Las largas colas para comprar alimentos y productos de primera necesidad en Venezuela están empezando a teñirse de caos. A la molestia y angustia por tener que esperar horas para comprar comienza a añadirse el desorden al aumentar los intentos de saqueos en las últimas semanas, destaca la corresponsal de El Tiempo Valentina Lares Martiz.
La avenida Manuel Piar de San Félix, en el sureño estado Bolívar, fue el escenario la semana pasada del saqueo de tres mercados en una situación tan grave que dejó una persona fallecida y al menos 50 detenidos por la Policía Nacional.
Aunque el gobernador de la región y miembro del partido oficial, Francisco Rangel Gómez, aseguró que la refriega fue parte de un complot desestabilizador, la realidad parece desmentirlo. Este martes un grupo grande de personas agotadas de hacer fila desde la madrugada irrumpió agresivamente en el supermercado Makrode la ciudad de Valencia e intentó saquear el local. Una situación similar se reportó en el mercado Bicentenario (de la red de mercados públicos) de esa ciudad.
La actuación apresurada de la Guardia Nacional y la Policía Nacional Bolivariana controló el desorden, lo mismo que en el mercado Bicentenario de Palo Verde, en Caracas.
Varios compradores reportaron a través de las redes sociales que en este se presentó una situación de tensión en la enorme fila de gente que esperaba por comprar carne y pollo recién llegados al local, por lo que la Policía hizo disparos al aire.
Aunque los reportes de saqueos o intentos de saqueo solían aparecer con cuentagotas en redes sociales y la prensa local, ahora ya son una manifestación más común. El principal detonante del malestar, además del tiempo de espera, suele ser las pocas cantidades de producto que se puede llevar del establecimiento y ver que lo que se buscaba ya se ha terminado.
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Desde muy temprano en la mañana cientos de personas hacen cola en los mercados venezolanos –sin distingo de si son establecimientos privados o públicos– esperando comprar los escasos productos de primera necesidad, en su mayoría de precio regulado por el Gobierno y muy por debajo del precio internacional. Las cadenas de farmacias y bodegas de comerciantes chinos y árabes tampoco escapan de la vorágine.
Ni las compras restringidas por la cifra de terminación de la cédula o cantidad semanal o diaria han logrado disminuir la avidez por comprar los productos regulados. Quienes no lo hacen por la necesidad de tenerlo lo hacen para revenderlo y hacerse de las ganancias, lo que se ha convertido en todo un oficio practicado abiertamente por miles de personas, incluso de forma muy organizada. Los “bachaqueros” más avezados suelen moverse en grupos que se trasladan en motocicletas, portan varias cédulas y cargan los productos en bolsas oscuras para evitar algún control policial o incluso a los ladrones.
“El miércoles no voy a mi trabajo porque es mi día de cédula y me dedico a ‘bachaquear’ ”, asegura Carmela, una empleada doméstica de escasos recursos. “Lo que necesito para mi casa me lo quedo y el resto lo voy vendiendo a quien lo necesite, así me redondeo”.