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La penosa estrategia política de buscar culpables en lugar de soluciones

Escribe Julio Rodriguez Morano, Director & Publisher de ManagementSociety

 

En un escenario político marcado por la polarización y el enfrentamiento constante, parece que la tendencia dominante de muchas sociedades es buscar culpables en lugar de abordar las soluciones a los problemas que nos aquejan. Los expertos y analistas políticos han señalado con preocupación que este enfoque no solo agrava las crisis existentes, sino que también perpetúa un ciclo de inacción que frena el progreso y la cohesión social.

Políticos como por ejemplo Donald Trump o Javier Milei, para citar sólo a unos pocos, recurren constantemente a la táctica de señalar culpables y acusar a otros políticos, analistas o periodistas porque esto les permite desviar la atención de los problemas reales y crear un enemigo común al que la ciudadanía pueda culpar por los males del país. Esta estrategia polariza aún más a la sociedad, generando lealtades inquebrantables entre sus seguidores y profundizando la división. Además, atacar a los medios y analistas les da el control sobre la narrativa, presentándose como víctimas de un «sistema corrupto» que les impide gobernar como desean. Este enfoque simplista apela a las emociones y el resentimiento de la gente, permitiéndoles ganar apoyo popular mientras se esquivan las complejidades de la gobernanza y las soluciones a largo plazo.

 

…la política en América Latina, en muchos casos, se ha visto atrapada en un círculo vicioso de confrontación y culpabilización, en lugar de enfocarse en resolver los problemas estructurales de fondo.

 

Andrés Malamud, politólogo argentino de renombre, ha sido un observador crítico de la política latinoamericana, especialmente en relación con las dinámicas de los sistemas democráticos en la región. Su análisis suele centrarse en cómo la política en América Latina, en muchos casos, se ha visto atrapada en un círculo vicioso de confrontación y culpabilización, en lugar de enfocarse en resolver los problemas estructurales de fondo.

En sus artículos Malamud aporta varios elementos clave a la discusión. Su obra y sus intervenciones públicas ofrecen una serie de ideas que se alinean con la crítica a la dinámica de culpar en lugar de buscar soluciones.

 

 Un espectáculo mediático y la culpabilización

Una de las tesis más frecuentes en el análisis de Malamud es la «mediatización» de la política. En este sentido, él señala cómo los actores políticos, especialmente en democracias frágiles como la de Argentina y otras de la región, se ven obligados a actuar más para los medios de comunicación y la opinión pública que para implementar políticas de largo plazo. Según Malamud, los políticos latinoamericanos a menudo prefieren participar en un espectáculo mediático donde la culpabilización de los rivales se convierte en un tema central.

Este fenómeno, como bien señala Malamud, no es solo una estrategia de manipulación política, sino también una respuesta a las exigencias inmediatas del electorado. En lugar de enfrentar la complejidad estructural de los problemas sociales, económicos y políticos, los políticos buscan resultados rápidos y visibles, como los ataques a los opositores, para ganar puntos de popularidad. Esto es un claro ejemplo de la «lógica de la culpabilización» que Malamud critica en muchos de sus escritos.

 

 La falta de soluciones estructurales y la crisis de la democracia

Malamud también subraya que una de las grandes debilidades de las democracias latinoamericanas es la incapacidad de resolver problemas estructurales. En lugar de promover políticas públicas que apunten a transformar las bases de la pobreza, la desigualdad o la corrupción, los gobiernos se ven atrapados en una dinámica de corto plazo que prioriza los intereses inmediatos sobre el bienestar a largo plazo de la sociedad.

 

En lugar de buscar puntos en común para resolver los problemas, las sociedades se sumergen en un clima de desconfianza y antagonismo, donde cada sector busca señalar al «enemigo».

 

La polarización y la crisis de representación

En sus análisis, Malamud también ha hablado de la polarización política que afecta a muchos países latinoamericanos. En un contexto de creciente enfrentamiento entre distintas facciones, la búsqueda de culpables se convierte en una manera de reforzar las identidades políticas y sociales de los grupos. En lugar de buscar puntos en común para resolver los problemas, las sociedades se sumergen en un clima de desconfianza y antagonismo, donde cada sector busca señalar al «enemigo».

Según Malamud, este tipo de dinámica es especialmente peligrosa porque debilita la representación política. Si los partidos se dedican a atacar y desacreditar a sus adversarios, en lugar de trabajar en soluciones consensuadas, lo que se pierde es la capacidad de diálogo y de negociación, que son esenciales para cualquier democracia funcional.

 

El ciclo de culpabilización

El académico y analista político Carlos González, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Madrid, explica que la dinámica de culpar a figuras públicas, partidos políticos, gobiernos específicos o, por ejemplo a la prensa, se ha vuelto casi una estrategia común. «En lugar de discutir las causas subyacentes de los problemas sociales, económicos y políticos, los ciudadanos y los políticos se enfocan en señalar a una figura o grupo como el responsable, lo que no hace más que profundizar la división y distraer de lo que realmente importa: las soluciones», afirma González.

Esta tendencia de encontrar a un culpable en vez de enfrentar la realidad de los problemas tiene raíces profundas en el lenguaje político contemporáneo. En lugar de hacer frente a la complejidad de los retos actuales, los políticos se concentran en construir narrativas simplificadas donde una sola persona o grupo asume la culpa. Esto, a menudo, es aprovechado para ganar apoyo popular en momentos de crisis. La lucha por encontrar culpables se convierte, en este contexto, en una herramienta más de manipulación mediática que en un verdadero intento de solución.

 

La lucha por encontrar culpables se convierte, en este contexto, en una herramienta más de manipulación mediática que en un verdadero intento de solución.

 

El análisis de los expertos: un enfoque inadecuado

Los medios de comunicación influyen en este fenómeno por las formas en que cubren la política. «Los medios están tan enfocados en encontrar culpables y crear narrativas de escándalo, que rara vez se dedican a explorar las complejidades de las políticas públicas, ni a informar sobre propuestas concretas para resolver los problemas», asegura la socióloga Ana María García.

 

 ¿Por qué no buscamos soluciones?

Uno de los principales motivos por los cuales la sociedad, y en particular los actores políticos, se enfocan en buscar culpables es la falta de voluntad o capacidad para implementar soluciones. La solución a problemas complejos como la pobreza, el cambio climático o la corrupción requiere de un enfoque colaborativo, una visión a largo plazo y, a menudo, de sacrificios inmediatos. Sin embargo, las soluciones a largo plazo son menos atractivas a nivel electoral, ya que no generan resultados inmediatos ni la notoriedad que los políticos buscan.

 

 El periodismo militante y la construcción de culpables

El término “periodista militante” alude a comunicadores que ejercen su labor con un compromiso explícito hacia una causa o partido político, asumiendo un sesgo ideológico abierto. En la práctica, se considera que un periodista militante asume involucrarse en la realidad social desde una perspectiva ideológica para la toma de postura. En otras palabras, dicho periodista no pretende la objetividad liberal, sino que parte de una “verdad revelada” acerca de su corriente política y ordena la información en base a ella.

Esta manera de entender el rol del periodismo implica una fuerte carga interpretativa de los hechos, lo cual puede derivar —como ocurre frecuentemente— en la construcción deliberada de culpables dentro del relato ideológico. Cuando la información se filtra únicamente a través de una perspectiva política, se corre el riesgo de reemplazar el análisis por la denuncia sistemática, y el periodismo se transforma en un instrumento de señalamiento. De este modo, más que informar, se actúa como una herramienta de legitimación discursiva del “nosotros contra ellos”.

El periodismo militante, en tanto prioriza la causa por encima del dato, tiende a simplificar realidades complejas en categorías morales rígidas: los propios son “el pueblo”, “la resistencia” o “los patriotas”; los ajenos, en cambio, son “el enemigo”, “los vendepatria”, “los golpistas” o “los cipayos”. Así, los actores políticos, económicos o incluso civiles que se oponen o critican al proyecto defendido por ese periodismo pasan a ocupar el lugar del culpable funcional. No importa si hay pruebas, matices o contradicciones: la ideología ordena los hechos, y los comunicadores asumen el rol de jueces.

Este fenómeno se acentúa en contextos de alta polarización política, como ocurre con frecuencia en Argentina. La lógica de trinchera que caracteriza a buena parte del discurso mediático militante exige identificar constantemente a “los culpables del malestar”, ya sean empresarios, periodistas de medios opositores, jueces o incluso ciudadanos. Se trata de una estrategia discursiva que refuerza la cohesión del grupo propio mediante la señalización del “otro”. En vez de promover una mirada crítica y plural de la realidad, se consolida una narrativa de buenos y malos que impide el disenso y alimenta el resentimiento.

Desde ya, no es exclusivo del periodismo militante oficialista. También puede aplicarse a comunicadores que militan desde la oposición, aunque suelen no reconocerse como tales. Sin embargo, cuando un sector se autodefine como “la voz del pueblo” o “la prensa comprometida”, el riesgo de erigirse en voz única de la verdad es mayor, y con ello la tentación de apuntar, acusar y condenar desde el poder simbólico que otorgan los medios. En este contexto, el periodismo militante deja de ser un instrumento de transformación o crítica social, para convertirse en una máquina de señalar culpables funcionales a un relato.

En contraposición, el periodismo independiente, aunque también sujeto a errores y presiones, busca separarse de las líneas partidarias y mantener el máximo rigor informativo posible. Si bien no está exento de sesgos, su objetivo declarado es el equilibrio, la verificación y la apertura al disenso, en lugar de imponer un dogma ideológico.

En suma, cuando el periodismo deja de ser una herramienta para entender la realidad y se convierte en un vehículo de militancia ciega, la búsqueda de la verdad es reemplazada por la necesidad de encontrar culpables convenientes. Y cuando esto ocurre, los hechos se subordinan a la narrativa, y el periodismo pierde su función esencial en democracia: iluminar lo complejo, no simplificarlo.

 

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