Compartir

Estaba en una clase con jóvenes de unos veinticuatro años como media, y un par de chavales de quince y dieciséis los estaban, básicamente, llamando “viejos”.

Por Enrique Dans, Profesor en Sistemas de Informacion en el IE Business School

 1-HOME-WEB-08-06-2016

Hoy, en clase, he tenido una interesante experiencia de visualización de los saltos generacionales. Una compañera en IE Business School me pidió que un par de alumnos de 3º de la ESO del colegio LaSalle Maravillas de Madrid pudieran asistir a una clase, dentro de una iniciativa, el Proyecto Futurus, en el que se trata de orientar a alumnos de cara a la opción que tienen que tomar entre los diferentes itinerarios del bachillerato (Arte, Ciencias, Humanidades o Ciencias Sociales). La finalidad declarada del proyecto es “enriquecer su formación y aproximarles al mundo laboral del que ellos formarán parte en un futuro próximo (…) una inmersión en un entorno de trabajo adulto, haciendo especial hincapié en la parte educativa y en el aprendizaje de habilidades sociales y de conducta que sobre el mundo laboral pueden adquirir.”

El caso es que me encontré con dos chicos de quince y dieciséis años sentados en primera fila – lo de la primera fila fue casual, eran dos sitios que había libres – en una clase con el Master in Management, un grupo cuyo perfil demográfico son los 24 años de media (80% entre 21 y 25 años), con un año de experiencia profesional variada, y virtualmente de todo el mundo (62 nacionalidades en total en la promoción).

En la clase, lógicamente en inglés y, como es habitual, intensamente participativa, hablamos sobre la evolución de LinkedIn y de Twitter desde sus orígenes hasta ahora. El tema no estaba elegido a propósito, era simplemente el que tocaba ese día, la sesión undécima de un curso titulado “The social web and the customer”. En un momento de la clase, discutimos cómo una red como Snapchat, en tan solo cuatro años (fundada en septiembre de 2011), había logrado superar en número de usuarios activos a Twitter, creada hace diez (en marzo de 2006) y sometida, en algunas de sus etapas, a un fuerte crecimiento. Sobre ese mismo tema había leído esta misma mañana este artículo que aludía al poder del entretenimiento de Snapchat, del que extraigo su primer párrafo:

“A conspiratorial corner of my brain thinks Snapchat is deliberately designed to baffle people older than 22, like that high-pitched ringtone for students created to evade teachers’ decrepit old-people ears. Yet Snapchat is so popular, more people use it on a daily basis than Twitter, according to a recent Bloomberg report. Snapchat has 150 million daily users while Twitter has under 140 million, and they can’t all be teens. Dismissing the app as a sext fad is, at this point, obtuse.”

(Un rincón conspiranoico de mi cerebro piensa que Snapchat está diseñada a propósito para confundir a las personas mayores de 22 años, como aquel tono agudo creado para que los estudiantes evadiesen los viejos oídos de sus decrépitos profesores. Sin embargo, Snapchat es tan popular que más personas lo utilizan a diario de Twitter, según un reciente informe de Bloomberg. Snapchat tiene 150 millones de usuarios diarios, mientras que Twitter tiene menos de 140 millones, y no pueden ser todos los adolescentes. Descartar la aplicación como un producto pasajero derivado del sexting es, a estas alturas, una torpeza.)

Fue comenzar a hablar de Snapchat, y ver cómo a los dos adolescentes se les iluminaba la cara. Eso me dio la idea de preguntarles sobre sus hábitos: ambos tenían perfil y eran muy activos tanto en Snapchat como en WhatsApp, uno de ellos utilizaba habitualmente Instagram, y ambos tenían perfil creado en Twitter… pero no lo usaban. Al preguntarles sobre Facebook, la respuesta fue muy clara: ni tenían perfil, ni se veían usándolo. Aquello de Facebook era “cosa de mayores” (no lo dijeron ellos, supongo que por un elemental detalle de cortesía, pero lo dije yo y no lo desmintieron 🙂 Más tarde, a preguntas de los alumnos del MIM, se reafirmaron en el mismo tema: Facebook, sencillamente, no les resultaba atractivo.

Genial: estaba en una clase con jóvenes de unos veinticuatro años como media, y un par de chavales de quince y dieciséis los estaban, básicamente, llamando “viejos”. Lo que supongo que a mí, con mi medio siglo, me convierte en… ¿ancestral? ¿Primitivo? ¿Arcaico? ¿Pleistocénico? Vivir para ver.