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Millennials –  “Quiero vivir mi vida al máximo y estar orgulloso de ella”, afirma un aventurero, que asegura que su existencia ideal pasa por recorrer países y conocer gente con la que, de otra manera, nunca se hubiera topado.

“Tú sigue así, que al final vas a acabar viviendo en una furgoneta”, nos amenazaban nuestros padres cuando éramos pequeños, comienza diciendo un articulo de la prestigiosa revista Traveler de Condé Nast. Pero resulta que oh, milagro millennials: si atendemos a la etiqueta #vanlife en Instagram (que arroja más de 2,6 millones de resultados), parece ahora todos soñamos con hacerlo. ¿Por qué se ha vuelto tan glamouroso aquel antiguo “carretera y manta”? ¿Cómo ha pasado vivir sobre cuatro ruedas a ser un concepto inspiracional y altamente wanderlust?

“Las experiencias en la carretera, en lo salvaje, te dejan memorias duraderas, a diferencia de los días sedentarios o las cosas que consumimos. Las conversaciones con gente distinta nos alimentan. Ver nuevos lugares y aprender nuevas cosas despierta nuestra mente. Y lo que quizá es más importante: el aire fresco y una relación más natural con el planeta en el que vivimos son vitales”, explican en Hit The Road: Vans, Nomads and Roadside Adventures, el nuevo -y precioso- libro de Gestalten.

En él, los protagonistas son jóvenes de todo el mundo que han decidido vivir en la carretera “porque tenían un sueño, o porque ya habían tenido bastante” de la existencia ‘estándar’. Es el caso, por ejemplo, de Richard y Ashley Giordano, que, después de estudiar una carrera, casarse y comprar un piso, es decir, de hacer todo lo que la sociedad esperaba de ellos, se dieron cuenta de que eran infelices, de que estaban atrapados en una vida que no les llenaba. ¿Su respuesta? Continuar trabajando otros cinco meses para conseguir más dinero, vender todo lo que tenían y ponerse a conducir. Hoy llevan cinco años recorriendo el continente americano. Y no se arrepienten.

La artista tejana Amanda Sandlin, sin embargo, lo hizo para enfrentar sus miedos: estaba recuperándose tanto del fin de una relación como de la muerte de su abuelo, y sentía que no había ningún lugar al que pudiera llamar hogar, así que pensó que un período de instrospección le vendría bien. Así fue como se encontró embarcándose en una furgoneta, cara a cara con la soledad que tanto había temido hasta entonces. “Me llevó prácticamente todo el viaje entender que está bien que me sienta… como sea que me sienta. En lugar de juzgar mis emociones, las dejé estar. Como consecuencia, su fuerza sobre mí fue disminuyendo”, rememora.

Paul Nitzschke, por su parte, es un berlinés que siguió un camino parecido a los Giordano, con objeto de vivir según su mantra: “Países desconocidos y su belleza: esa es mi definición de la felicidad”, afirma en el libro. Fue también en 2013 cuando partió junto con su novia Christine en una furgoneta que les costó 1.500 euros; ponerla a punto supuso 3.500 euros más. “Quiero vivir mi vida al máximo y estar orgulloso de ella”, afirma el aventurero, que asegura que su existencia ideal pasa por recorrer países y conocer gente con la que, de otra manera, nunca se hubiera topado. “Este es mi sueño, y cualquiera puede tener esta vida”, asegura.

“Encontrarás el paraíso al doblar la esquina”© Gestalten

UNA NUEVA ETAPA VITAL
La psicóloga Jara Pérez está de acuerdo en que esta existencia es ahora accesible para todos: “Creo que hoy en día es más fácil aspirar a este tipo de vida durante un tiempo. La posibilidad de tener una furgoneta con la que moverse por el mundo se ha hecho real gracias a la posibilidad, también, de pedir un préstamo para comprarla. Lo que antes era una forma de vida a largo plazo, hoy se ha convertido algo que puedes llevar a cabo de manera temporal. Puede suponer un juego de un par de años: vendes la furgoneta y vuelves a tu rutina de antes”, explica.

Ken Ilgunas, uno de los pioneros de este movimiento, opina que hay toda una subcultura, que no hace más que crecer, de personas que buscan salirse de la fórmula “educación, deuda, trabajo, familia, hogar, más deuda y un montón de posesiones materiales”. “Esta manera de vivir no deja mucho tiempo para las aventuras o para ti mismo, así que hay quienes están buscando formas imaginativas de subvertirla. La subcultura de la que hablo se siente atraída por la vida en el campo, por tener casas pequeñas o mudarse a un vehículo. En muchas ocasiones, reduciendo nuestros gastos podemos vivir una vida más rica”, afirma a Traveler el norteamericano.

En su caso, vivió en una furgoneta de 2009 a 2011 con el objetivo de terminar la universidad libre de deuda, una realidad que atenaza el porvenir de los estudiantes estadounidenses, y, poco a poco, también de los españoles. Luego, se dedicó a recorrer a pie Norteamérica, y sobre ambas experiencias ha escrito tres libros.

Ahora mismo, Ilgunas lleva cuatro meses atravesando Europa haciendo auto-stop y subiendo en trenes, aviones y autobuses, y afirma sentirse con más energía y más creativo que nunca. La posibilidad de pasar tanto tiempo viajando también se deriva de la filosofía que adquirió mientras estudiaba, y que todavía mantiene: “Gracias a que llevo una vida sencilla, sin deudas y con apenas facturas, puedo ser más creativo. Tengo tiempo de sobra para escribir, aprender a tocar un instrumento, leer, ver películas y escuchar podcasts, todo lo que me ayuda a ser un ciudadano bien informado. También dispongo de suficientes horas para pensar y de nueve horas diarias para dormir. Eso sí, no poseo demasiado (podría guardar todas mis pertenencias en mi Honda Civic), pero tengo libertad y tiempo”.

No obstante, el autor opina, como Pérez, que vivir de esta manera no es algo necesariamente para toda la vida: “He tenido muchísimas experiencias, y me resultan muy valiosas; me hace feliz haber pasado por esa etapa, pero todavía me quedan muchas por vivir”, nos cuenta. Y en las que vienen, no le importaría tener un techo sobre su cabeza bajo el que seguir escribiendo.

VIVIR DE LA #VANLIFE
Allá por los albores de Instagram, Foster Huntington dejó su trabajo en Nueva York como diseñador de Ralph Lauren y se mudó a una Volkswagen Syncro de 1987. Sus días se convirtieron entonces en una sucesión de olas que surfear y paisajes que descubrir: pronto acumuló más de un millón de seguidores, convirtiéndose con ello en uno de los primeros instagrammers del mundo. Y poniendo de moda el hashtag #vanlife.

No obstante, cuando The New Yorker se aproximó a él hace poco para hacer un reportaje acerca del fenómeno, Huntington comentó con cierto escándalo: “Ahora hay vanlifers profesionales”, aludiendo a aquellos que han convertido sus viajes en un producto por el que cobrar. Uno de los mejores ejemplos de esto son Emily King y Corey Smith, una pareja a la que fue precisamente Huntington -que ya ha escrito dos libros sobre la vida en la carretera- quien empujó a embarcarse en la aventura sobre ruedas.

“Casi todas las cuentas populares de este tipo pertenecen a parejas jóvenes, atractivas, blancas y heterosexuales”, apuntan en The New Yorker, a lo que Smith responde: “Están la chica guapa y el tipo con pinta de leñador; eso es lo que la gente quiere ver”. “Quieren ver a Emily en bikini, quieren ver el sol reflejándose en la lente, quieren ver la furgoneta. Si hago una de Emily en la furgoneta despertándose con Penny -su perra-, lo petamos”, cuenta. Al fin y al cabo, como él mismo reconoce, “Es una mujer desnuda”. Y explica que, si él la acompaña en la imagen, los “me gusta” bajan exponencialmente.

“Parece que se lo están pasando bien, pero en realidad trabajan muchísimo”, señala Huntington sobre el día a día de King y Smith. De hecho, pueden estar horas tratando de capturar el instante perfecto, ese que hará a sus 175.000 seguidores suspirar de inspiración… y que, finalmente, reportará a la pareja los likes que financian sus viajes a través del patrocinio de productos. Así, según recoge The New Yorker, en 2016 -el primer año en el que Instagram pasó a ser su sustento principal-, King y Smith consiguieron 18.000 dólares, mientras que en los dos primeros meses de 2017, ya habían recaudado más de 10.000.

VENTAJAS Y DESVENTAJAS DE SER UN VANLIFER
Parece que de lo que trata la #vanlife, finalmente, es de convertir unas circunstancias complicadas -empleos inestables, vidas infelices regidas por el consumismo, deudas gigantescas- en una romántica postal. Al fin y al cabo, mejor eso que conformarse con una existencia que no es lo que esperábamos.

“La libertad y el minimalismo parecen ser las primeras palabras que pronuncian quienes llevan esta vida, y comparten la sensación de que al consumismo y la competitividad le faltan cualidades fundamentales para que haya un progreso humano real”, se lee en el libro de Gestalten. “Si los vanlifers son la nueva Generación Perdida, quizá es porque cuanto más joven eres, más trabajo se espera que hagas por menos dinero, un trabajo al que, además, parece que cada vez tiene menos sentido”.

No obstante, pese a ser una alternativa muy jugosa a la existencia común, no son pocos quienes últimamente están sacando a relucir “la otra cara” de este tipo de vida. Así, Max y Susagna, fundadores del blog de viajes con niños Familias en Ruta, desvelan en un post “lo que nadie te cuenta sobre viajar en una furgoneta cámper”, a saber: que no tienen baño, que los olores derivados de cocinar acaban inundándolo todo, que no se puede aparcar donde se quiera sin enfrentarse a multas, que no están bien aisladas termicamente y que cuentan con poco espacio.

De hecho, los propios King y Smith reconocen que no es fácil compartir un puñado tan pequeño de metros cuadrados día tras día, aunque quizá el caso de “contras” más sonado de los últimos tiempos sea el de Felix Starck y Mogli. Esta pareja alemana tuvo que vender el autobús escolar que se habían customizado para atravesar América tan sólo unos meses antes, y no tuvo miedo de exponer todas las dificultades a las que se encontraban a lo largo del camino: falta de experiencia a la hora de personalizar el automóvil, problemas con la visa, fallos de climatización del autobús, trabas a la hora de cruzar fronteras, la enfermedad de su perro…

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Sin embargo, ¿acaso no es la vida complicada en todas partes? Tal y como apunta Jara Pérez, hay pisos en Madrid más pequeños que muchas caravanas, así que el compartir un espacio ajustado no es algo que afecte sólamente a los vanlifers: “Depende de si se trata de placer o necesidad, depende del punto del viaje en el que se encuentre la pareja, depende de la relación que mantengan y del momento en el que esté la misma…”, apunta la experta. “No tener un espacio propio puede afectar mucho a la convivencia, pero si tenemos en cuenta que, dependiendo de dónde paremos la furgoneta, todo el espacio exterior que queramos puede ser usado, no ha de ser algo necesariamente incómodo”.

Asimismo, para que la aventura se desarrolle de la mejor manera posible, la profesional señala que es importante tener la capacidad de adaptarse a situaciones diversas, y estar en un momento de la vida propicio para emprender este tipo de viaje: “No es lo mismo hacerlo a las 20 que a los 50”, reconoce. Pese a todo, si somos nosotros quienes hemos elegido vivir sobre cuatro ruedas, tenemos ya mucho que ganar: “Cuando te atreves a hacer algo que la sociedad admira pero que no todo el mundo tiene la valentíade llevar a cabo, puedes tener sensación de libertad y fortaleza, y quizá, si el tipo de vida encaja con tus expectativas, sensación de triunfo”, explica Pérez.

“Todo ello depende, claro, de nuestras condiciones económicas, relacionales, emocionales, etc. Pero probablemente el principal beneficio de este tipo de vida sea tener la posibilidad de valorar cosas que en otras condiciones no valoraríamos. Por ejemplo, la posibilidad de estar en un lugar diferente cada día o de estar cerca de la naturaleza”, concluye.

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