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Juan Manuel Martín, Director Ejecutivo de TBDO Group de España, consultor, conferenciante y autor de varios libros. “Yo creo, dice el autor en este artículo, que el reto principal es la creación de lo nuevo. La diferencia está en ser meros agentes pasivos que se van adaptando a las condiciones del entorno, o ser agentes activos que crean el futuro”. Vivimos tiempos de cambio.

Decir que vivimos tiempos de cambio es una obviedad tan grande que casi da pudor empezar un artículo con esta afirmación pero aún así lo haré: vivimos tiempos de cambio. Esto no es algo nuevo en la historia de la humanidad porque si algo caracteriza a las culturas, y a la vida misma, es precisamente el cambio. Y así ha de ser puesto que lo que no cambia se estanca y lo que se estanca entra en un proceso de decadencia y muerte. No tenemos más que mirar a culturas que habitaron el planeta en tiempos pasados como la Egipcia o la Maya, culturas que florecieron y luego entraron en un proceso de decadencia que les llevó a su extinción. Por ello, bienvenido sea el cambio.

Velocidad de las transformaciones

Lo que sí es propio de nuestros tiempos, y sin precedente alguno, es la velocidad de las transformaciones. El mundo va rápido, muy rápido, hemos pasado de ir a la velocidad del sonido a movernos a la velocidad de la luz y esto nos coloca en un nuevo escenario de vida a las personas y de negocio a las empresas.

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El reto, según nos dicen todos los manuales y gurús del cambio es la adaptación – adaptarte o morir dicen algunos, y no les falta razón porque si miramos a la historia, la adaptación ha sido la estrategia fundamental de la supervivencia. Pero yo creo que el reto no es exactamente ese, el reto principal es la creación de lo nuevo. La diferencia está en ser meros agentes pasivos que se van adaptando a las condiciones del entorno, o ser agentes activos que crean el futuro. Los primeros pueden sobrevivir pero nunca sobresaldrán y quedarán en el limbo de la mediocridad. Los segundos serán los verdaderos ganadores puesto que su iniciativa les habrá llevado a futuros brillantes, no por adaptación sino por creación.

Las amenazas de la inteligencia artificial

En plena revolución digital y de la inteligencia artificial, las máquinas, cada vez más inteligentes, han irrumpido en el mundo de los humanos y amenazan con llevarse por delante muchos puestos de trabajo. Pero por muy avanzada que llegue a estar la inteligencia artificial, las máquinas nunca tendrán el genio y la chispa creativa que es propia de los seres humanos, que es algo que siempre nos ha distinguido de los animales y que ahora, en este mundo tecnológico, también nos distingue de las máquinas. Esa capacidad creativa y nuestro corazón son las herramientas esenciales a utilizar en estos nuevos tiempos. El corazón dicta el qué y la creatividad encuentra los cómos.

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Y aquí nos encontramos las empresas y los profesionales dentro de este tsunami de cambio tratando de vislumbrar la manera de avanzar hacia el futuro sin morir en el intento. El reto no es pequeño, pero el premio tampoco. Si la transformación y lo nuevo traen amenazas evidentes, éstas vienen acompañadas de oportunidades aún mayores. Nunca antes en la historia se han abierto tantas oportunidades para las empresas, los emprendedores y los profesionales que estén dispuestos a abandonar el status quo en el que han vivido y adentrarse en el futuro con ganas de comérselo (valga esta expresión como metáfora del entusiasmo y la energía). La revolución tecnológica está actuando de catalizador del cambio, pero no es su verdadero motor, el motor es la innovación que va más allá de la tecnología y pone en el centro la creación de lo nuevo.

A lo largo de la historia del hombre hemos pasado por diferentes eras económicas. Una era económica se caracteriza por el elemento principal de la generación de riqueza. En la era agrícola, ese elemento era la tierra y sus productos. En la era industrial, las fábricas y lo que salía de éstas. En la era de la información, los ordenadores, los sistemas de comunicación y la información que proporcionaban. Ahora hemos entrado de lleno en una nueva era económica: la de la innovación. La innovación se ha convertido en el principal factor generador de riqueza. En un mundo sobre saturado de los productos de las tres eras precedentes, en el que estos se han convertido en commodities, es en lo nuevo donde se encuentra la generación de riqueza. No es de extrañar que las empresas se hayan lanzado con tanto entusiasmo y agresividad a crear lo nuevo. Y la revolución tecnológica, todos los avances tecnológicos en los diferentes sectores, proporciona herramientas para ello.

Retos y oportunidades

Así que aquí nos encontramos, inmersos en tiempos de cambio, enfrentados a los retos que esto supone, atenazados por las amenazas que sobre nosotros se ciernen, pero también en pie en medio de enormes oportunidades para crear lo nuevo y ser artífices de un brillante futuro.

Los futurólogos (no me refiero a los videntes sino a los profesionales que se dedican a vislumbrar por dónde podría ir el futuro) nos hablan de escenarios, de posibles futuros que podríamos vivir, pero no, no lo hacen con una bola de cristal, un buen futurólogo nunca te dirá: “esto es lo que va a ocurrir” porque es muy consciente de que el futuro no está escrito, que es algo que se está creando momento a momento y que cómo será el mundo o un determinado sector dentro de cinco o diez años nadie lo sabe y depende de nosotros y de lo que hagamos. Por ello, no busquemos la adaptación sino la creación. Innovar es la palabra moderna que utilizamos para otra más tradicional que es crear.

Creémonos un futuro brillante. Contribuyamos a crear un buen futuro para el mundo, ese mundo que le dejaremos como legado a nuestros hijos y en el que ellos tendrán que vivir. La responsabilidad es nuestra y las herramientas para ello están disponibles.

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