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El escándalo de corrupción de la empresa brasileña Odebrecht ha sacudido todo el continente ya que dejó en evidencia el sistemático pago de sobornos por cifras astronómicas en una docena de países, especialmente de América Latina y ha derivado en la mayor investigación de corrupción de la historia.

Por Julio Ignacio Rodríguez Morano, Director de MANAGEMENT SOCIETY y MANAGEMENT SOCIETY Business Education

En muchos de los países afectados, Odebrecht era la principal empresa constructora y la contratista de las mayores obras de infraestructura. La empresa brasileña gozaba de la mayor credibilidad ante la opinión pública pero el escándalo dejó al descubierto como hizo uso indebido de su inmenso poder económico, y de la confianza que se le tenía, para cometer los actos de corrupción hoy conocidos por todos. Por supuesto, la complicidad de los políticos y funcionarios sobornados abonó el camino para este tipo de ilícitos, que por cierto se remontan a muchas décadas atrás.

Los daños económicos son inmensos. Las obras sobrefacturadas generaban excedentes que se transferían a los partidos políticos y a los conspiradores como sobornos de entre el 1% y el 5% de los valores de los contratos. Para poner solo un ejemplo, en Brasil se estima que el esquema drenó el equivalente de unos 2.000 millones de dólares de la empresa estatal Petrobras y que causó, según números de la Fiscalía, un perjuicio total de más de 13.000 millones de dólares.

Esta “rebelión de las masas”, como la denominan reconocidos autores, constituye uno de los acontecimientos más relevantes a los que se enfrentan hoy los países, las empresas, las instituciones, las marcas y la sociedad en general.

 

La fractura en la sociedad

Pero además del inmenso daño económico producido, los efectos sobre la reputación de la clase política y empresarial y sobre muchas de las instituciones han sido inmensos.
Estos casos profundizan la fractura que separa a ciudadanos, votantes y consumidores de una élite socioeconómica y política otrora considerada como poderosa y privilegiada durante muchas décadas, generando una verdadera rebelión.

Esta “rebelión de las masas”, como la denominan reconocidos autores, constituye uno de los acontecimientos más relevantes a los que se enfrentan hoy los países, las empresas, las instituciones, las marcas y la sociedad en general.

Recientemente, Jaime Durán Barba, el exitoso asesor de imagen del Presidente Mauricio Macri de Argentina, decía que en una campaña electoral en América Latina sólo el 10 por ciento de la opinión pública era influenciada por lo que decían los medios periodísticos y por la publicidad política, mientras que el 90 por ciento restante respondía al resultado de lo que la gente “conversaba” en las redes sociales con entendimientos distorsionados sobre lo que pretendía transmitir la campaña. Y la mayoría de estas “conversaciones” se centran en los escándalos de corrupción que azotan a la mayoría de los países del mundo, especialmente los latinoamericanos.

“Los hijos no obedecen a sus padres, los feligreses no obedecen a los curas, los alumnos no obedecen a sus maestros”, resalta Duran Barba.

Los jóvenes descreen de los liderazgos tradicionales considerados corruptos y se rigen por una nueva ideología encarnada por personajes como Bill Gates, Mark Zuckerberg, Larry Page o Sergey Brin. Esas creencias no tiene relación alguna con las estructuras de poder que se fueron conformando a lo largo de los años a través de los casi omnímodos sectores industriales y financieros que tuvieron una influencia determinante sobre el establecimiento del “pacto social” y sobre el poder político. (Fuente: artículo escrito por el suscrito Julio Ignacio Rodriguez Morano https://gestion.pe/opinion/nuevos-actores-desafian-poderes-tradicionales-108853)

En los últimos tiempos, en el repertorio de preguntas que nos hacemos siempre hay una que no falta: ¿qué sucede con los jóvenes? Muchos también se preguntan ¿qué le está pasando a los poderosos?

Me resulta realmente apasionante analizar esta nueva realidad, por lo es oportuno reflexionar sobre lo que el prestigioso analista Moisés Naím escribiera hace unos meses describiendo esta nueva realidad: “El poder está cambiando de manos: de grandes ejércitos disciplinados a caóticas bandas de insurgentes; de gigantescas corporaciones a ágiles emprendedores; de los palacios presidenciales a las plazas públicas.

Presidentes maniatados. Magnates hundidos. Ejércitos impotentes. Obispos sin fieles. Nuevos actores desafían a los dirigentes tradicionales. El poder ya no es lo que era. Se ha vuelto más fácil de obtener, más difícil de usar y mucho más fácil de perder”, escribía el autor de “The end of power”.

La aprobación de los poderes tutelares del Estado

Este fenómeno se repite en la mayoría de los países. Las encuestas son por demás preocupantes. En los últimos años, las cifras de aprobación de los poderes tutelares del Estado se han derrumbado.

Los presidentes de Estados Unidos, China, Rusia y los CEO de los gigantes empresariales JPMorgan, Chase o Shell, siguen teniendo un poder inmenso, pero es mucho menor del que tenían sus antecesores. Antes, presidentes y directivos no solo se enfrentaban a menos rivales y competidores, sino que además tenían menos restricciones a la hora de utilizar ese poder. Los poderosos, hoy, suelen pagar un precio mayor y más inmediato por sus errores, escrutados constantemente por una población con más conciencia política y más exigente, además del incisivo escrutinio de los medios de comunicación. Y la corrupción es uno de los actos más escrutados y bajo invertigación.

La revolución “del más”

“¿Por qué el poder es cada vez más fugaz?, se pregunta el autor. Porque las barreras que protegen a los poderosos ya no son tan inexpugnables como antes. Y porque han proliferado los actores capaces de retar con éxito a los poderes tradicionales”. Naím habla de la revolución “del más”. A su juicio, “el siglo XXI tiene más de todo: más gente, más urbana, más joven, más sana y notoriamente más instruida. Y también más productos en el mercado, más partidos políticos, más armas y más medicinas, más crimen y más religiones”. Su conclusión es que “una clase media impaciente, mejor informada y con más aspiraciones, está haciendo más difícil el ejercicio del poder”. Y está haciendo más difícil que los actos de corrupción queden impunes.

Se ha producido una revolución en la manera en que los ciudadanos se comunican, ya sea de una forma organizada a través de las entidades de carácter colectivo, o directamente mediante el ejercicio de su libertad de expresión vía internet. Un mero “me gusta” es una forma de compartir y emitir juicio más allá de la esfera individual, destaca José Manuel Velasco, Presidente de la Asociación de Directivos de Comunicación de España. https://www.managementsociety.net/2014/08/18/que-les-esta-pasando-a-los-poderosos/

El combate de la Justicia, la prensa y los ciudadanos

El escándalo al que hacemos referencia en este estudio se conoció a través de la denominada operación Lava Jato llevada adelante en Brasil y avanzó gracias a una estrategia en cuatro frentes: negociaciones para que algunos implicados admitieran su culpabilidad, lo que llevó a nuevas revelaciones; “fases” operativas que avanzan de forma progresiva; una estrecha cooperación entre autoridades legales y judiciales y una estrategia transparente de comunicación que incluye publicar detalles de los casos una vez se hacen detenciones.

Los jueces han tenido un papel preponderante. El más visible de ellos es Moro, para muchos brasileños un héroe que encarna la lucha contra la corrupción. Sin embargo, tanto Moro como el encargado de las investigaciones, Dallagnol son cuestionados precisamente por el recurso, abusivo según sus críticos, de las prisiones preventivas o por inducir a los detenidos a firmar acuerdos de colaboración. Pero los resultados les dan la razón.
“Estamos investigando millares de delitos multimillonarios practicados por centenas de personas”, explica Dallagnol. (Fuente Revista Semana

https://www.semana.com/mundo/articulo/escandalo-odebrecht-en-brasil-nacio-con-operacion-lava-jato/513829

El caso Odebrecht ha sido exitoso porque engloba varias claves en una investigación transnacional. Primero, con jueces y fiscales altamente especializados y con gran autonomía política. Pero eso no fue todo. La Justicia brasileña maneja los beneficios judiciales por delatar y no solo por confesar, como sucede por ejemplo, en Colombia. En otras palabras, no es suficiente que el acusado admita que cometió el delito, sino que también tiene que entregar a los otros integrantes de la red criminal. Además, cuando un tribunal federal de Estados Unidos tomó las investigaciones de Odebrecht, bajo el principio de delación premiada, los corruptos comenzaron a ‘cantar’, no solo lo que cometieron en Brasil, sino también en Panamá, Argentina, Ecuador, Perú, Colombia y Venezuela. Los mayores escándalos de corrupción transnacional tienen dos características que los unen: la Justicia de Estados Unidos permitió que avanzaran los procesos y los medios de comunicación rodearon las investigaciones e impidieron que los implicados desaparecieran del ojo público.

Para finalizar, nada mejor que la famosa frase del gurú Peter Drucker: “Dentro de unos siglos, cuando la historia de esta época se escriba con una perspectiva más de largo plazo, es probable que el acontecimiento más importante identificado por los historiadores no sea la tecnología, ni internet, ni el comercio electrónico, sino un cambio sin precedentes en la condición humana. Por primera vez, literalmente, un número grande y creciente de personas tiene el poder de elegir y de hacer sentir su voz con fuerza.

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