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Disfrute de la música gratuita mientras pueda. La fiesta podría estar llegando a su fin a medida que la industria de la música se prepara a obligar a que los melómanos abran la billetera, señala Hannah Karp en The Wall Street Journal.

En los últimos años, las discográficas han permitido que los servicios de streaming como Spotify AB ofrezcan una variedad de formas para que los aficionados prueben los servicios de manera gratuita, con la esperanza de convencerlos de pagar una suscripción de US$10 al mes y alejarlos de sitios de intercambio de archivos y otras fuentes ilegales de música gratis.

Por ejemplo, los usuarios de la aplicación gratuita de Spotify para celulares pueden reproducir el catálogo de cualquier artista que elijan, siempre y cuando el orden de las canciones sea aleatorio. Los usuarios sin suscripción de Spotify en tabletas y laptops incluso pueden escuchar canciones específicas a la carta, acompañadas de anuncios. En 2013, Spotify presentó un servicio de radio a la carta para usuarios móviles. En total, 37,5 millones de personas usan las diferentes versiones gratuitas del servicio, frente a los 12,5 millones que pagan una tarifa mensual.

Ahora que los fans de la música han probado el servicio, los sellos discográficos están siendo menos generosos antes de comenzar la próxima ronda de negociaciones de licencias. Algunos planean usar su influencia para comenzar a reducir el acceso gratuito. Un ejecutivo de un importante sello dijo que lamentaba haber permitido que los licenciados ofrecieran cualquier función de música a la carta de manera gratuita. “En retrospectiva, cometimos un error”, dijo.

Los grandes sellos (Universal Music Group, de Vivendi SA ; Sony Music Entertainment, de Sony Corp. ; y Warner Music Group, de Access Industries) quieren que los servicios de suscripción musical recorten los tiempos gratuitos de prueba, vendan más anuncios en sus servicios gratuitos y obtengan la información de tarjeta de crédito de sus clientes lo antes posible, además de invertir más en reducir las tasas de rotación de abonados.

Incluso YouTube, propiedad de Google y que es de hecho el mayor servicio de música de Internet gracias a sus millones de videos musicales gratuitos, está sumándose a esta tendencia. El miércoles, la compañía reveló detalles de un esperado servicio de suscripción pago llamado Music Key que tendrá un costo de US$10 al mes.

Un usuario promedio de servicios gratuitos de streaming genera ingresos de cerca de US$4 al año para las disqueras, según un ejecutivo de un sello discográfico, frente a US$50 y US$75 por comprador durante la era de los discos. Los suscriptores de Spotify pagan US$120 al año. Cerca de 70% de ese dinero termina en los bolsillos de las disqueras y empresas que distribuyen música. Los usuarios de servicios gratuitos como el de radio a la carta de Pandora Media Inc. superan por mucho a los que pagan por Spotify y sus competidores.

Algunos servicios de música digital están dando señales de resistencia en las negociaciones preliminares, ya que les preocupa que recortar las funciones gratuitas demasiado rápido podría asustar a los usuarios antes que entiendan cómo funciona el modelo de suscripción, según una fuente al tanto.

“Nuestro servicio gratuito impulsa nuestro servicio pago”, escribió Daniel Elk, presidente ejecutivo de Spotify, en una entrada en el blog de la compañía esta semana.

La tensión se tornó evidente a principios de este mes, cuando la estrella del pop Taylor Swift se abstuvo de publicar su álbum más reciente “1989” en Spotify y poco después retiró todo su catálogo del servicio. Su sello discográfico buscaba hacer que su música estuviera disponible únicamente para los suscriptores pagos de Spotify, pero la empresa insistió en que ella, como todos los artistas en el servicio, permitiera que sus canciones estuvieran disponibles tanto para sus usuarios pagos como gratuitos, con la esperanza de mantener el servicio libre de cargos lo suficientemente atractivo como para seguir atrayendo suscriptores.

Los esfuerzos por convertir a los usuarios gratuitos en pagos es el más reciente de una serie de cambios radicales en la economía de la industria musical, que comenzaron a finales de los años 90 cuando los aficionados comenzaron a subir y compartir su música en línea, dice Lucian Grainge, presidente ejecutivo de Universal Music.

En la primera década de esa tendencia, la industria se enfocó en “tratar de contener el intercambio de archivos y la piratería”, dice. Ahora, las compañías se han concentrado en “detener el declive” creando tantas plataformas y servicios como sea posible para comenzar a captar algo de dinero.

Los esfuerzos parecen estar dando frutos ya que los ingresos se han estabilizado en los últimos años y el crecimiento en los ingresos por streaming ha compensado la caída en las ventas de descargas.

La tercera fase, afirma, “será acelerar las suscripciones pagas y la experimentación”, con un “enorme precio recurrente de altos márgenes”.

Los servicios gratuitos han conectado a los usuarios con el streaming, señala, pero “la financiación con anuncios no es un modelo sostenible”. Para ayudar al crecimiento del negocio de suscripción, Grainge dice que Universal Music planea experimentar con términos y precios de membresía, posiblemente ofreciendo a los suscriptores desde interacciones con los artistas hasta acceso a eventos en vivo.

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