Distinguir entre cuándo has cruzado la barrera entre el aburrimiento normal en el trabajo o la desmotivación y el desánimo es importante para hacer un buen informe de la situación y tomar medidas.
Desde hace un tiempo, que ya tiene visos de convertirse en temporada, te pesa más que nunca el sueño al levantarte. Dudas, si la desafección que sientes por todo lo que esté relacionado con tu trabajo entra dentro de lo normal o ya empieza a cambiar de color. Puede ser que necesites un cambio, o igual unas nuevas vacaciones, piensas. Pero últimamente ni las vacaciones son ya parche, la cuesta arriba ha tomado una pendiente difícil de escalar. Carlos Carañas de la revista Forbes nos deja un listado de signos y síntomas para identificar cuándo lo normal se ha convertido en extraordinario y tienes que empezar a escucharte y hacerte caso.
El primer café de la mañana
“Todos tenemos una serie de hábitos en el trabajo de los que nos cuesta desprendernos, uno de los primeros síntomas es el primer café del día, empiezas a huir un poco de esas charlas tempraneras de temas variados de unos cuantos: la política, los niños y Gran Hermano son los protagonistas, apunta Desirée Moreno, responsable de RRHH en Marítima Davila S.A., empresa de unos 500 trabajadores. Si ya no soportas escuchar una conversación que hasta hace poco te divertía, o simplemente, amenizaba el inicio de la jornada laboral, algo ha cambiado dentro de ti. La conversación sigue siendo igual de amena o de aburrida que hace unos meses.
Una jornada de monosílabos
Por la palabra empieza a evidenciarse la desmotivación. Donde antes hubieras argumentado, debatido o simplemente habrías participado de la situación, ahora lo resuelves con un monosílabo seguido de una huída con los hombros caídos. “Tu puesto de trabajo es tu refugio casi toda la jornada y los monosílabos comienzan a ser sin duda lo único que tiendes a contestar ante cualquier tipo de comunicación en tu entorno laboral”, en palabras de Moreno.
Te vistes de invisible
“Cuando pierdes las ganas de resaltar, de hacerte ver, te quedas en la sombra y te vuelves gris. Baja el rendimiento, no de forma brusca, pero sí perceptible. Cubres el expediente, no vas más allá. Baja el nivel de exigencia contigo mismo y con los demás”, describe R.L., el responsable ejecutivo de una multinacional en España que prefiere no dar su nombre. Son síntomas, primeras erupciones cutáneas de tu ánimo, que diagnostican una tendencia con final complicado.
Sensación de equilibrio roto
“Aparece la sensación de equilibrio roto entre lo que doy y lo que recibo. El trabajo deja de hacerte sonreír y cualquier excusa empieza a ser una buena justificación para no cumplir con los tiempos, con las tareas habituales”, cuenta el ejecutivo en recursos humanos, R.L. La sensación de equilibrio roto es uno de los síntomas fundamentales para un buen diagnóstico, cuando empiezas a sentir que la empresa se está aprovechando de ti, que das más de lo que recibes y ya no te compensa la relación adquirida, es momento de hacérselo mirar.
Siempre negativo, nunca positivo
“Dinamitar una iniciativa positiva de empresa que es positiva y en favor del empleado, cualquier nueva propuesta está desvirtuada ante ese cansancio laboral”. Para la responsable de RRHH de Marítima Davila, Desirée Moreno, cuando empiezas a echar para atrás iniciativas y proyectos que te benefician, o que te deberían motivar si todo fuera bien, es signo ineludible de cansancio acumulado. Perder la capacidad crítica y objetividad frente a las propuestas de compañeros y superiores solo ayudan a fomentar tu desmotivación.