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Una de las paradojas del negocio bancario es que los contribuyentes consienten el tamaño premiándolo con un subsidio implícito.

Sin embargo, la escala que suma complejidad puede hacer que los bancos se vuelvan más propensos a la mala gestión y al mal comportamiento. Y hasta puede hasta llevarlos a la quiebra.

Pocos casos ilustran mejor la dificultad de conducir hoy gigantes multinacionales fiscalmente consentidos que HSBC. Como institución fue elogiado por su estabilidad durante la crisis. Ahora quedó atrapado en una tormenta por la conducción de sus subsidiarias, muchas de ellas se dieron un atracón de u$s 52.000 millones en la década anterior a 2007.

El último caso involucra a la unidad de banca privada suiza de HSBC. Con sede central en Ginebra, la unidad está siendo investigada en varias jurisdicciones por ayudar a clientes a evadir impuestos en sus países de origen.

En un momento de alta sensibilidad pública a la evasión impositiva, se podría esperar algún grado de humildad por tal comportamiento. HSBC reconoció públicamente errores pasados pero el tono sigue siendo mayormente impertérrito. El problema es noticia vieja y Stuart Gulliver, CEO, sugirió que no se puede esperar que tenga conocimiento exacto sobre qué estaba ocurriendo en HSBC. “¿Puedo saber qué hace cada uno de los 257.000 empleados? Claramente, no.”, argumentó.

Gulliver puede mantener su postura con fervor, pero se hace la pregunta equivocada. Nadie espera que sepa todo. Pero si él y su equipo gerencial no asume la responsabilidad de las acciones del grupo en su actual tamaño, la respuesta es simple: el banco debe achicarse hasta que pueda asumirla.

Después de décadas de crecer en tamaño y complejidad, los bancos quizás se hayan habituado a la responsabilidad borrosa. Pero afortunadamente en el Reino Unido se está fijando un nuevo régimen para que los gerentes y algunos no ejecutivos sean responsables por el comportamiento de los bancos.

Al convertir a los altos ejecutivos en responsables por tareas y funciones específicas, las autoridades pueden abordar la mayor frustración del viejo régimen. La responsabilidad colectiva del directorio impedía culpar a los jefes en forma individual, y las multas eran el único castigo para quien no cooperaba. Sin embargo, esas multas terminaban castigando a los inversores y no a quienes directamente estaban en falta.

Las nuevas normas sí tienen un punto polémico. El peso de la prueba gira hacia los directores. En caso de un problema, deben demostrar que tomaron las medidas para evitarlo: la ignorancia no es excusa. Pero eso se aplica sólo en casos donde el castigo podría ser una sanción regulatoria. En los casos penales rige la normal presunción de inocencia.

Quienes se dedican a otras profesiones críticas aceptan la responsabilidad por sus acciones. La lección de la crisis es que los banqueros no deberían construir estructuras difíciles de manejar ni desligarse de sus responsabilidades.

Que el nuevo régimen dificulte eso es algo que debería ser bienvenido. Las últimas décadas demostraron que los banqueros tienen todos demasiados incentivos para construir instituciones cada vez más grandes y complejas al punto de la dejarlas inmanejables. No basta con frenar esta cruel rueda. Debería dar marcha atrás.

BANCOS-INMANEJABLES-HSBC