En la década de 1970 se vendían afiches de tono “hippiesco” con un pájaro volando hacia una puesta de sol, con la máxima: ‘Si amas algo, déjalo libre: si regresa, es tuyo; si no lo hace, jamás lo fue‘.
Pensé que ese lema había expirado, pero me sorprende ver que en lugar de eso, se ha convertido en una política de los departamentos de recursos humanos, dice Andrew Hill en el Financial Times.
Yo culpo a Reid Hoffman, cofundador de LinkedIn, la red social de negocios, quien incorporó su conveniente manifiesto para la “gestión de talento en la era de las redes” con un delgado libro: The Alliance. El libro está repleto de ejemplos de cómo ahora las empresas organizan “misiones” de corto plazo con su personal, alentándolos a trabajar con otros empleadores, basándose en la propuesta de que todo el mundo se beneficiará eventualmente.
Cuando critiqué a Hoffman el año pasado por promover la poco saludable promiscuidad profesional, dos grupos de críticos se mostraron en desacuerdo conmigo. Un grupo dijo que el presidente de LinkedIn se limitó sencillamente a reconocer la realidad. Un segundo y más cínico grupo señaló que las empresas no habían precisamente demostrado mucha lealtad que digamos con sus empleados, y que no podían realmente culparlos por perseguir egoístamente sus propios intereses.
Pero los afanes competitivos que se desarrollan durante las labores profesionales pueden rápidamente convertirse en actitudes más bien negativas.
La mayoría de los líderes autorizarán todos los métodos disponibles, desde dinero hasta amenazas, para atraer y aferrarse a sus mejores empleados.
Las cláusulas de “no competencia” son prácticamente inaplicables en Silicon Valley. Unos 64,000 ingenieros han demandado a Google, Apple, Intel y Adobe Systems por haber formado un tipo diferente de alianza con el fin de detener el robo de personal entre las empresas.
Un panel de arbitraje en EE.UU. acaba de fallar que BGC Partners debe compensar a su competidor Tullett Prebon en una disputa relacionada con una “redada” en 2009 en la que 80 corredores cambiaron de empleador. Bajo amenazas, las empresas están blindando sus contratos con cláusulas más severas prohibiendo la captación de empleados y aumentando el valor de los beneficios a su personal de alto nivel.
Se espera que los líderes se aguanten la rabia y sonrían cuando sus ejecutivos renuncian para irse con sus rivales. Algunos incluso afirman que es esperable que eso suceda. Pero la mayoría de los gerentes probablemente consideren que el robo de empleados es más un problema que un cumplido. Por ello, no debería ser ninguna sorpresa si hacen todo lo posible por obstaculizar la práctica, en lugar de tomársela suave, con una actitud reminiscente de los años 1970.