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El desempleo, las enfermedades, las deudas y hasta la falta de sueño son solo algunos de los detonantes del estrés, “el mal del siglo XXI” que limita el desarrollo productivo de las sociedades.

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Así lo explica el más reciente informe del Banco Mundial sobre el impacto económico de las enfermedades de salud mental en América Latina, una región en la que sus habitantes solo invierten el 2% de sus recursos en atención médica de ese tipo.

El documento es enfático al señalar que “los adultos y niños estresados pierden la confianza, son inseguros y no controlan sus emociones”, razón por la cual “se convierten en ciudadanos menos productivos de lo que deberían”.

“Si a esto se le suma un panorama de constante inequidad social, inseguridad y violencia” como el latinoamericano, “tenemos como resultado una población altamente estresada y proclive a enfermedades mentales más severas”, agrega la investigación.

Y es que la carga económica de estas patologías alcanza hasta los US$148.000 millones anuales en naciones desarrolladas como Estados Unidos, según el documento del Banco Mundial, en el que además se afirma que “una de cada cuatro personas sufren al menos un trastorno mental” en el mundo.

Uno de los fenómenos más complejos en América Latina tiene que ver con la aceptación del estrés como uno de los problemas de la vida cotidiana de las personas. En Perú, por ejemplo, el 50% de la población que padece algún tipo de problema mental asume que su estado no tiene nada que ver con la salud, “debido a que no hay una concepción como enfermedad”.

La afirmación la hizo el director general del Instituto Nacional de Salud Mental en ese país, Humberto Castillo, quien además afirma que esas “personas no buscan ayuda profesional” y por ello “disminuyen su capacidad para colaborar con la sociedad”.

Esta situación, que se repite en la mayoría de las naciones de la región, es preocupante en la medida en la que puede desembocar en patologías como la depresión e incluso el suicidio, la segunda causa de muerte en la población de entre 15 a 29 años de edad en el mundo.

Además, “estos ciudadanos, estresados por conflictos en las calles y en el trabajo, pueden actuar de forma alterada con sus familias, creando constantes situaciones de crisis con sus hijos, quienes posteriormente podrían repetir estos comportamientos, colaborando con el círculo vicioso de la pobreza”, detalla el Banco Mundial. Lea también: Erradicar la pobreza infantil para evitar un futuro problema social
Lo más preocupante es que en América Latina hay un serio déficit de profesionales con capacidades para atender dichas patologías pues se estima que por cada 100.000 habitantes hay solo tres psicólogos y dos psiquiatras.

Los recursos humanos se concentran en las áreas urbanas, con lo cual queda desatendida al menos el 45% de la población con mayores necesidades, según lo advierte una investigación publicada en el portal de la Asociación Mundial de Psiquiatría (WPA, por sus siglas en inglés).

Esta problemática se sustenta en la falta de un apoyo financiero sólido por parte de los Gobiernos, una situación que a su vez se traduce en la escasez de infraestructura, política y personal calificado para atender los problemas de salud mental.

“Ocho países tienen institutos dedicados a la investigación de la salud mental, pero sólo uno (México) trabaja constantemente hacia esa meta”, advierte el texto firmado por el especialista Renato D. Alarcón.

Finalmente, argumenta que uno de los factores que explican las carencias de esa área de la salud es que sus profesionales “están entre los peor pagados en la mayoría de los países”, lo cual explica por qué la mayoría de los estudiantes latinoamericanos deciden emigrar.
En este sentido propone mejorar las condiciones de los especialistas, así como fortalecer los esfuerzos en materia de prevención, investigación, legislación e inversión tanto del sector público como el privado para resolver esa problemática.