chile se puede apreciar una explosión del consumo colaborativo en paralelo a la de Occidente. Brasil ha experimentado el mayor crecimiento en su mercado de colaboración, lo que ha llevado a Airbnb a abrir una oficina regional. El efecto se está extendiendo con la creación de empresas similares formadas por empresarios locales. Se puede predecir que todas estas empresas crecerán en América Latina continuamente durante muchos años.

Las más conocidas
En las últimas semanas se ha hablado mucho de la app Uber, el terror de los taxistas, que ya vale 18,200 millones de dólares. En apenas cuatro años de vida, la start-up californiana se ha convertido en la “niña bonita” del competitivo universo tecnológico.
Uber es una startup financiada con capital de riesgo con sede en San Francisco, California. La empresa proporciona a sus clientes una red de transporte, a través de su software de aplicación móvil («app»), conectando pasajeros con conductores de vehículos registrados en su servicio, los cuales ofrecen un servicio de transporte. La empresa organiza traslados en decenas de ciudades de todo el mundo.

Los ejemplos más habituales de empresas dentro de la economía colaborativa son los alquileres de autos o viviendas, pero los servicios que ofrecen los proyectos surgidos de esta nueva mentalidad van más allá de las clásicas empresas de alquiler. Algunas compañías de moda en Estados Unidos, como ZipCar o BlaBlaCar, permiten a los usuarios conseguir un automóvil en el momento y lugar en que lo necesiten y dejarlo donde quieran. Pueden localizarlo y arrancarlo directamente con el móvil. La flexibilidad del servicio permite su utilización por periodos tan cortos como una hora. Todo ello incluye seguro y gasolina.

Brian Chesky, Joe Gebbia y Nathan Blecharczyk crearon en 2008 Airbnb, una plataforma de internet por la cual los dueños de una cama que no usan pueden alquilarla a interesados que, a su vez, aprecian las ventajas de menores costos y del contacto con anfitriones posiblemente amigables.
Tal y como destacaba un reciente artículo en The Guardian, la red de alquiler de habitaciones Airbnb, emblema de la sharing economy, está valorada en 10,000 millones de dólares.

El sector de los alquileres de casas y alojamientos es un terreno que se encuentra en auge y al que aún le queda mucho espacio para su crecimiento y los datos ofrecidos por GlobalWebIndex, en relación a los resultados del primer trimestre de 2014, sugieren que la captación más alta se ha producido en América Latina. Según estos datos, tres de cada diez usuarios de internet entrevistados en la región han alquilado una habitación o un apartamento a través de algún servicio como Airbnb. Este dato dobla a los resultados obtenidos en el mercado que ocupa la segunda posición (Asia-Pacífico) y más del doble del promedio mundial que se sitúa en el 14%.

Desglosados por países, los resultados mostraron que los usuarios de internet en Brasil fueron los más propensos a la hora de alquilar una habitación o un apartamento a través de un servicio de este tipo. Un 40% de los encuestados brasileños afirmó haber alquilado una habitación o apartamento frente al 24% que contestó lo mismo en Indonesia y Filipinas o el 19% de Tailandia y Malasia.

El mismo principio se extiende hoy a una serie de objetos costosos de adquirir y que no se usan todo el tiempo, como herramientas o autos. Si los sitios de subastas online convirtieron a cualquier particular en un vendedor de cosas, ahora es el turno del alquiler entre pares.

También es posible conseguir tiempo por internet para realizar gestiones o tareas como la compra diaria, recoger prendas de la tintorería o similares. TaskRAbbit ha creado un mercado abierto donde cualquiera puede rentabilizar su tiempo libre ofreciéndolo a otras personas que carecen del mismo.

El caso de Uber
¿Es el revuelo generado en torno a Uber exagerado o está la euforia totalmente justificada? Esta es la pregunta que ronda la cabeza de muchos usuarios, inversores y periodistas cuando sale a colación la famosa app para solicitar desde el móvil trayectos en vehículos privados en las grandes ciudades, una app cuyo peculiar modelo de negocio se ha convertido en un auténtico quebradero de cabeza para el sector del taxi.
En apenas cuatro años de vida la start-up californiana acapara los titulares. Hace un año y tras varias rondas de financiación, Uber alcazaba un valor de 3,500 millones de dólares. Una cifra que se queda ahora, sin embargo, totalmente “enana” si se compara con su actual valor de mercado: 18.200 millones. ¿La culpable de estos estratosféricos números? Una nueva ronda de financiación de 1.200 millones de dólares con la que Uber ha batido todos los récords.

Y no es para menos. La suya se trata de la ronda de financiación de mayor volumen de la historia para una empresa de tecnología. Gracias a esta multimillonaria ronda de financiación, en la que han participado varias empresas de capital de riesgo como Google Ventures, Uber ha conseguido multiplicar por cinco su valor de mercado en apenas 12 meses.

Con un valor de mercado de 18.200 millones de dólares -en realidad son 17.000, pero pronto la app ingresará en sus arcas otros 200 millones de dólares y su actual valoración pegará un estirón de entre 1.200 y 1.400 millones de dólares-, Uber vale ya más que pesos pesados del universo tecnológico como Dropbox o Spotify.

Uber inició su andadura hace cuatro años en San Francisco con el que a priori fue el eje central de su negocio: el alquiler de limusinas. Sin embargo, la compañía, siempre inquieta, sumó pronto a su portfolio más productos, incluyendo el alquiler de taxis convencionales, de limusinas más grandes y de vehículos todoterreno. Aun así, lo que ha catapultado de verdad a la fama a la start-up californiana es su servicio uberX, que permite que el usuario pueda solicitar a través del móvil trayectos en coches privados de manera más fácil, más rápida y sobre todo más económica que en los taxis tradicionales.

En este recién estrenado y lucrativo sector Uber mantiene una lucha encarnizada desde hace tiempo con Lyft, también con sede en San Francisco. Uber está presente en la actualidad en 128 ciudades de 37 países diferentes, entre ellos España.

Sharing economy y paradojas
Airbnb y Uber son ejemplos de la llamada sharing economy , una forma de incrementar la eficiencia de la prestación de servicios.
“Airbnb permite que cualquier propietario de una casa o apartamento lo ponga en alquiler. Uber, que cualquiera que tenga un auto pueda recoger y transportar viajeros. Y hay muchos ejemplos más. Cualquiera de ellos se convierte en inmediato amenaza para sectores como los hoteles, los taxis, u otros. De hecho, suelen ser denunciados por sus homólogos tradicionales, que los ven como competencia desleal”. Un verdadero escándalo, asevera Enrique Dans del IE Business School.

La paradoja es que, además, todos comparten una característica curiosa: los competidores clásicos los menosprecian. Los hoteles ven a Airbnb como una alternativa barata, para turistas cutres de mochila, y se imaginan apartamentos sucios, auténticos cuchitriles. Los taxistas hablan de Uber como del demonio, y se imaginan vehículos descuidados y conductores con antecedentes penales.

La realidad es que la mayoría de las personas que conozco que han usado Airbnb no eran precisamente turistas de mochila y, además, han tenido en muchos casos una experiencia mejor que en un hotel. Algunos han encontrado apartamentos preciosos en pleno centro de las ciudades que visitaban, propiedades casi de lujo, o neveras llenas de refrescos como detalle del dueño de la casa. Con Uber, los que lo prueban, repiten, y hablan de mejor servicio, conveniencia absoluta, coches cuidados, y conductores muy amables.

La paradoja de la sharing economy es que, en muchos casos, el servicio que proporciona es mejor que aquel al que sustituye. Y que aquellos que sufren la disrupción, generalmente no se enteran.

Perú: Un Mercado de Consumidores Digitales Desconfiados

Por Álvaro Zárate, fundador de Startup Academy, coordinador general de Lima Valley y coordinador de la carrera de Administración del Emprendimiento en UPC

A nivel global, el modelo de sharing economy ha demostrado ser muy disruptivo y ha llegado al nivel de cambiar economías establecidas desde hace decenas de años, como Uber con los taxis o Airbnb con el alojamiento. Esta última, dicho sea de paso, con solo 5 años de vida, acaba de ser valorizada en 10,000 millones de dólares, por encima de cadenas de hoteles de renombre y con decenas de años en el mercado.
El consumo colaborativo implica que como consumidores aprendamos a vivir en un mundo en el que ser dueños de bienes ya no signifique tanto como significaba en épocas anteriores, e incluso a que valoremos las experiencias por sobre lo material.

Por mi experiencia trabajando en la validación de mercados con decenas de startups locales, me ha quedado claro que el consumidor peruano tiende a ser muy desconfiado. Cuando se trata de conectar dos segmentos de mercado -en este caso que conectamos oferta con demanda- el segmento demandante tiende a preferir el respaldo de una empresa que ofrezca el servicio directamente con sus propios recursos para darle una sensación de seguridad.

Como consumidores de productos digitales, los peruanos estamos muy por detrás de otros países, pero estamos en proceso de aprendizaje. Teníamos y seguimos teniendo miedo a utilizar las tarjetas de crédito para compras en internet, y aún más en apoyarnos en «extraños» para solucionar nuestros problemas (pero contratar personal de apoyo cama adentro mediante una agencia tradicional no nos parece tan descabellado). Esto de ninguna manera significa que todo esté perdido, sino simplemente nos indica que debemos “tropicalizar” nuestra estrategia para un contexto como el peruano/latinoamericano.

Un caso de estudio es Easy Taxi, que se basa en el peer-to-peer pero se posiciona ante sus consumidores dándoles la seguridad de que ellos están siempre ahí velando para que los conductores de los taxis sean confiables.

Las startups peer-to-peer tienen un grandísimo potencial de escalabilidad. Siempre dependerá del tipo de empresa, pero bajo una estrategia correcta podemos «externalizar» la oferta de un bien o servicio y ahorrar en infraestructura, logística, insumos, recursos humanos o producción basando nuestro modelo de ingresos por comisiones de intermediación, por suscripción, por tasa de uso u otros, lo cual nos facilita penetrar en otros mercados muy rápidamente a una fracción del costo e inversión que nos suponía expandir una empresa tradicional.

Si quieres desarrollar una startup bajo este modelo sugiero olvidar las metodologías tradicionales al momento de elaborar un plan de negocios y trabajar fuertemente en validar ambos segmentos de mercado: el de la oferta y el de la demanda. Con validar me refiero al proceso cíclico de explorar y encontrar qué modelo funciona y se ajusta a lo que el segmento realmente quiere.

Customer Discovery (la primera fase de la metodología de Customer Development que nos enseña Steve Blank) es un excelente punto de partida, así como la mentalidad Lean Startup de Eric Ries que está bastante relacionada. Validemos todas nuestras hipótesis antes de crear el producto. A la larga, de nada nos sirve que un segmento perciba valor en nuestro producto si al otro no le interesa.

Al inicio enfócate en aprender de tus early adopters mientras entregas valor y bajo ninguna circunstancia pienses en escalar hasta que hayas validado que tu modelo de negocio y tu modelo de adquisición de clientes funcionan. Un claro sustento nos lo ha dado el Startup Genome Report de Startup Compass, que entre muchos insights nos revela que -estadísticamente- el motivo número uno por el que las startups fracasan es por escalar prematuramente.