Un informe de la revista Apertura de Argentina, devela como la pandemia desató un fenómeno que crece en todo el mundo: millones de personas se replantean su vida y renuncian a sus trabajos, agobiadas por las exigencias corporativas.
En mayo del año pasado, Anthony Klotz, profesor de management de la Mays Business School, en Texas, vio un fenómeno incipiente en el mundo laboral producto, en parte, de la pandemia de Covid-19 y los confinamientos para combatirla. Con el nombre de The Great Resignation (‘la gran renuncia», en español) el catedrático definía una conducta novedosa en los trabajadores de los Estados Unidos que, disconformes con la tan mentada «nueva normalidad», comenzaron a renunciar a sus trabajos, sin necesariamente tener otro puesto en el cual acomodarse.
«Se avecina la gran renuncia. Cuando hay incertidumbre, la gente tiende a quedarse, así que hay renuncias reprimidas que no se produjeron en el último año. Pero, además, las cifras se multiplican por las muchas epifanías relacionadas con la pandemia. El tiempo en familia, el trabajo a distancia, los desplazamientos, los proyectos pasionales, la vida y la muerte, y lo que todo ello significa, impactaron en la gente y pueden hacer que la gente finalmente le dé la espalda a la rutina de la oficina de 9 a 5«, vaticinaba por ese entonces Klotz, durante una entrevista con Bloomberg Businessweek.
La pandemia fue un catalizador para empezar a hacer preguntas. Forzadas a estar todo el día en la casa, comenzaron a atender problemas domésticos que antes delegaban y, en muchas ocasiones, ni siquiera tenían dentro del radar. Pero, además, vieron que ir a la oficina consumía mucho tiempo, tiempo que ahora se podía dedicar a hacer actividades que les resultaban placenteras.
Las personas empezaron a sentir que hay alternativas y otras necesidades que exceden el trabajo. Hubo un cambio de foco y un replanteo general de cómo vivir de ahora en más.
FENÓMENO GLOBAL
De distintas maneras, el fenómeno se vio no solo en los Estados Unidos, sino también en muchos países europeos e, incluso con alguna variante, llegó a América latina. Sin embargo, al menos por estos lares, la gran renuncia no estuvo relacionada exclusivamente con la pandemia. Incluso hay quienes destacan que la crisis del Covid-19 no hizo más que acelerar un fenómeno que ya estaba presente entre los millennials tardíos -aquellos nacidos en más cerca de 1995 que de 1980- y, especialmente, entre los centennials, incorporados al mercado de trabajo en los últimos 10 años.
Ese es el caso de Juan Núñez, de 24 años. Con dos títulos de grado de la Universidad Torcuato Di Tella debajo del brazo, inició el camino como joven profesional en una empresa tradicional del agro. Ese primer paso en el mundo corporativo, que para muchos fue apenas el inicio de una carrera hacia el top management de la misma compañía, duró poco.
«Era una empresa tradicional y poco flexible. Y mientras yo estaba ahí, veía a mis amigos en una fintech y que podían trabajar desde cualquier lugar y eso no lo tenía. Y por eso tomé la decisión de irme, sin tener ninguna oferta laboral en vista. Yo más que la pandemia veo que es algo 100 por ciento generacional. Antes de este trabajo, nunca me habían tratado tan mal. Y cuando renuncié, me llamó gente más grande que me contaba que había pasado por lo mismo, pero había decidido aguantarlo para conservar el trabajo», cuenta.
En su opinión, la flexibilidad es el valor fundamental en un trabajo. La idea de empezar el día respondiendo mails desde el celular y llegar a la casa para seguir ocupándose de cuestiones laborales hasta la hora de dormir ya no va más.
La combinación ideal es el trabajo que ofrece flexibilidad y posibilidades de desarrollo. Tal vez no es tan importante el sueldo, sino lo que se aprende»
«Dejé de tener vida social por el trabajo. Iba sin ganas y la pasaba mal. Entonces irme fue la mejor decisión. La combinación ideal es el trabajo que ofrece flexibilidad y posibilidades de desarrollo. Tal vez no es tan importante el sueldo, sino lo que se aprende», destaca al tiempo que señala que poder trabajar en forma remota es imprescindible incluso para quienes eligen no ser freelancers.
ADIÓS A LAS FRONTERAS
En la Argentina ya hace varios años que en algunas industrias -especialmente en IT, pero también en otros sectores de la economía del conocimiento- los empleados renuncian a su trabajo en relación de dependencia y, en muchos casos, múltiples beneficios para convertirse en freelancers o, incluso, entrar en otra relación de dependencia, pero remota y con salario en divisas.
«En Estados Unidos mucha gente está renunciando. Acá vemos una onda distinta en la gente, que está harta. La gran renuncia tiene que ver con que la gente empezó a evaluar qué quería de su vida. La pandemia aceleró mucho una tendencia que se venía: la gente busca algo diferente», dice Andrés Hatum, profesor de Management y Organización de la escuela de negocios de la Universidad Torcuato Di Tella.
La huella en las relaciones laborales es profunda y va a pasar tiempo hasta que se naturalicen las situaciones que hoy viven los selectores de Recursos Humanos. Hace unos años era impensado que uno de los elementos decisivos para aceptar un trabajo fuera la cantidad de tiempo que había que pasar en la oficina. Hoy esa es una de las principales preguntas que reciben tanto los que buscan jóvenes profesionales como los headhunters.
El poder, agrega Hatum, cambió de manos. Hoy quien tiene el conocimiento, que es un recurso escaso, tiene mayor libertad para decidir qué hacer con su vida laboral.
«La gente busca flexibilidad, felicidad y plata. La flexibilidad hasta hace poco era algo reservado a IT, pero con la pandemia todas las empresas se adaptaron a esta forma. Sin embargo, en una realidad económica como la argentina, pocas empresas pueden ofrecer plata. Y ahí entra la posibilidad de trabajar para afuera en forma remota, desde la casa o cualquier lugar del mundo y sin que los ingresos pasen por la guadaña de la AFIP. Las políticas públicas van a tener que adaptarse a esto porque si no vamos a asistir a una fuga de talento inédita», dice y agrega que hoy existe la posibilidad de decidir si se quiere tener un jefe o no.
MUNDO FREELANCER
Entre marzo de 2020 y diciembre pasado, la base de usuarios de Workana -una plataforma online que contacta a freelancers con potenciales clientes- creció un 68,7 por ciento en toda América latina.
«En general sabemos que hay una tendencia muy fuerte, sobre todo en programadores, de trabajar para afuera por propuestas más atractivas desde lo económico, a lo que se suma la diferencia que pueden hacer en el tipo de cambio. Pero más allá de esto, sabemos por nuestros freelancers que a iguales condiciones económicas, la gran mayoría prefiere trabajar en proyectos de su mismo país o al menos el mismo idioma y huso horario. Y se nota mucho cuando ves para dónde trabajan», explican desde la plataforma.
La pandemia hizo que muchos se dieran cuenta de que el trabajo remoto es posible
… las personas tuvieron mucho tiempo para cuestionarse sobre la forma de trabajar, de pensar qué tiene sentido y qué no, de reflexionar sobre las relaciones que se establecen con jefes y compañeros.
«La pandemia forzó a las compañías a darse cuenta de que trabajar remoto es posible. Pero por el otro lado, las personas tuvieron mucho tiempo para cuestionarse sobre la forma de trabajar, de pensar qué tiene sentido y qué no, de reflexionar sobre las relaciones que se establecen con jefes y compañeros. Y para muchos ese fue un punto de quiebre, fue darse cuenta de que no era lo que querían para el resto de sus vidas«, aporta Natalia Jiménez, Head of Expansion de Deel, una compañía que ofrece servicios de contratación y pagos para empresas que contratan empleados y contratistas internacionales.
Y con el trabajo remoto llegó la sensación -y en algunos casos el convencimiento- de que las fronteras ya no existen en el mundo del trabajo. Las personas piensan de una manera cada vez más flexible y, de esa manera, incluso en una región como América latina, donde el concepto de cuidar el trabajo está muy arraigado -en gran medida por la larga historia de crisis económicas-, hay un cambio de mentalidad.
«Hoy las personas saben que se puede ser emprendedor y empleado a la vez, que se puede trabajar para varias empresas en paralelo. El talento hoy tiene el poder y lo aprovecha para cambiar su propia realidad laboral»
«Hoy las personas saben que se puede ser emprendedor y empleado a la vez, que se puede trabajar para varias empresas en paralelo. El talento hoy tiene el poder y lo aprovecha para cambiar su propia realidad laboral», agrega.
Durante la pandemia, la cantidad de empresas latinoamericanas que contrataron personal transfronterizo creció un 3300 por ciento, según las cifras que maneja Deel. En tanto, la contratación de profesionales argentinos en el extranjero aumentó un 1500 por ciento. Se trata de un incremento menor, pero no por ello menos impresionante.
TODO EL PODER A LA GENTE
«Las personas piden ser empoderadas y obtener flexibilidad, dos conceptos que van de la mano. Dar flexibilidad es confiar en que el otro va hacer su trabajo sin necesidad de que lo vigilen y también es delegar la toma de decisiones. Eso empodera a los empleados y los hace sentir más parte de la compañía», detalla Jiménez.
Desde el otro lado, las personas ven que pueden disponer de su tiempo de una manera más eficiente. No solo es el tiempo ganado porque ya no es necesario viajar hacia la oficina, sino también la posibilidad de organizarlo según gusto y necesidad.
«En la mayoría de los testimonios vemos que estos trabajos permiten reconectarse con las personas que se quieren, con el deporte, recuperar hábitos perdidos e, incluso, hacerse tiempo para cursar un MBA», destaca.
Pionero en la organización de trabajo remoto, ya en 2014 Esteban Cervi decidió que lo más razonable era cerrar las oficinas de Neolo, la empresa de hosting y site building de la que es fundador y CEO. La pandemia, asegura, no hizo más que confirmar que había tomado el camino correcto.
«Es un cambio de paradigma que se aceleró: el trabajo de 9 a 18 ya es muy antiguo. Desde entonces, encuentro que tengo tiempo para ir a buscar a mi hija al jardín o sentarme a la tarde a tomar un café y leer un libro sin darle explicaciones a nadie. La libertad para gestionar el tiempo uno mismo es valiosa», dice.
En su opinión, el teletrabajo es un tipo de riqueza que es difícil de cuantificar. Hoy se puede estar en cualquier parte del mundo y cobrar igual. Puede ser en una ciudad, en el medio del campo o incluso en un tren.
«Mientras tengas tu computadora y conexión a Internet no importa dónde estés. Yo soy consciente de que me pude mudar a España porque trabajo a distancia. Hoy veo mucha gente que está migrando desde la Argentina y hay quienes lo hacen con el mismo empleo que tenían allá. Lo hacen porque pueden elegir y tener libertad», apunta.
Sebastián Benoit, director de Nuevos Negocios de Glue Executive Search, dice que la pandemia aceleró la salida del mundo corporativo de gente que, de otra forma, habría seguido su rutina de trabajo de lunes a viernes, de 9 a 18. Hoy los ejecutivos que rondan los 40 años quieren irse de la oficina y empiezan a sumarse a proyectos desde otro lugar, como inversores, mentores o, incluso, se aventuran en el mundo del emprendedurismo.
Marina Díaz Ibarra renunció a su puesto en Wolox en plena pandemia.
«El talento se empoderó. Ya no es la empresa la que elige al candidato, sino al revés. Y aunque es cierto que esto viene de antes, en los últimos dos años se acrecentó. Para mí, este fenómeno, más que la gran renuncia debería llamarse ‘el gran despertar’. Tenemos un montón de personas que de pronto se dan cuenta de que tenían un poder que no estaban usando y que ahora decidieron empezar a sacarle provecho. Lo veo a gran escala y en todos los niveles de la pirámide. Los jóvenes de 20 a 30 años tienen altas tasas de rotación. Entran y se van cuando quieren, muchas veces sin ninguna red de contención. Los más senior se ponen más selectivos a la hora de aceptar un trabajo y hacen valer su experiencia para obtener mejores beneficios», destaca.
LA NUEVA NORMALIDAD
Así, las empresas tuvieron que empezar un proceso de adaptación a la «nueva normalidad». Algunas con el convencimiento de que el antiguo modelo ya estaba gastado y otras porque fue el único camino que encontraron para retener talento.
En enero de 2021, tras la adquisición de Wolox por parte de Accenture, Marina Díaz Ibarra -hasta entonces Managing Director de la compañía- vio que había llegado el momento de decirle adiós al mundo corporativo. Dejaba atrás un camino que la había llevado a empresas como Unilever, Nike, Under Armour y a ser la CEO de MercadoLibre para la Argentina, Perú y Chile, entre 2015 y 2016.
«En la carrera de toda persona hay un momento de quiebre en el que te preguntás si el contrato por el que le das mucho tiempo de tu vida a una organización tiene sentido. Cuando esa organización mejora el mundo, para mucha gente la respuesta es sí, porque a los seres humanos nos gusta ser de una comunidad e impactar el mundo de alguna manera. En cambio, si la organización se mueve solo por ganancia y para enriquecer a los accionistas la respuesta es distinta», dice.
Desde entonces, Díaz Ibarra dedica sus días a diferentes actividades. Por un lado, está en el directorio de ocho compañías diferentes, lo que le permite -en sus palabras- estar en el lugar donde se pueden generar cambios reales. Por el otro, comenzó a hacer mentoreo para emprendedores.
Pero, además, empezó a trabajar de manera más concreta en la lucha contra el calentamiento global. Entre los proyectos a los que les puede dedicar tiempo se encuentra la repoblación de corales en la costa de Sámara, en Costa Rica, donde se instaló durante algunos meses.
«Ahora estoy en Roma, tengo una vida mucho más nómada y eso me limita los apegos y el consumo, porque no se puede viajar muy pesado. Y descubrí que vivir liviano con pocas cosas físicas hace tu vida mejor. Me da agilidad y la posibilidad de conocer diferentes maneras de vivir, me mantiene en forma«, explica.
En la Argentina, la situación económica hizo más difícil que se materializara la gran renuncia. Sin embargo, lo que se empieza a ver es lo que se podría llamar «el gran éxodo», opina Díaz Ibarra.
«Hay una corriente de cambio muy fuerte y son muchos los que deciden cerrar la puerta e irse porque están descontentos. Puede ser de un trabajo, pero también del país. Creo que todo está relacionado con el concepto millennial de ‘solo se vive una vez’ (YOLO, en su acrónimo inglés) y aunque todo venía de antes, en los últimos dos años fue un disparador y es posible que ya no haya vuelta atrás», agrega.
En el mismo sentido, Alejandro Russo, Operations Regional Director y Country Leader de la consultora de recursos humanos ADP en la Argentina, dice que la realidad económica local amortiguó el efecto de la gran renuncia. Sin embargo, en áreas como tecnología, desarrollo de software, project management o servicios profesionales, muchos se dieron cuenta de que no necesitan estar físicamente en un lugar determinado.
«Eso le da un empoderamiento al profesional, porque ve que las ofertas pueden llegar de cualquier lado. Todavía es muy reciente para saber qué pasará en el futuro, pero sin dudas puede ser una tendencia creciente. La virtualidad abre caminos a una transformación del mundo del trabajo. Aporta beneficios impensados hace solo dos décadas, pero también tiene otros riesgos y puede generar más incertidumbre», dice Russo.
La pandemia abrió la puerta a un mundo de cambios en el que el poder pasó de las corporaciones a las personas. Aún no se sabe cómo evolucionará, pero lo que es seguro es que las compañías que no se adapten van a tener cada vez más dificultad en la búsqueda del talento.
La pandemia abrió la puerta a un mundo de cambios en el que el poder pasó de las corporaciones a las personas. Aún no se sabe cómo evolucionará, pero lo que es seguro es que las compañías que no se adapten van a tener cada vez más dificultad en la búsqueda del talento.
El texto original de esta nota se publicó en el número 337 de la revista Apertura