Organizaciones – La propuesta es sencilla: en lugar de utilizar el término abstracto e interpretativo, descompongamos el concepto en comportamientos observables que, además, puedan incluso ser medibles.
Por Eduardo Lazcano, autor de Comunicación Emocional (Lid, 2017) y La Gestión del Talento en la Era Digital (ed. Foxize).
Está claro que con las palabras no nos entendemos. ¿Un buen líder es uno querido y respetado por sus empleados como Ramón Areces o uno visionario y distante como Steve Jobs? ¿Un buen liderazgo es el que impone su criterio como el de Guardiola o el que gestiona las motivaciones como el de Zidane?
El liderazgo es un concepto y mientras el concepto esté sujeto a diversas interpretaciones, no podremos entendernos.
Contaba Angel Sanz que Pat Riley, el entrenador de los Lakers de Magic Johnson, quería un equipo intenso, pero en lugar de pedir ‘intensidad’ y esperar que cada jugador lo interpretase a su manera, lo trackeaba contabilizando las veces que los jugadores se tiraban al suelo, celebraban la jugada con los compañeros o protestaban al árbitro.
¿Te queda claro lo que quería?
Si queremos tener la confianza de nuestro cliente, tendríamos que trackear el tiempo de conversaciones sobre los detalles comparados con aquel sobre lo importante.
Descomponer las palabras en comportamientos observables
La propuesta es sencilla: en lugar de utilizar el término abstracto e interpretativo, descompongamos el concepto en comportamientos observables que, además, puedan incluso ser medibles.
El engagement es una palabra ya vacía, como tener un propósito o ser responsive. Dime en qué comportamientos se traducen y lo entenderé.
Si queremos visión estratégica, podríamos observar el tiempo que se tarda en tomar las decisiones importantes, porque cuando hay una estrategia clara, las decisiones suelen estar tomadas de antemano.
Si queremos un equipo conectado con el mundo deberíamos analizar los datos del torno de la entrada para ver si la gente pasa menos tiempo en la oficina y más fuera de ella.
Si queremos tener la confianza de nuestro cliente, tendríamos que trackear el tiempo de conversaciones sobre los detalles comparados con aquel sobre lo importante.
A las marcas les pedimos que nos demuestren sus compromisos con hechos y no con palabras. Pues para las organizaciones es el mismo camino, pero hecho al revés: dime qué comportamientos esperas que se produzcan y, solo entonces, podré decirte qué tipo de organización eres.
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