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Por Marcos Gutierrez, en El Cronista Comercial de Argentina

Según la agencia Deloitte University Press los millennials son hoy el 32,3% de la fuerza laboral del mundo, o sea, un tercio de los trabajadores del mundo, un poco por arriba de la Generación X (nacidos entre 1960 y 1980) (31,2 %) y los ‘baby boomers‘ (1940/1960) (30,6%).

Nos llegó la hora de tomar las riendas. Crecimos con el cambio de siglo y de milenio y, aunque jóvenes aún, vamos convirtiéndonos en la principal fuerza de trabajo. Emprendedores, flexibles, optimistas y algo narcisistas son algunas características de esta generación. Resueltos a cambiar el mundo, tenemos con qué hacerlo.

A la generación millennials se nos caracteriza por ser sujetos de fácil adaptabilidad. Es lógico, vivimos los cambios tecnológicos más abruptos de la historia durante nuestro camino a la adultez. En pocos años, pasamos de escuchar música en el walkman al iPod; de guardar información en diskette, a subirlos a la nube; de la cabina telefónica al Smartphone. Somos la primera generación usuaria de la interconectividad mundial, de la información instantánea y de la fractura cotidiana entre la vida pública y la privada.

También nos llamaron, la generación más floja de la historia, por nuestra volatilidad laboral (no siempre responsabilidad nuestra) y hay quienes nos caracterizan como egocéntricos, individualistas y narcisista. Algo de eso hay, no se no da muy bien con las estructuras rígidas ni con las verticalidades laborales o culturales. La revista TIME publicó en 2010 un artículo llamado ‘The me me me generation‘, allí hablaba de “la peculiaridad de la nueva generación en la que parece que el narcisismo y la estupidez están alcanzando niveles críticos”. Nada honroso.

Nacidos en la década del 80, los expertos aún no terminan de ponerse de acuerdo en la fecha exacta que abarca esta cohorte generacional. A grandes trazos podemos decir que los nacidos entre 1981 y 1994 son millennials. Es decir, aquellos que fuimos creciendo y alcanzando la adultez a la par de las transformaciones tecnológicas, principalmente las vinculadas a la comunicación.

Sin embargo, no hace mucha justicia las caracterizaciones de los párrafos anteriores, con lo que empieza a darse en el ámbito del trabajo. Según la agencia Deloitte University Press los millennials representamos el 32,3% de la fuerza laboral global. Esto significa un tercio de los trabajadores del mundo. Apenas por arriba de la Generación X (nacidos entre 1960 y 1980) con el 31,2 % y los ‘baby boomers‘ (1940/1960) que representan el 30,6%. Un dato extra que aporta la agencia afirma que más del 50% de los millennials cuentan con algún título universitario, lo que nos transforma en hombres y mujeres bastantes preparados.

De acuerdo con cifras de la plataforma global de recursos humanos GOIntegro, representamos el 25% de la población mundial, algo así como unos 1.700 millones de personas. Para el caso de Latinoamérica, específicamente 30% de la población está catalogada como millennials. En Estados Unidos se acaba de superar a la generación predecesora como la principal fuerza de trabajo y se espera que en Latinoamérica y Estados Unidos se llegue a ser el 74% de la fuerza laboral para 2025, según indica GOIntegro.

Los millenials somos sujetos líquidos, con capacidad de adaptarnos a las transformaciones tecnológicas, sociales y culturales. Somos flexibles a horarios de trabajos y rutinas, pero ojo, eso también representa una problemática bastante marcada en relación a la estabilidad laboral: en un momento estamos en la cresta de la ola y en el otro nos tapó el agua. Aunque profundamente emprendedores y concentrados en la superación personal (un poco egoísta) también nos caracteriza un gran sentido de la empatía con el resto del mundo.

Es por eso que no hay límites ni fronteras para los millenials, nos gusta viajar: el sentido de la experiencia del viaje es mucho más fuerte que el destino o la meta. Esto último representa una de las principales diferencias con nuestros antecesores, para los cuales ‘hacer carrera‘, tener una buena jubilación o proyectar el futuro, era parte irrenunciable de sus intereses.

Como somos profundamente optimistas, sentimos la responsabilidad de transformar el mundo y al mismo tiempo disfrutar de él. Tenemos con qué hacerlo, somos la parte viva de la transformación tecnológica y de la revolución comunicacional: nuestro tiempo es ahora.

Cambiar las rígidas estructuras que hasta ahora han dominado el qué hacer humano, resulta una labor cotidiana. Contamos con la tecnología de aliada; es que crecimos a la par. Pero sobre todo, nos tocará ser la frontera generacional entre nuestros antepasados analógicos y los post millennials, que, nacidos y criados íntegramente en la era digital ya empiezan a pedir pista en el embrollado mundo de las telecomunicaciones que nos espera: es la Generación Z.

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