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ATLANTIC-CASINOS

La ciudad de Atlantic City se solía identificar a sí misma como el patio de recreo de Estados Unidos. El problema es que ya no son tantos los estadounidenses que vienen aquí a jugar.

 

A lo largo del afamado paseo marítimo de la ciudad, pantallas en blanco y el color negro más propio del duelo remplazan al neón titilante y las señales chillonas de algunos de sus palacios de apuestas más famosos, destaca Nick Bryant de la BBC.

Un tercio de los casinos está ahora a oscuras. Durante los últimos ocho años, los ingresos de los casinos de Atlantic City han caído más de un 45%.
Un declive que tiene su reflejo en la frustración de las miles de personas que se han quedado sin trabajo.

La semana pasada, Trump Entertainment Resorts -la empresa que gestiona los casinos Trump Plaza y Trump Taj Mahal- presentó un expediente de bancarrota.

El Trump Taj Mahal, una torpe recreación del mausoleo indio, también se enfrenta a la amenaza del cierre, salvo que se alcance un acuerdo con los sindicatos para reducir los costos.
De no ser así, el próximo 13 de noviembre cerrará sus puertas y se convertirá en el quinto casino clausurado en 2014.

En el otro extremo del paseo, el casino Showboat cerró en agosto después de casi 30 años en el negocio.

Un revés incluso más grande para Atlantic City llegó pocos días después con el cierre del casino vecino Revel, cuya construcción costó US$2,400 millones y parecía tener un futuro prometedor.

Los ingresos cayeron más de un 45% en 7 años, desde US$5.200 millones en 2006 a US$2.8000 en 2013.

El número de visitas a Atlantic City se redujo a 26 millones en 2013 desde los 35 millones en 2005.

Los casinos de Atlantic City solían disfrutar de un monopolio no sólo en la costa noreste de Estados Unidos, la parte más densamente poblada del país, sino también en la orilla este del río Mississppi.

Ahora que los estados vecinos como Nueva York, Pensilvania y Maryland han relajado sus leyes sobre el juego, el mercado está saturado.

Hay demasiados casinos y no suficientes jugadores. El mercado regional de apuestas ha crecido menos del 1% desde 2001. Durante el mismo período, se han abierto 14 casinos rivales en estados aledaños a Nueva Jersey.

En una industria ya tambaleante desde la Gran Recesión -la crisis financiera de 2008-, ha sido difícil convencer a los jugadores de fuera del estado para que pasen de largo frente a los casinos cercanos a sus casas y que sigan camino hacia Atlantic City.

Para Donald Trump, que hace 30 años concibió Atlantic City como rival de Las Vegas, ha sido frustrante observar el cambio.

Recientemente se distanció de los casinos que llevan su nombre. El magnate inmobiliario posee el 10% de Trump Entertainment Resorts y ha adoptado acciones legales para que se retire su nombre de las propiedades.

Trump se quejó de que estaba perjudicando su marca personal y corporativa.

“Mucho de esto tiene que ver con una mala gestión política y mucho de ello también tiene que ver, honestamente, con que hay demasiada competencia”, me dijo en la sala de juntas de la Trump Tower, su sede en la Quinta Avenida de Nueva York.

“Se están abriendo casinos por toda la costa este, y al final simplemente se van a matar entre ellos.

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