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La peor pesadilla del establishment norteamericano se está haciendo realidad, dice Edward Luce en un artículo del Financial Times.
EEUU-PEOR-PESADILLA
No importa si son demócratas o republicanos. Con asistencias récord y por márgenes que pocos imaginaban posibles hace unas semanas, los votantes de New Hampshire repudiaron a las élites de Estados Unidos.

Los ganadores fueron un socialista de edad avanzada que hace un año era casi un desconocido y el presentador del reality show más famoso de Norteamérica. La escala de las victorias de Bernie Sanders y Donald Trump es impresionante.

Ya sean votantes mujeres, millennials (generación de jóvenes entre 25 y 34 años) o votantes de mediana edad o universitarios, ambos candidatos arrasaron en casi todo tipo de votante. Independientemente de lo que pase ahora, la política norteamericana nunca será igual.

Para el establishment republicano, el resultado no podría haber sido peor. No sólo Trump obtuvo un éxito rotundo obteniendo 20 puntos más que el segundo. Marco Rubio, que en el caucus de Iowa quedó tercero y parecía el punto de reunión más obvio, bajó al quinto lugar en New Hampshire y apenas llegó a los dos dígitos. John Kasich, el gobernador de Ohio terminó segundo y adelante de Ted Cruz, el ganador de Iowa. Jeb Bush quedó delante de Rubio, su ex protegido y ahora su archienemigo.

Todos ellos tienen esperanzas razonables de convertirse en el principal rival de Trump. La probabilidad de que uno prevalezca ahora se demora al menos hasta la primaria de Carolina del Sur a fines de febrero.

Cuanto más se enfrenten entre sí los republicanos moderados, más se beneficia Trump. Tal como hizo en el debate republicano del fin de semana pasada, él puede observar casi benévolamente mientras los otros se pelean entre sí.

Cada dólar que Bush gasta en anuncios criticando a Rubio, y vice versa, es un dólar que Trump no necesita gastar. Sólo Kasich, que es el candidato más alegre, hasta ahora mantiene el 11º mandamiento de Ronald Reagan: “No hablarás mal de un compañero republicano”.
Pero habiendo puesto todas sus fichas en New Hampshire, a Kasich le queda poco dinero para competir en Carolina del Sur y demás estados.

Cuanto más tiempo continúe esto, más probable es que la carrera se reduzca en una visceral contienda entre Cruz, de línea ultra conservadora social (que tiene grandes posibilidades de ganar en Carolina del Sur), y Trump. Con solo pensarlo el establishment siente dispepsia.

La escala de la derrota de Hillary Clinton no fue menos sorprendente. Poco antes de su derrota el martes por la noche, la campaña de Clinton difundió un memorándum explicando que los reveses –en Iowa donde ganó por muy poco y New Hampshire donde perdió por más de 20 puntos– no eran causa de alarma. Los dos estados pequeños sólo representan 4% de los delegados presidenciales. En cambio, más de la mitad de los delegados serán elegidos en el “supermartes” y el resto en marzo. Además, en las siguientes primarias –sobre todo en Carolina del Sur y Nevada– los votantes son mayormente afroamericanos y latinos, dos grupos que la apoyan.

Sanders tiene dos semanas, y el apoyo de los medios masivos, para convertir a Carolina del Sur en otra victoria. Si lo logra, se unirá a Trump como el favorito para ganar la nominación de su partido. Las encuestas indican que Clinton detendrá el avance Sanders, especialmente en el Sur. Pero cualquier cosa puede ocurrir.

Ambos partidos pueden estar camino a apoyar a candidatos que repudian gran parte de lo que representan. Es posible que se esté acercando el momento en el que Michael Bloomberg, el ex alcalde de Nueva York, se sienta tentado a postularse para la presidencia.