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NICOLAS-MADURO

Los precios de los bonos venezolanos se desvanecieron la semana pasada debido a renovados rumores de que el gobierno del presidente Nicolás Maduro podría declarar pronto la cesación de pagos de hasta US$80.000 millones de deuda externa, señala Mary Anastasia O’Grady en The Wall Street Journal.

El rendimiento del bono del gobierno con vencimiento en 2022 alcanzó el 9 de septiembre su punto más alto en seis meses, con 15,8%. David Rees de la firma Capital Economics, con sede en Londres, y que el año pasado advirtió de los riesgos que la bajada del precio del petróleo representaba para Venezuela, le dijo a Bloomberg News por teléfono que “el mercado de bonos finalmente está comenzando a despertarse”.

Eso podría ser cierto. Está claro que las divisas que Venezuela recibe por sus exportaciones de petróleo no pueden pagar sus importaciones y los intereses de su deuda. Hay escasez extrema de bienes industriales y de consumo, así como de servicios. Por algún lado tiene que romperse el saco, y la probabilidad es que el ajuste que requiere la economía no será la primera opción del gobierno.

Sin embargo, a los bancos de inversión de Wall Street les conviene que siga en marcha la pirámide de préstamo y gasto. Los rendimientos son buenísimos y las comisiones de colocación ayudan mucho a incrementar sus bonificaciones de fin de año. Mientras Venezuela pueda financiar sus déficits, nadie pierde dinero. Es por eso que el default quizás no sea tan inminente como algunos temen. Aun así, puede ser inevitable.

Cuando Hugo Chávez asumió el poder en 1999, PDVSA producía 3,5 millones de barriles de crudo por día (bpd). Para 2004, otros 900.000 barriles se habían sumado al flujo diario. Venezuela se destacaba entre los miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo porque también vendía en el mercado mundial productos refinados del crudo.

Pero los problemas se estaban gestando desde 2002. Fue en ese entonces cuando PDVSA despidió a cerca de 20.000 empleados por motivos políticos y los reemplazó con chavistas leales que no estaban adecuadamente capacitados para el trabajo petrolero. Los activos petroleros en manos extranjeras fueron nacionalizados. La inversión se fue a pique y los accidentes causados por un mal mantenimiento se incrementaron. En 2012 estalló la enorme refinería Amuay. La OPEC dice que Venezuela produce actualmente 2,3 millones de barriles de crudo al día.

Más de la mitad de esta producción no genera divisas. Cerca de 700.000 barriles al día abastecen el mercado interno y de esos, los expertos calculan que aproximadamente 100.000 bpd son enviados de contrabando al mercado libre colombiano por funcionarios corruptos. Cuba y otros vecinos del Caribe no pagan en efectivo por los 300.000 bpd que reciben. Cerca de 650.000 bpd son enviados a China. Pero buena parte de eso se usa para pagar decenas de miles de millones en préstamos que se gastaron hace mucho tiempo.

La producción local ha sido paralizada. Según el banco central, en 2013 un 69% de las importaciones fueron insumos que los productores locales usan para hacer productos terminados. No obstante, también hay que pagarles a los proveedores.

La tasa oficial de cambio es de 6,3 bolívares por dólar. Pero debido a que el banco central incrementó la oferta de efectivo en 70% en los últimos 12 meses y en 63% en los 12 meses previos a eso, el valor del bolívar se ha ido a pique. El banco central perdería todos sus dólares de la noche a la mañana si satisficiera la demanda de dólares a la tasa oficial. En cambio, vende una cantidad limitada a tasas más altas (pero no de mercado). Los negocios “prioritarios” tienen permitido comprar algunos dólares todas las semanas a poco menos de 12 bolívares por dólar y algunos otros afortunados hacen compras a una proporción de 50 bolívares por dólar.

La liquidez en dólares se está esfumando. Un analista independiente me dice que las ventas de dólares del gobierno en el primer semestre de 2013 cayeron cerca de 20% frente al mismo período del año anterior y que las ventas en la primera mitad de 2014 fueron alrededor de 30% menores que en el mismo período de 2012.

La tasa de cambio del mercado negro de 90 bolívares por dólar, que deben pagar aquellos sin conexiones, es demasiado alta para los productores que se encuentran sujetos a controles de precios sobre sus productos terminados. Súmele a eso unas leyes laborales que harían sonrojar a Mussolini y puertos dirigidos por Cuba en los que los bienes se mueven a paso de tortuga y podrá ver fácilmente por qué la producción ha colapsado.

Las preocupaciones por un default son exacerbadas por la noticia publicada hace unos meses de que PDVSA ha puesto en venta Citgo Petroleum, valorada en cerca de US$10.000 millones. Caracas puede estar tratando de recaudar capital, pero también puede que esté tratando de minimizar su exposición a incautaciones de activos en EE.UU. si dejara de pagar a sus acreedores.

Venezuela dice que pagará sus deudas. Pero a medida que la epidemia de inflación y pobreza empeora, ¿a quién no se le ocurre que los socialistas del siglo XXI encontrarán más fácil culpar a los capitalistas que a sí mismos? Se pregunta la analista del Wall Street Journal.

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