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El modelo de relación laboral está cambiando de una manera cada vez más acusada. El desarrollo y popularización de herramientas tecnológicas hacen posible que muchos tipos de trabajo puedan llevarse a cabo desde prácticamente cualquier sitio con una conexión a internet.

Por Enrique Dans, profesor en Sistemas de Información en el IE Business School

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Facebook decide ofrecer a sus empleados en su sede central en Menlo Park un incentivo de $10.000 si sitúan su residencia a una distancia menor de diez millas, promoviendo desplazamientos más cortos y tratando de ofrecer soluciones al acuciante problema de la vivienda en el área de la bahía de San Francisco. Los alrededores del campus de Facebook no son una zona especialmente atractiva: una franja relativamente desolada de tierra en torno a una autopista y con vistas a un pantano, a casi 50Km de San Francisco, y la compañía pretende vincular la ayuda al hecho de obtener unas condiciones de trabajo más agradables. Para Facebook y otras empresas que han optado por sistemas similares, el hecho de que el mercado absorba rápidamente este tipo de distorsiones en forma de precios más elevados es un problema menor frente a la posibilidad de hacer la vida más sencilla a sus trabajadores.

El modelo de relación laboral está cambiando de una manera cada vez más acusada. El desarrollo y popularización de herramientas tecnológicas hacen posible que muchos tipos de trabajo puedan llevarse a cabo desde prácticamente cualquier sitio con una conexión a internet: las tareas que antes se identificaban con el trabajo individual van dejando paso cada vez más a tareas que requieren coordinación de equipos de trabajo, pero que pueden tener lugar de manera ventajosa en un espacio virtual. Si pensamos, por ejemplo, en la redacción de un documento entre varias personas, la idea de que esas personas estén trabajando juntas en una habitación resulta ya casi absurda, innecesaria y casi pintoresca, mientras que la propuesta de valor de trabajar cada uno desde donde quiera en un documento compartido se configura cada vez más como una opción capaz ofrecer una productividad muy superior.

El número de tareas que pueden llevarse a cabo sin presencia física crece constantemente. Pero la idea de trabajar desde casa siguiendo el patrón tradicional de teletrabajo, por otro lado, se encuentra con problemas derivados de la desvinculación progresiva de los trabajadores, que tienden a perder elementos culturales importantes tanto para ellos como para la compañía. Por otro lado, romper los acuerdos de teletrabajo existentes y obligar a los trabajadores a volver incondicionalmente a la oficina para intentar recuperar esos valores culturales es una tarea que se convierte en costosa e impopular, como Marissa Mayer pudo comprobar al principio de su etapa al frente de Yahoo!

La idea de trabajar desde casa, capaz de ofrecer beneficios importantes que van desde la calidad de vida y el ahorro hasta factores relacionados con el medio ambiente, se contrapone con el posible aislamiento de los compañeros de departamento o de la vida corporativa en general. Un trabajador sometido a teletrabajo estricto tiende a desvincularse, a convertirse en alguien cada vez más ajeno a la compañía. Eso lleva a que las empresas traten cada vez más de ser capaces de ofrecer acuerdos más flexibles, al tiempo que buscan desarrollar entornos de trabajo que incentiven a la persona a querer trabajar en ellos, con facilidades de todo tipo que pueden ir desde comida gratis de calidad, hasta servicios como lavandería, cuidado de los hijos o de las mascotas, o simplemente zonas que favorezcan una interacción social activa.

En muchos casos, eso se combina con oficinas abiertas, con zonas no asignadas que eviten disponer de un espacio fijo para trabajadores que no sabemos si van a venir a trabajar o no, con áreas destinadas a uso específicos (reuniones, conversaciones telefónicas o trabajos que requieran un nivel de concentración mayor), y que incentiven más aún la interacción social, al tiempo que dificulten el uso del papel en beneficio de documentos la red. En un modelo de ese tipo, la posibilidad de vivir cerca de tu trabajo se convierte en un incentivo adicional: frente a los costosos sistemas de autobuses de lujo con conexión WiFi y todo tipo de comodidades que algunas empresas ofrecen en la zona de la bahía de San Francisco, la idea de que los trabajadores se desplacen de manera cómoda en bicicleta o mediante una caminata relativamente corta es, además de más saludable, capaz de ofrecer una mayor flexibilidad a ambas partes. Para Facebook, pensar en trabajadores que residan cerca de su lugar de trabajo es una manera de obtener una mayor flexibilidad que, combinado con un adecuado nivel de confianza, es susceptible de generar un mayor nivel de satisfacción,

¿Cómo encajar este tipo de sistemas y de incentivos en entornos que aún tienden a valorar la presencia en la oficina como valor fundamental? ¿Realmente alguien sigue creyendo que se trabaja mejor obligando a las personas a permanecer en un entorno que no necesariamente es el más adecuado para el trabajo que desarrollan? ¿Cuánto falta para que ese tipo de culturas corporativas que se centran no en la mera relación de intercambio de bienes y servicios entre empresa y trabajador, sino que van mucho más allá, incluso entrando en planteamientos como el dónde vivir o el cómo desplazarse, se conviertan en generalizadas? ¿Cuántos beneficios puede obtener una empresa que se centre en este tipo de circunstancias de sus trabajadores, aparentemente ajenas al trabajo de manera estricta, pero que en realidad no lo son?