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¿Son los emprendedores distintos al resto de las personas? ¿Ven el mundo de manera diferente o tienen una composición psicológica que los hace más capaces de lanzar un negocio?

En teoría, sí. Tienen la garra, el coraje, la visión y la perspicacia. Las escuelas de negocios intentan enseñarles a sus estudiantes a pensar como emprendedores, y las grandes empresas buscan trabajadores con esas características.

Solo hay un problema con esta creencia popular. No hay evidencia directa que la sostenga ni investigación sólida que sugiera que no es cierta, señalan Peter Cappelli y Laura Huang en The Wall Street Journal.

El problema es que la mayoría de los estudios sobre psicología de emprendimiento no buscan responder directamente esa pregunta o estudian a los emprendedores en la mitad de sus carreras. Así, no hay forma de saber si los emprendedores nacen con ciertos rasgos de personalidad o los desarrollan a medida que van madurando como empresarios.

Para realmente determinar si los emprendedores son distintos de quienes no lo son, tendríamos que analizar las diferencias entre los dos grupos antes de que empiecen sus carreras. Existen pocos estudios valiosos al respecto.

Uno de los mejores, de los investigadores Andrew Oswald y David Blanchflower, intenta responder una pregunta común: ¿Por qué tantas personas dijeron que querían empezar un negocio propio y trabajar sí mismos y no lo hicieron? Entre otras cosas, estudiaron pruebas de personalidad que los individuos tomaron cuando eran niños y los buscaron para ver quiénes se habían convertido en emprendedores.
Encontraron que las personas que tenían características asociadas con el emprendimiento (ser más extrovertido y más tolerante con la incertidumbre y la ansiedad) no eran más propensas a lanzar una empresa que otras. “Aparentemente, la psicología no juega un papel clave en determinar quién se convierte en emprendedor”, escribieron.

Martin Ruef, de la Universidad de Princeton, sostiene que la personalidad no es importante por otra razón: el emprendimiento es una actividad de grupo que se alimenta en gran medida de las comunidades, y las disposiciones individuales no explican cómo se crean estos grupos o comunidades. En su investigación, solo 16% de los emprendedores reportó que inició su negocio sin un equipo.

De todos modos, décadas de investigación en varias disciplinas sugieren sólidamente que los emprendedores son distintos por otro motivo: en las circunstancias correctas, encuentran los medios para actuar sobre ellas.

El estudio de Oswald y Blanchflower, por ejemplo, encontró que el dinero sí era un factor grande: la gente estaba más dispuesta a trabajar independientemente cuando heredaba dinero. Estudios como el de Ian MacMillan, de la Escuela de Negocios de Wharton, y el sociólogo Howard Aldrich reconocieron que las redes sociales y la capacidad de aprovecharlas era un factor crucial no solo a la hora de determinar quién se convierte en emprendedor, sino quién tiene éxito.

¿Por qué tendemos a creer que los emprendedores son distintos o mejores personas que el promedio? La respuesta es identificada en la psicología social como el error fundamental de atribución: tendemos a asumir que las actitudes son causadas por la disposición de alguien, incluso cuando las circunstancias son el factor real, como asumir que el conductor del auto que venía a toda velocidad era una persona irresponsable en lugar de pensar que quizás tenía una emergencia.

Este error es especialmente fuerte en culturas con valores más individualistas y donde la explicación encaja con la idea de que las personas buenas reciben su recompensa. También es especialmente sólido con aquellos que admiramos, razón por la cual nos decepciona tanto cuando descubrimos que héroes como atletas estrellas o líderes empresariales no son exactamente personas amables.
El error fundamental también explica por qué los jefes buscan empleados emprendedores. Asumen que los trabajadores actúan de la manera como lo hacen porque así es su personalidad, en lugar de pensar que es por la forma en que son liderados.

Otra razón por la que percibimos a los emprendedores como individuos excepcionales es que tendemos a pensar en personas exitosamente famosas, como Bill Gates, en lugar de pensar en el hombre de la esquina que acaba de abrir una cafetería o la gran mayoría de los fundadores de empresas que fracasaron. Gran parte de lo que admiramos sobre esos triunfadores son atributos que se derivaron de su éxito empresarial, y no los factores que los hicieron emprendedores en principio.

El hecho de que el emprendimiento tiene que ver mucho más con las circunstancias que con la disposición es en realidad algo bueno para aquellos que quieren promoverlo. Si así nacieron, no hay mucho por qué brindar. Si es algo que cualquiera puede hacer y solo algunos eligen hacerlo, es mucho más fácil halagarlo.

—Cappeli y Huang son profesores de la Escuela de Negocios de Wharton

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