Se fueron de Sillicon Valley y ahora luchan contra la tecnología. José Antonio Luna escribe en eldiario.es sobre cómo grandes referentes de la tecnología se fueron de Sillicon Valley para combatir aquello en lo que antes trabajaron y defendieron.
«Las redes sociales están desgarrando a la sociedad», afirmó Chamath Palihapitiya, un antiguo alto cargo de Facebook, durante una charla para la Universidad de Stanford en 2017. El que fue vicepresidente de crecimiento de usuarios, un cargo precisamente dedicado a aumentar el número de personas registradas en la plataforma, echaba tierra sobre el que poco antes fue su trabajo. Y, aunque parezca contradictorio, no es el único tecnólogo que ha acabado luchando contra la tecnología.
Palihapitiya decía sentirse «muy culpable» por trabajar «en herramientas que desgarran el tejido social». Para él, los comportamientos estaban siendo «programados» sin que las personas se dieran cuenta. Por ello, en la misma conferencia decía que «no usaba esa mierda» y que controlaría a sus hijos para que tampoco «puedan usar esa mierda».
Como apuntan en The Verge, su crítica va más allá de las redes sociales y también ataca a todo el sistema de inversores de Sillicon Valley porque «inyectan dinero en empresas estúpidas, inútiles e idiotas» y no abordan temas «realmente importantes como el cambio climático o las enfermedades». Ahora dirige Social Capital, una asociación en California autodefinidos como filántropos, tecnólogos y capitalistas preocupados por, según ellos, resolver los problemas de la humanidad.
Las críticas de Palihapitiya se suman a las de Sean Parker, cofundador de Napstery el primer presidente de Facebook. Quien fue interpretado por Justin Timberlake en la película La red social, que narra los orígenes de la plataforma, transformó la idea de Zuckerberg en un negocio multimillonario. Varios lustros después de aquella odisea empresarial, declara en The Guardian que «solo Dios sabe lo que está haciendo [Facebook] con el cerebro de los niños».
El ejecutivo reconoció que explotaron «una vulnerabilidad de la psicología humana» y añade que trabajaron de forma consciente para que todas las interacciones tuvieran un efecto similar a la dopamina, un neurotransmisor relacionado con la sensación de placer y recompensa en el cerebro. «Teníamos que dar un poquito de dopamina cada rato. O bien porque alguien había dado a me gusta o porque habían comentado tu foto», matiza.
Antonio García Martínez, ex ejecutivo de Facebook, es aún más extremo que los dos casos anteriores. La BBC señala cómo el empresario, a sabiendas de lo que ocurre en Silicon Valley, dejó su trabajo y decidió comprar parte de una isla en EEUU para construir un refugio donde «escapar y empezar una nueva vida».
Martínez afirma haber visto «cómo será el mundo dentro de cinco o diez años», momento en el que «las cosas pueden ponerse feas». Para protegerse de esa hipotética revolución, en la que «los tecnólogos vencerán a los políticos», ha sustituido las oficinas de California por una tienda de campaña y su ordenador por un rifle automático.
La «filantropía» de Zuckerberg contra el miedo
Parte del temor de García Martínez proviene de imágenes como la de Mark Zuckerberg paseando por el Mobile World Congress de 2016. Esta evocaba a una sociedad aterradora en la que, como si de Ready Player One se tratase, el mundo real quedaba desplazado por el virtual. Aquella instantánea generó más miedo que confianza, y para muestra de ello el comentario que encabeza la publicación original: «Maldita sea, esto es algo espeluznante».
Ahora, dos años después, el fundador y consejero delegado de Facebook intenta distanciarse de aquel futuro orwelliano introduciendo cambios para que las personas se sientan «más conectadas y menos solas». Al menos, esa es la teoría. En la práctica, el algoritmo de Facebook dará valor a «contenidos de amigos y familiares» por encima del de marcas o negocios para, entre otras cosas, no tener que asumir su labor como medio de comunicación.
Mientras que Zuckerberg comenzó el año 2018 proponiéndose «dar el poder a la gente» para «descentralizarlo de los gobiernos que vigilan a su ciudadanos», la red social emplea toda clase de trucos para recuperar al usuario que abandona su plataforma. Como indican en Bloomberg, una de esas tácticas es el envío masivo de emails para atrapar de nuevo a quien desde hace tiempo no entra en su perfil.
Pero no solo en Facebook cuestionan las implicaciones de la tecnología. Como informan en Hipertextual, también exempleados de Google lideran campañas contra las posibles consecuencias de las redes sociales. Por ello, Tristan Harris, antiguo diseñador ético de Google, ha creado un Centro para una Tecnología Humana ( The Center for Humane Technology) al que también se han unido trabajadores de compañías como Mozilla, NVIDIA o Facebook.
Estos no alertan contra un futuro apocalíptico derivado de la tecnología, como sí hace García Martínez, sino contra el tiempo que nos atrapan las redes sociales y la guerra por la atención que lideran Facebook, Twitter e Instagram. Para ellos solo hay una forma de modificar esta tendencia: con el diseño. Tristan Harris piensa se debe cambiar la experiencia de usuario a través de, por ejemplo, un botón que indique el tiempo se perdería mirando una foto en Facebook. «Pasaré aquí los próximos 20 minutos», indica en uno de sus documentos.
Steve Jobs y los zumos contra el cáncer
A la preocupación se suman otros gigantes tecnológicos como Apple. Tim Cook, director ejecutivo de la compañía, declaró el pasado mes de enero que «no dejaría a su sobrino estar en redes sociales». En la misma línea se situaba su fundador, Steve Jobs, al que una vez preguntaron si sus hijos estaban contentos con el recién estrenado iPad. «No lo han usado. Limitamos la cantidad de tecnología que usan nuestros hijos en casa», respondió al New York Times.
Pero la obsesión de Jobs llegaba más allá de limitar la tecnología a sus descendientes. En Hipertextual explican cómo el ejecutivo intentó curar su cáncer de páncreas a base de terapias alternativas como la acupuntura, zumos y complementos dietéticos sin ninguna evidencia científica.
A pesar de que todo su entorno le recomendaba lo contrario, el CEO estuvo nueve meses sin pasar por quirófano por considerar que la operación era demasiado invasiva. De nada sirvió que poco después se sometiera a un trasplante de hígado: el cáncer estaba demasiado extendido por su cuerpo.
El 5 de octubre de 2011, el día antes de la muerte de Jobs, Apple presentó el iPhone 4s. Al escenario salió un todavía desconocido (al menos para el público general) Tim Cook. Quién sabe si, de haber optado por otras vías, aquel lugar seguiría estando ocupado por el cofundador de la empresa con la manzana mordida. Por el contrario, pasó sus últimos meses de vida luchando contra lo mismo por lo que será recordado: la tecnología.