Kailash Satyarthi, nacido en Vidisha (India) en 1954 ha sido galardonado con el premio Nobel de la Paz 2014, por su incansable lucha para erradicar el trabajo y la explotación infantil.
Satyarthi comparte este reconocimiento con Malala Yousafzai, la joven activista de origen paquistaní que lucha por el derecho a la educación de las niñas en todo el mundo. El premio no sólo ha servido para reconocer la labor que desempeñan ambos sino que ha unido a India y Pakistán enemigos históricos enfrentados en diferentes guerras de independencia desde 1947.
El hecho de que uno de los galardonados con el premio Nobel de la Paz haya ido a parar a manos de un activista que lucha por los derechos de los niños defendiendo un crecimiento económico sin explotación infantil, pone una vez más de manifiesto la situación la situación de millones de niños que son forzados a trabajar en grandes compañías, firmas y marcas que intentan ocultar las condiciones en las que son elaborados los productos que nos ofrecen.
Kailash Satyarthi fundó en 1983 la ONG Bachpan Bachao Andolan (BBA) que lucha contra la explotación infantil realizando redadas en fábricas y talleres donde trabajan niños o ayudando a los padres de estos a pagar las deudas por las que sus hijos tienen que trabajar a edades cada vez más tempranas.
Uno de sus principales objetivos es concienciar tanto a los consumidores de India como a los del resto del mundo de que consuman productos que no hayan sido elaborados por menores. “El crecimiento y la economía de mercado no pueden prosperar dando la mano a la esclavitud y el tráfico infantil. No puedes hacer este mundo mejor, más pacífico y apto para vivir teniendo el peso de la esclavitud infantil no en tu espalda, sino en tu cara” ha declarado el premio Nobel.
De acuerdo a los últimos datos ofrecidos por Unicef 28 millones de niños de entre 6 y 14 años trabajan en la India. Privados de su infancia y libertad estos niños trabajan largas jornadas por salarios ínfimos en condiciones que en muchas ocasiones orzan la esclavitud.
Hace un par de años el Centre for Research on Multinational Corporations (ONG holandesa que analiza grandes empresas) y el India Committee of the Netherlands (ONG que lucha contra la explotación infantil) puso en el punto de mira a algunos de los gigantes mundiales del sector textil al relacionarlas con este tipo de prácticas laborales.
Bajo el título de Captured by Cotton, se publicó un informe en el que se mencionaba a grandes empresas como Tommy Hilfiger, Timberland, H&M, Marks&Spencer, Diesel, Gap, C&A, El Corte Inglés, Inditex y Cortefiel relacionándolas con empresas que utilizaban trabajadoras de entre 14 y 20 años en la región india de Tamil Nadu pertenecientes a los Dalit, la casta más baja del país.
En esta zona operaran cuatro grandes empresas manufactureras mencionadas en dicho informe: Eastman Exportas, SSM India, Bañara Amman Grupo y KPR Mil. La primera de ella tiene entre sus principales clientes a Inditex, El Corte Inglés y Cortefiel. Tras publicarse este informe portavoces de El Corte Inglés aseguraron que en el diario El Confidencial que la compañía india había abandonado esas prácticas y había superado con éxito dos auditorías internacionales llevadas a cabo por Business Social Compliance Initiative.
Pero no sólo se dan estos casos en el sector textil. Nintendo fue acusada en 2012 de utilizar minerales recogidos por personas explotadas y forzadas a trabajar en minas en situaciones de esclavitud tal y como denunció la organización WalkFree.
Lo cierto es que el sector de la moda se nos presenta como una de las esferas más elegantes pero detrás nos encontramos con una de las industrias más viles. Grandes empresas y firmas de renombre como las ya mencionadas continúan recurriendo a prácticas casi inhumanas como las descubiertas en las tragedias sucedidas en el mes de abril del pasado año tras incendiarse y derrumbarse una de estas fábricas en India.
Múltiples informes de diferentes ONG y organizaciones que como Kailash Satyarthi luchan día tras día para poner fin a la explotación infantil afirman que detrás de los buenos deseos y promesas de cambio de las grandes empresas tan sólo se encuentran estrategias para mejorar su imagen comercial y se limitan a reemplazar a los menores explotados o simplemente a cambiarlos a ellos y sus fábricas de sitio con el fin de evitar las multas gubernamentales.