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Andrés Malamud y Giuliano Da Empoli, permiten comprender cómo se construye hoy el poder político, cómo se manipula la opinión pública y por qué la democracia enfrenta desafíos inéditos.

Escribe Julio Rodriguez Morano, Director & Publisher de ManagementSociety

RESUMEN CON IA

“Rabia y algoritmo” resume el modo en que la política actual se estructura alrededor de emociones intensas y tecnologías que las amplifican. Para Andrés Malamud, la “rabia” representa el malestar social: frustración, resentimiento y desconfianza que atraviesan democracias saturadas de conflicto. Los “algoritmos” son los mecanismos digitales que organizan la atención, privilegiando contenidos que generan reacción emocional, especialmente negativa. Giuliano Da Empoli profundiza esta idea mostrando cómo ciertos líderes y estrategas —los llamados ingenieros del caos— usan datos, redes sociales y narrativas disruptivas para canalizar esa rabia y convertirla en apoyo político. Así, la combinación entre emociones exacerbadas y sistemas de recomendación crea un ecosistema donde la polarización y la manipulación se vuelven herramientas centrales. “Rabia y algoritmo” define, en ambos autores, la lógica dominante del poder contemporáneo.

 

La política contemporánea atraviesa una transformación radical. No se trata solo de nuevas plataformas de comunicación ni de una ciudadanía más conectada, sino de un ecosistema en el que la emoción se vuelve estrategia y la tecnología se convierte en arquitectura del poder. En este escenario emergen dos conceptos que sintetizan la lógica del siglo XXI: rabia y algoritmo. La primera, entendida como el malestar emocional que recorre sociedades polarizadas; el segundo, como la lógica digital que amplifica, ordena y dirige ese malestar. Estos dos términos, explorados desde perspectivas distintas pero complementarias por los politicólogos Andrés Malamud y Giuliano Da Empoli, permiten comprender cómo se construye hoy el poder político, cómo se manipula la opinión pública y por qué la democracia enfrenta desafíos inéditos.

Este artículo examina la articulación entre ambas ideas y muestra por qué “rabia y algoritmo” funciona como una nueva gramática del poder contemporáneo.

  1. La rabia como fuerza política

La emocionalización de la vida pública

Andrés Malamud sostiene que la rabia es el signo político de nuestro tiempo. No se refiere a un enojo episódico, sino a un clima emocional persistente, alimentado por frustraciones económicas, desigualdades crecientes, crisis de representación y desconfianza generalizada hacia las instituciones. La rabia es una emoción política, pero también es una identidad: un modo de pertenecer a un grupo enfrentado a un enemigo común.

La política del siglo XXI ya no se articula alrededor de proyectos ideológicos coherentes, sino alrededor de emociones fuertes. La indignación reemplaza al debate, el resentimiento reemplaza a la argumentación y el miedo reemplaza a la deliberación. La rabia, como emoción primaria, se vuelve un motor más eficaz que la esperanza, porque moviliza de manera inmediata, visceral.

 

Tradicionalmente, la política buscó canalizar aspiraciones colectivas. Hoy, en cambio, cada vez más líderes detectan zonas de malestar —económico, cultural, identitario— y las convierten en un arma política.

 

La rabia como recurso para la movilización

Tradicionalmente, la política buscó canalizar aspiraciones colectivas. Hoy, en cambio, cada vez más líderes detectan zonas de malestar —económico, cultural, identitario— y las convierten en un arma política. La rabia se presenta como respuesta a una sensación de pérdida: pérdida de seguridad, de privilegios, de pertenencia o de futuro. Ese sentimiento alimenta fenómenos tan diversos como el populismo de derecha, los movimientos antisistema, las revueltas digitales y las campañas basadas en denuncias permanentes.

Para Malamud, la rabia no es solo una emoción. Es un producto político. Se fabrica, se dirige y se administra. Es combustible para discursos que prometen no soluciones, sino venganzas. Y en un mundo hiperconectado, ese combustible se distribuye a velocidad viral.

  1. El algoritmo como arquitecto del poder digital

La lógica algorítmica: ¿qué vemos y qué no?

Si la rabia constituye la materia prima, el algoritmo es el dispositivo que la multiplica. Los algoritmos de recomendación —los de redes sociales, buscadores, plataformas audiovisuales— seleccionan qué contenidos vemos, priorizan cuáles se viralizan y determinan qué se oculta en la inmensidad del flujo informativo. Su lógica es simple: maximizar la permanencia del usuario en la plataforma. Y para eso, nada funciona mejor que la emoción intensa.

El algoritmo no produce rabia, pero la recompensa. Y al premiarla con visibilidad, la amplifica. Un mensaje equilibrado genera menos interacción que uno provocador; un argumento razonado, menos reacciones que un insulto. La economía de la atención transforma la indignación en moneda de cambio.

 

Burbujas, cámaras de eco y polarización

Los algoritmos crean entornos filtrados en los que los usuarios ven principalmente aquello que confirma sus creencias. Este fenómeno —conocido como burbuja de filtros— lleva a la formación de cámaras de eco donde las opiniones se repiten, se amplifican y se radicalizan. La polarización ya no se limita a la disputa política: se vuelve un modo de vida, una identidad social reforzada por la tecnología.

La consecuencia es doble:

  • quienes ya están enojados encuentran cada vez más motivos para sostener su indignación;
  • quienes aún no lo están, terminan expuestos a contenidos diseñados precisamente para despertar rabia.

 

  1. Giuliano Da Empoli: los ingenieros del caos

Las nuevas élites que manipulan la emocionalidad

Giuliano Da Empoli, en Los ingenieros del caos, ofrece una mirada complementaria a la de Malamud. Mientras éste describe el clima emocional global, Da Empoli estudia a los estrategas que manipulan ese clima. Para él, la política actual está moldeada por expertos en datos, psicólogos del comportamiento, programadores, estrategas digitales y comunicadores que operan tras bambalinas.

Son los “ingenieros del caos”: profesionales que diseñan campañas basadas en microsegmentación, emociones negativas, narrativas disruptivas y uso intensivo de redes sociales. Su objetivo no es convencer con argumentos, sino movilizar con sensaciones. No buscan construir consenso, sino activar polarización. No necesitan mayoría estable: les basta con incendiar el escenario.

 

Son los “ingenieros del caos”: profesionales que diseñan campañas basadas en microsegmentación, emociones negativas, narrativas disruptivas y uso intensivo de redes sociales.

 

El método: datos, emoción y provocación

Da Empoli explica que estos ingenieros del caos trabajan con tres ingredientes principales:

  • Datos: permiten identificar qué teme, qué odia o qué desea cada segmento de la población.
  • Emoción: especialmente la rabia, porque moviliza más rápido y de manera más intensa que cualquier otra emoción.
  • Provocación: genera visibilidad, captura la agenda mediática y obliga al adversario a reaccionar.

En este esquema, el algoritmo se convierte en un aliado perfecto. Produce segmentación automática, optimiza la viralización de contenidos emocionales y permite medir en tiempo real la eficacia de cada mensaje. Así, la política adquiere una dimensión experimental: se lanzan cientos de mensajes, se observan sus reacciones y se ajusta la estrategia sobre la marcha.

  1. El cruce entre Malamud y Da Empoli: rabia + algoritmo como fórmula del poder

Una sinergia que transforma la democracia

Malamud describe la materia emocional que domina la política. Da Empoli, los actores que manipulan esa materia. Ambos coinciden en que la combinación entre rabia y algoritmo crea un ecosistema político radicalmente nuevo.

La rabia ya no es solo una reacción ciudadana ante crisis o injusticias; es un estado permanente, amplificado por sistemas que privilegian la emocionalidad. El algoritmo, a su vez, ya no es solo una herramienta digital neutral; es un dispositivo que organiza la vida pública según lógicas comerciales que chocan frontalmente con la deliberación democrática.

La política como economía de la indignación

La política de hoy se rige por una economía emocional basada en tres fuerzas:

  1. Rabia: moviliza.
  2. Algoritmo: amplifica.
  3. Ingeniería del caos: dirige.

Los actores políticos que dominan esta tríada logran construir poder sin necesidad de partidos sólidos, instituciones estables o grandes consensos. Pueden gobernar desde la comunicación, desde la agenda simbólica, desde la emoción permanente. La política deja de ser un espacio de negociación para convertirse en un campo de batalla emocional.

 

El debate democrático requiere argumentos, información y capacidad de escucha. Sin embargo, en un entorno gobernado por la rabia, estos elementos pierden valor

 

  1. Consecuencias para la democracia

La erosión del debate público

El debate democrático requiere argumentos, información y capacidad de escucha. Sin embargo, en un entorno gobernado por la rabia, estos elementos pierden valor. Los discursos se vuelven más incendiarios, las posiciones más extremas y los adversarios más deshumanizados. El algoritmo no fomenta deliberación: fomenta confrontación.

El ascenso de líderes reaccionarios

La combinación entre rabia y algoritmo crea condiciones ideales para líderes que se presentan como “anti-sistema”, que hablan sin filtros, que utilizan provocación constante y que movilizan a través de emociones negativas. Estos líderes no necesitan estructuras políticas tradicionales: pueden construir su poder casi exclusivamente desde redes sociales.

La fragilidad institucional

Cuando la rabia se vuelve identidad política, cualquier institución que busque moderación o legalidad aparece como enemiga. Se desconfía de la justicia, del parlamento, de los medios, de los expertos. Todo se interpreta como parte de una conspiración para impedir que “el pueblo real” se exprese. La democracia pierde legitimidad mientras gana eficacia la lógica del caos.

 

Se desconfía de la justicia, del parlamento, de los medios, de los expertos. Todo se interpreta como parte de una conspiración para impedir que “el pueblo real” se exprese. La democracia pierde legitimidad mientras gana eficacia la lógica del caos.

 

  1. ¿Es posible escapar a la lógica de rabia y algoritmo?

Regulación y alfabetización digital

Una salida implica regular los algoritmos de recomendación, transparentar sus criterios y limitar la manipulación masiva. Pero la regulación no es suficiente. También se necesita alfabetización digital: enseñar a los ciudadanos a identificar manipulaciones, verificar información y cuestionar sus propios sesgos.

Reconstruir un espacio público basado en confianza

La rabia surge cuando la ciudadanía siente que no es escuchada. La reconstrucción institucional debe pasar por espacios de participación auténticos, decisiones transparentes y políticas públicas que reduzcan desigualdades. Combatir la rabia no es reprimirla, sino atender sus causas.

Politizar la esperanza

Si la rabia tiene un enorme poder movilizador, también lo tiene la esperanza, pero requiere más tiempo y más trabajo. Se necesitan líderes capaces de comunicar proyectos de futuro, no solo diagnósticos de destrucción. La única manera de salir de la política emocional negativa es construir una emocionalidad positiva que resulte igual de movilizadora.

Conclusión

“Rabia y algoritmo” no es solo una metáfora: es la fórmula que define la política global del siglo XXI. A través de la mirada de Andrés Malamud, entendemos cómo la rabia se ha convertido en el combustible emocional de las democracias contemporáneas. A través de Giuliano Da Empoli, comprendemos cómo actores políticos y consultores estratégicos manipulan esa rabia con precisión quirúrgica gracias a datos, algoritmos y plataformas digitales.

Esta combinación transforma el modo en que se produce, se distribuye y se ejerce el poder. La democracia enfrenta hoy desafíos que no provienen únicamente de crisis económicas o institucionales, sino de una emocionalidad exacerbada y una arquitectura digital diseñada para amplificarla.

Frente a este panorama, la pregunta no es solo cómo evitar que la rabia se convierta en el motor principal de la política, sino cómo recuperar una esfera pública donde la deliberación, la esperanza y el desacuerdo constructivo sean nuevamente posibles. La respuesta exigirá un esfuerzo colectivo: institucional, tecnológico, cultural y emocional.

(Escrito con investigación propia y de Inteligencia Artificial)

 

1 comentario

  1. Como dicen los autores, tradicionalmente, la política buscó canalizar aspiraciones colectivas. Hoy, en cambio, cada vez más líderes detectan zonas de malestar —económico, cultural, identitario— y las convierten en un arma política.

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