En Hong Kong, una ciudad donde el espacio es un bien preciado y no es extraño observar un Ferrari o un Bentley en un atasco, se ha disparado la proliferación de micropisos. El fenómeno, alimentado por la creciente demanda de compradores chinos, revela la creciente especulación que registra el sector inmobiliario de esta urbe cosmopolita, que observa con preocupación cómo se agranda la brecha entre ricos y pobres en la excolonia británica.
“La imaginación al poder”. Este eslogan que se hizo famoso en la revolución del parisino Mayo del 68 muy bien se podría aplicar a los promotores inmobiliarios de Hong Kong y a aquellos que -buscan una vivienda en la excolonia británica. Un anuncio en la web de una agencia de pisos ¬presentaba la oferta de una vivienda de 37 metros cuadrados, con una terraza de 18 metros cuadrados, en la que sugería que su ocupante podría relajarse con sus amigos tomando una copa o celebrando una barbacoa, por un alquiler de 2.300 euros al mes.#1;
La oferta, que parece desorbitada, es considerada normal para David, un consultor inmobiliario acostumbrado a vender o alquilar este tipo de viviendas. En Hong Kong, una urbe de mil kilómetros cuadrados en la que conviven algo más de siete millones de habitantes y el sueldo medio es del orden de 2.000 euros mensuales, la vivienda asequible para muchos significa un piso de 20 metros cuadrados.
En los últimos tiempos, sin embargo, la presión inversora, provocada por la llegada de potenciales compradores procedentes de China, ha disparado los precios y ha agudizado el ingenio de promotores, arquitectos y diseñadores. En la excolonia, cada vez se compran menos metros cuadrados por el mismo dinero.
Ahora la moda que se impone es la de los denominados pisos mosquito. Se trata de microviviendas de unos 16 metros cuadrados, en las que el consultor inmobiliario se esfuerza por em¬plear un lenguaje creativo. Define el alféizar de una ventana como un área potencial de esparcimiento y subraya que todos los muebles son de diseño exclusivo para esta vivienda. Una de ellas, en pleno centro de Hong Kong, se vendió en mayo por 465.000 euros, una cifra algo superior a los 360.000 euros de media a que se venden estas propiedades.
“Proliferan por todos los barrios de la ciudad”, confirma una consultor de la firma Qi-Homes, quien rápidamente subraya que su empresa se ha especializado en otro segmento del sector inmobiliario. Señala que el demandante de los pisos mosquito “es un público joven, procedente de la China continental, que quiere vivir y trabajar en Hong Kong y busca un alquiler que no supere los 1.500 euros mensuales”.
La combinación de esta demanda de vivienda procedente del continente y de unos inversores que buscan lugares seguros donde colocar sus fortunas ha convertido el acceso a la vivienda en Hong Kong en una meta cada vez más difícil de alcanzar. “Los consumidores no tienen ningún poder de negociación”, ha señalado Barbara Leung, profesora de Economía y experta en el sector inmobiliario de la Universidad Politécnica de Hong Kong, al Wall Street Journal. “Si la gente quiere comprar una propiedad, no cuestiona los metros cuadrados. Pregunta simplemente por el precio”, añade.
En los últimos años, el precio de la vivienda se ha disparado en la excolonia británica. Ha crecido un 154%. Una cifra que triplica el aumento de los ingresos, que ha sido del 42% en el mismo periodo de tiempo, según las estadísticas de las autoridades de Hong Kong. Esta situación ha convertido el acceso a la vivienda en uno de los principales problemas de una ciudad en la que el 15% vive por debajo del umbral de la pobreza. Dato que ha impulsado al jefe del Ejecutivo hongkonés, Leung Chung-yin, a declarar la lucha contra la pobreza uno de sus objetivos prioritarios en los dos años que le quedan de mandato.
Esta situación de precariedad, que ha calado entre los sectores más jóvenes de la sociedad, ha propiciado que en los últimos años muchas parejas optasen por compartir apartamentos. Ahora los expertos han dado un paso más y han sofisticado la oferta con el lanzamiento de los pisos mosquito, que tienen la ventaja de la privacidad, aunque sea a cambio de una superficie minúscula. Es la última moda en una ciudad donde reina el consumo y la opulencia.