Por Enrique Dans, profesor del IE Business School
La semana pasada estuve en mi despacho con dos personas del proyecto Thinking Things de Telefonica I+D y dos del departamento de tecnología de Telepizza viendo el prototipo del botón “Click&Pizza”, un desarrollo hecho a partir de la reducción hasta el minimalismo más absoluto de una placa con una demanda bajísima de alimentación eléctrica, capaz de emitir un SMS, señalizar la acción con un LED bicolor, y poner en marcha la preparación y el envío del pedido que tengas escogido como favorito. Tan sencillo como un botón que pegas en la nevera, y que al pulsarlo, te envía tu pedido favorito.
Había tenido algunas referencias del proyecto a través de un amigo, y la verdad, me llamó muchísimo la atención: filosofía completamente abierta, vocación por la sencillez absoluta, y una manera perfecta de dar a entender conceptos como la internet de las cosas, los objetos inteligentes, la conectividad embebida o los servicios basados en contexto. Lo único que lamenté, siendo nuestra reunión un viernes a las 16:00 tras una clase que había tenido de 14:00 a 14:30 y sin haber tenido tiempo para almorzar, fue que el botón no funcionase todavía! 🙂
El botón, con la forma y el tamaño de un imán para pegar en la nevera y el tamaño aproximado de la ilustración que he utilizado, genera al ser pulsado un pedido estandarizado en función de las preferencias establecidas por el cliente, y enciende un LED verde discontinuo tras la silueta de la pizza. Al cabo de un momento, el LED se vuelve continuo y recibes un SMS de confirmación en tu móvil. Si no vuelves a apretar el botón, lo que generaría la cancelación del pedido y el encendido del LED en color rojo para confirmarla, al cabo de media hora suena el timbre y aparece un motorista con tu pedido.
Las características del proyecto desde el punto de vista de gestión resultan muy interesantes: Telepizza tiene apariencia de empresa sencilla, tendemos a pensar en una pizza como un producto simple, pero no lo es. Múltiples combinaciones de base, ingredientes, tamaños, etc. dan al catálogo un nivel de profundidad elevado, al tiempo que un desarrollo continuo del canal online ha llevado a que ya más de un cuarto de los pedidos se lleven a cabo a través de la red (y casi un tercio de estos, a través de dispositivos móviles). Cada vez resulta más normal que un cliente habitual tenga un perfil en la web de Telepizza, en la que en muchos casos activa un pedido como favorito. Mientras un uso esporádico es muy posible que no pueda ser reducido a un solo tipo de pedido y demande una interacción personalizada con la página (o a través del teléfono, o acercándose al local), se detecta un cierto tipo de cliente habitual que lleva a cabo un consumo más sistematizado y repetitivo, un cliente al que puede resultar rentable hacerle las cosas más sencillas. Para ese cliente, un toque al botón, y su pedido favorito aparece por la puerta.
La idea de que una acción simple desencadene un proceso complejo mediante un objeto completamente autónomo que interactúa a través de la web resulta indudablemente atractiva. Las anécdotas de su diseño, un auténtico proceso de diseño e iteración manejando aspectos de hardware, software y diseño me resultó muy estimulante: el nombre interno del proyecto, “el botón del hambre”, que me parecía buenísimo, fue cancelado por las posibles connotaciones equivocadas que podría generar al asociarse con proyectos de tipo humanitario. Igualmente se descartaron posibles combinaciones de imanes que permitían definir ingredientes de un pedido, pero que llevaban el sistema a una complejidad excesiva y a compromisos con la duración de la batería. Hablamos también de cuestiones como las estrategias de lanzamiento de un producto así, o los niveles de coste que eran posibles en función de los diversos componentes: ¿permite el coste de fabricación entregar el dispositivo a aquellos clientes que han demostrado unos hábitos determinados, o es preciso ofrecerlo con un precio determinado? ¿Cuántas pizzas es necesario vender para convertirlo en rentable? Un caso de tecnología visto de principio a fin, desde el primer prototipado y la impresión en 3D, hasta las decisiones más puramente estratégicas y comerciales.
El resultado final es un botón con una sola acción, y un simple LED que permite codificar las respuestas mínimas para entender lo que está pasando, al tiempo que posibilita mecanismos para cubrir posibles errores, pulsaciones de niños, activaciones accidentales, caídas, etc. Un ejemplo de las cosas que se pueden hacer con componentes sencillos y una mentalidad abierta. Simple, pero brillante.